Joaquín Sabina (su silueta sombreada, a la izquierda) y Pancho Varona en un concierto. Imagen promocional del documental 'Detrás, con un revólver', publicado en Sonora

Joaquín Sabina (su silueta sombreada, a la izquierda) y Pancho Varona en un concierto. Imagen promocional del documental 'Detrás, con un revólver', publicado en Sonora

Música

Joaquín Sabina y Pancho Varona, toda la verdad sobre su separación en un pódcast

El guitarrista y productor explica su versión sobre el desencuentro y relata su trayectoria junto al cantante en un documental audible publicado en la plataforma Sonora 

10 febrero, 2023 13:23

"Tengo un concierto en el Teatro Salamanca y me hace falta un guitarrista", dijo Joaquín Sabina una noche de la primavera de 1982 en el mítico local La Mandrágora. "Yo me sé todas tus canciones", respondió un bisoño Pancho Varona, que desde hace meses acudía a disfrutar del show del ubetense junto a Javier Krahe. "Contratado", sentenció finalmente Sabina. Y así comenzó una de las relaciones más fructíferas de la historia de la canción española. 40 años y más de 100 composiciones después, sus caminos se han separado. Sabina aún no ha dicho "esta boca es mía". Varona sí ha querido contarlo.

Ha sido en el pódcast Detrás, con un revolver, estrenado hace solo tres días en la nueva plataforma Sonora, donde el guitarrista y productor ha decidido relatar su experiencia acompañando al flaco de Úbeda, que ha manifestado en innumerables ocasiones el cariño que profesaba hacia su escudero, al que consideraba parte de su "familia". En una de las valiosísimas declaraciones recogidas en este documental autobiográfico, Sabina aseguraba que “sin él, este grupo no existiría”.

"Le debí caer bien desde el principio. Me pidió un cigarro, me preguntó si me gustaba la música y me contrató como guitarrista cuando levanté la mano", comienza Varona, que semanas antes de conocer al cantante se había enamorado de la canción “Pongamos que hablo de Madrid”, incluida en el disco La Mandrágora. Aquel himno a esa "ciudad invivible pero insustituible" que Sabina compuso "sobre una melodía de Antonio Sánchez", según cuenta él mismo en aquel álbum, fue la semilla de aquella relación inseparable.

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Varona intuyó que La Mandrágora era un bar por el ruido de las copas que sonaban en el disco, así que compró La guía del ocio y buscó la dirección de aquella misteriosa sala. Por teléfono, le anunciaron que Alberto Pérez ya no formaba parte de la formación, pero el aprendiz de guitarrista no quiso perderse el tándem Krahe-Sabina. Recuerda perfectamente el día que se sentó por primera vez en aquella silla entre el público reservada a su nombre. "Me cambió la vida", asegura.

Era 1981, se podía fumar en los bares y locales de ocio nocturno, era “el Madrid maravilloso de la Movida”, según recuerda con nostalgia el guitarrista, que imaginaba que aquel cuchitril ubicado en el número 42 de la Cava Baja era un sitio mucho más grande. Al final de los conciertos, se quedaba en La Mandrágora “para ver qué pasaba”, se iba "arrimando a su círculo", cuenta. Y su hermana Gloria, que también fue testigo del inicio de aquella relación, añade que en aquellos años “Joaquín nunca tenía dinero”.

Varona reconoce sin complejos que Sabina le podía "haber despedido justamente porque había 50.000 guitarristas mejores en Madrid”. Sin embargo, lo mantuvo a su lado, afianzando una relación cada vez más estrecha. "Pasó muy rápidamente de ser mi ídolo a ser mi amigo, y también mi jefe", cuenta el protagonista del documental, que apostilla: "Sigue siendo las tres cosas".

Los "años más felices" en la carrera de Varona son los de Viceversa, el grupo rockero que montó Sabina a principios de los 80. Pero Pancho intuía entonces que "Joaquín empezaba a posicionarse como un cantante solista”. Varona no sabía con quién iba a seguir su carrera, aunque "Viceversa no quería separarse de Joaquín", según aclara uno de los miembros. Cuando se produce la escisión definitiva el guitarrista sigue los pasos de su mentor, sin dudarlo. "Pensaba que tenía futuro como compositor y era mi amigo del alma", dice.

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Se quedan solos, y ese es el momento en que su figura comienza a tomar vuelo. “Cuando Joaquín me dio una letra para que le pusiera música, encontré mi sitio en el mundo, me sentí útil”, relata. A la vuelta de un viaje a Canarias, se traen tres canciones compuestas a cuatro manos: “Cuando aprieta el frío”, “Besos en la frente” y “Peligro de incendio” se incluirían en el disco El hombre del traje gris. Había llegado la hora de completar el triángulo. El tercer vértice sería Antonio García de Diego, otro músico todoterreno que, poco a poco, se fue colando en los momentos de composición.

El trío, que no podía estar mejor sincronizado, se consolidó definitivamente en los 90, la época dorada de su creación. Los "arquitectos del sonido" de Sabina, como se les define con acierto en el pódcast, acompañaron al creador en "un momento de inspiración impresionante", según reconoce Varona. “Era capaz de quedarse dos noches sin dormir buscando una palabra", lo cual "nos daba alas”, asegura. Llegaban por la mañana y trabajaban todo el día, Sabina aparecía por la noche y componían hasta ver la luz del día. “Se nos caían las canciones”, exclama. 

De aquella gloriosa década, los álbumes Física y química (1990), Mentiras piadosas (1992), Esta boca es mía (1994) y Yo, mi, me, conmigo (1996) constituyen la cumbre de la discografía sabinera, aunque faltaba clausurar el siglo con el disco más importante de su carrera, 19 días y 500 noches (1999), y en ese sí que no estuvieron sus secuaces. Sabina, que ya "les había puesto los cuernos" con Fito Páez en Enemigos íntimos (1998) un año antes, según bromeó el propio autor mucho después, acudió a los cantos de sirena de Alejo Stivel. El artista que, junto a Ariel Rot, liderara Tequila, se había ofrecido como productor de su próximo disco.

De la primera "infidelidad" de Sabina con el cantautor argentino, Varona recuerda que al principio él estaba en el proyecto. La anécdota que posiblemente propiciara su salida sucedió durante un ensayo en el que "Fito empieza a roncar" y a él se le ocurre grabar ese ronquido, y además una tos. Con ese material hizo "un loop rítmico" y sobre esa base compuso una canción. A Fito no le hizo ninguna gracia, mientras que Sabina le reprochó haber estado "torpe". Finalmente, y aunque no fuera este el motivo oficial, la realidad es que se quedó fuera del resto del proyecto porque, supuestamente, "Fito no quería que estuviera gente del equipo de Joaquín".

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No le dolió tanto esa ausencia como la de 19 días y 500 noches, donde perdió el timón de las canciones de Sabina, ahora en manos de Stivel. “Me parecía que sus discos no reflejaban al verdadero personaje. Se lo dije… y nada más”, explica el cantante y productor de aquel disco. Y añade que persuadió al intérprete para "cantar muy cerca del micro, con poca reverb, para captar la esencia de su voz cruda”. 

La opinión de Varona al respecto es que “Alejo se pone méritos que realmente no tiene”. Como mucho, su mérito fue convencerlo, viene a decirnos, porque “Antonio [García de Diego] y yo ya habíamos intentado durante años sacar la voz más desnuda”, asegura. Y si no lo hicieron fue "porque no nos hizo caso", concede, "no porque no se nos hubiera ocurrido”. Incluso cree que "se pasaron", y aunque sabe que no es el más "objetivo” para analizar este trabajo, “la voz de Joaquín Sabina en 19 días y 500 noches está fea", considera. “Felicito a Pancho Varona por su criterio”, ironiza Alejo Stivel.

En todo caso, supuso un punto de inflexión en la manera de grabar la voz del artista y el disco fue un éxito absoluto: vendió más de medio millón de copias. Sabina estaba en la cima de su carrera, así que solo podía caer. Y lo hizo. Tras la maravillosa gira que fue Nos sobran los motivos (2000), el cantante sufrió un ictus que aparentemente no le había dejado secuelas. Físicamente evolucionaba bien, pero pronto advirtió que estaba sumido en una depresión. Sabina creía que aquella enfermedad "era una cosa para otra gente”, según reconoció años despúes.

Varona asegura que aquella "Nube negra", que luego sirvió de título para una de las canciones de Vinagre y rosas (la letra es de Luis García Montero), llegó a su vida "en la época creativa más luminosa". Por si fuera poco, debía cumplir el compromiso con su discográfica de grabar un nuevo álbum, con la que estaba cayendo. García de Diego y Varona logran sacar el disco adelante buscando en las papeleras del artista. Rescataban tres versos y ponían una música. Sabina opinaría después que su comportamiento fue como para “ponerles una medalla y una estatua”. 

Aquel disco fue, finalmente, Dímelo en la calle (2001), “un disco raro, un disco triste, pero con canciones preciosas”, según Varona. Recuerda, además, el guitarrista que en el momento de grabación de “Peces de ciudad”, en el que "solo estábamos Joaquín, Juanito el técnico de sonido y yo", Sabina "se puso a llorar". Esa fue la toma buena.

Cuando comienzan las giras con Joan Manuel Serrat en 2007, Varona era "el más fan" de todos los integrantes de Dos pájaros de un tiro. El cantor catalán, según recoge el pódcast, diría entonces que “si no va Pancho es como si no fuera Joaquín”. Antes, Sabina lo habría suscrito con interpelaciones al guitarrista de este tipo: “Escribes mis mejores canciones. No me subiría al escenario sin ti, mi querido cabrón”.

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Además de su gran camarada, Varona fue también el que lo protegió, a pocos metros de distancia, cuando los focos cegaban. Sospechamos que es a esto lo que se refiere el título del documental: Detrás, con un revólver. Cuando Sabina se vio obligado a detener el concierto del Wizink Center en 2018, el guitarrista tuvo que dirigirse a su público para decir que “Joaquín se ha quedado totalmente mudo y no va a poder continuar”.

Así y todo, “lo he visto salir en malas condiciones a cantar, pero siempre lo ha superado”, atestigua Varona. Y apostilla: “Joaquín no falla tanto como la gente piensa”. El concierto en el que Sabina cayó al foso del Palacio de los Deportes —otra vez, aunque en esta ocasión junto a Serrat— en febrero de 2020 fue el último en el que actuaron juntos. En realidad, el artista no ha vuelto a salir de gira con su banda, pero el pasado 15 de noviembre conocimos que el guitarrista no lo acompañará en la próxima: Contra todo pronóstico. El propio Varona lo comunicó a través de Twitter.

Especulaciones aparte del motivo real por el que Sabina decidió apartarlo, el guitarrista ha querido explicar su versión de los hechos. Según cuenta, el detonante es su relación con los otros miembros de la banda, que en su mayor parte compartían el proyecto de Noches Sabineras con Varona. Este espectáculo, en el que los músicos interpretaban las melodías del artista e invitaban al público a cantarlas, se llevaba desarrollando décadas atrás con absoluta fluidez. Cuando Sabina descansaba, sus músicos giraban. La pandemia, sin embargo, desvirtuó los objetivos originales.

A Varona, según sus propias palabras, se le ocurrió hacer conciertos privados en el momento más duro para los músicos, cuando las medidas para hacer frente a la Covid 19 se llevaban por delante cualquier tipo de evento cultural. Cuando, por fin, vuelven las celebraciones de actos y los músicos pueden volver a trabajar, el escenario ha cambiado. "La relación se tuerce cuando yo empiezo a trabajar mucho por mi cuenta", relata Varona. Al parecer, "ellos no se lo tomaron muy bien y yo me entero por redes sociales que habían contratado a una bajista”, dice Varona, que “no pensaba que ellos iban a seguir" sin él.

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En este momento del documental, el paréntesis que incluye al cantante Leiva es más que justificado. “Antonio [García de Diego] y yo dejamos de ser tan brillantes como éramos antes”, lamenta Varona, aunque “no sé muy bien la causa”, dice. Sugiere, en todo caso, que “los compositores llegamos a un pico y empezamos una cuesta abajo”. Por su parte, “Leiva le empuja a grabar y Antonio y yo no estábamos pa' empujar a nadie". Se refiere el guitarrista al momento de grabación del disco Lo niego todo en 2017. Y considera que "Joaquín necesitaba savia nueva. Eso lo entiendo perfectamente”, asegura.

El 1 de mayo de 2022 se cumplieron 40 años del binomio Sabina-Varona. Solo unos meses después, cuando el guitarrista estaba de gira con Los Secretos, le llegó "un correo electrónico firmado por Joaquín en el que me comunicaba que no contaba conmigo para la próxima gira", cuenta. “Me resultó muy doloroso” y “no entendí el motivo para no seguir juntos”, añade. Aún así, “le deseo la mejor de las suertes".

Por qué no iba a querer lo mejor para él. Detrás, con un revolvér recoge una profusión de momentos que vivieron juntos durante cuatro décadas en las que fueron testigos de grandes acontecimientos. El documental biográfico de Varona se enmarca en un contexto fascinante —la Movida Madrileña, la profunda crisis de la industria musical española, que sucedió al fenómeno de Operación Triunfo y la eclosión de la piratería, etc.—, cristalizado con episodios tan significativos como las matanzas terroristas en el Hipercor de Barcelona, ocurrida el mismo día que actuaban en la Monumental, o la del 11-M, que tanto impactó a Sabina.

Ahora que el portentoso cónclave no existe, es pertinente recordar unas palabras del compositor en las que aseguraba que “el mayor placer del mundo es tener una canción recién salida del horno, que vengan Panchito y Antonio, y cantársela”. El propio Varona, según ha expresado al final del pódcast, todavía aspira a "que algún día nos encontremos en una esquina de Madrid y nos demos un abrazo".