Una imagen del grupo 'Tequila'

Una imagen del grupo 'Tequila'

Cine

'Tequila. Sexo, drogas y rock & roll': gloria y tragedia de una banda adolescente

Álvaro Longoria dirige un emotivo y necesario documental sobre el grupo que puso la banda sonora a las ansias de libertad en la España de la Transición

25 noviembre, 2022 02:37

Decía Lord Byron, el romántico británico del siglo XIX, que el problema de los españoles es Don Quijote porque hizo los héroes ridículos y no hemos salido de allí. Según Gay Mercader, el legendario promotor musical, aquí lo que pasa es que “el éxito de uno, el otro lo entiende como un fracaso personal”. Sea lo que sea, es cierto que mientras los sajones son grandes constructores de ídolos, glorificando a veces a personajes menores, en nuestro país existe una atávica dificultad para poner en valor a las glorias patrias. Aquí está Tequila, grupo de rock formado por adolescentes que revolucionó el país en los tiempos de la Transición, pidiendo a gritos desde hace tiempo una necesaria revisión.

Por fin un documental les hace justicia. Dirigido por Alvaro Longoria, distinguido productor de Soderbergh, Farhadi o Javier Fesser además de director de títulos como The Propaganda Name (2015) o Dos Cataluñas (2018), Tequila. Sexo, drogas y rock&roll es un testimonio vivo y vibrante sobre unos chavales barbilampiños que contribuyeron a la modernización de España.

No solo eso, Tequila tiene grandes canciones, de esas que como dice Cecilia Rot, hermana de Ariel, líder de la banda junto a Alejo Stivel, mucha gente ya no sabe quien las ha compuesto porque pertenecen a la cultura popular. Ahí están temazos como Salta, Canta conmigo o Rock and Roll en la plaza del pueblo.

Esos adolescentes rockeros

Cuenta Ariel Rot que el momento en el que todo cambió fue cuando él y Stivel vieron el documental Gimme Shelter (1970) sobre los Rolling Stones en un cine de Buenos Aires. Con el fervor del converso, Rot se metió en la habitación de su hermana para robarle ropa y al día siguiente apareció hecho un rockero en el colegio. Todo se torció cuando en 1976 Videla y sus secuaces instauraron una sanguinaria dictadura militar, asunto que ha vuelto a la actualidad gracias al estreno de la magnífica Argentina, 1985 (Santiago Mitre), y las familias de Rot y Stivel huyeron España.

Stivel y Rot llegan a Madrid en un momento histórico inverso al que se estaba viviendo en su país. Mientras Argentina entraba en la oscuridad, España salía de ella viviendo una explosión de libertad y creatividad. Recuerda Rot que en aquellos tiempos los jóvenes de su nueva ciudad le parecieron más infantiles que los que dejaba atrás. La sociedad, en cualquier caso, estaba ansiosa por abrirse al mundo y disfrutar los placeres de la recién conquistada democracia. Sin duda, el sublime rock and roll representaba de manera espléndida esos nuevos bríos.

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Eran unos chavales muy jóvenes, apenas unos adolescentes, cuando el primer disco de la banda, Matrícula de honor, se convirtió en un éxito sideral. Tequila ya eran cinco, a los argentinos se les sumaban los españoles Felipe Lipe (bajo) y Julián Infante (guitarra), a los que “absorbieron” tras verlos tocar en directo, y el batería Manolo Iglesias. Los dos últimos acabarían muriendo de SIDA después de arrastrar durante años problemas con las drogas. Existe el éxito y el fulgor de Tequila, pero también su tragedia.

Los restos del naufragio

El documental de Longoria cuenta esta historia de ascensión y caída de manera sobria, recurriendo a numeroso material de archivo, entrevistas con los supervivientes del grupo y bien seleccionados colaboradores, coetáneos o expertos como Miguel Ríos, Jordi Sierra i Fabra o Gay Mercader. Como explica Cecilia Rot, especialmente elocuente y sincera en sus intervenciones, el final de Tequila fue “muy feo” y uno se imagina esa angustia postapocalipsis cuando las horas y el dinero se les iban “esperando al dealer”.

Gay Mercader, que fue su mánager en los tiempos de gloria hasta que se cansó de sus adicciones, incisivo, opina que había “demasiado éxito, dinero y mujeres” para unos chavales tan jóvenes. Del fallecido batería Manolo, cree que era “demasiado bueno para este negocio”. Porque la industria musical, como apunta Rot, no es un juego de niños aunque los de Tequila lo fueran.

Eran tiempos muy distintos a los actuales. Tiempos en los que las discográficas tenían un poder absoluto que ejercían sobre los artistas de manera abusiva. Cuenta Ramoncín que para liberarse de uno de esos contratos leoninos en una ocasión se presentó en el despacho de un directivo con un bidón de gasolina con la intención de quemarlo todo si no le daban su carta de libertad. Tiempos también en los que a pesar de ese abuso, la música daba muchísimo dinero y, como se cuenta en el documental, las propias discográficas se robaban sus discos para revenderlos de forma pirata y no pagarles a los músicos derechos y obtener mayor beneficio.

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Recuerda Cecilia Rot los cajones llenos de billetes en las habitaciones de hotel. La alegría de los buenos tiempos cuando surge una explosión de talento y de éxito. Después, la cosa se tuerce cuando aparece la heroína. Todos se enganchan, la atmósfera se enrarece, surgen los egos, las disputas y el distanciamiento afectivo. Tequila brilló mucho pero poco tiempo, apenas cuatro discos gloriosos. El último, Confidencial, publicado en 1981, cinco años después de su nacimiento.

La figura más triste del documental es ese Felipe Lipe, ex bajista, menos brillante que los demás, como explica Cecilia Rot, también “menos respetado”, que se perdió en el infierno de las drogas. Se le nota aun resentido con sus antiguos compañeros, por la ruptura de la banda que comenzó cuando lo expulsaron y explosionó poco después Ariel Rot cuando decidió marcharse y ya no había más Tequila.

No solo sucedió que pasaron de los porros al pico y comenzaron a enfrentarse entre ellos. Llegó también justo entonces la dichosa Movida madrileña a principios de los 80, que Miguel Ríos, muy crítico en todas sus intervenciones, considera una “engañifa”. El grupo, con su furibundo éxito entre los adolescentes, su ejército de fan-soldados y sus canciones luminosas, fue desacreditado.

En aquella Movida tan apasionante en algunas cosas y discutible en otras, el éxito masivo era visto como una rendición al sistema. Punk en sus mejores momentos y algo cínica en sus peores, como el propio movimiento punk, la Movida decretó que Tequila ya no molaban. Arrastraban también el sambenito de “grupo adolescente” inane, propulsado por el éxito de aquella mítica revista SuperPop que vendía medio millón de ejemplares cada dos semanas y construía ídolos de papel. En una fiesta del Partico Comunista les molieron a botellazos, por supuestos pijos.

Me he emocionado varias veces viendo este hermoso documental. Más allá de la necesaria revisión histórica que la música española merece y de la que anda un tanto coja, quedan esas canciones sensacionales, pura energía, que encienden la nostalgia y también son testimonio de la maravillosa capacidad del rock para darle poesía a la vida. Hay también “densidad humana” en este documental, unos personajes interesantes a los que te enganchas. Esta es una historia al final quizá triste pero también elocuente sobre lo que hace grandiosos y miserables a los seres humanos.

Los grupos musicales, con su mezcla entre talento, emociones hiperbólicas y vida en común, son sin duda fascinantes y reveladores microcosmos. En este sentido, también resulta muy recomendable el espléndido documental A-ha: la película (Thomas Robsham, 2021), en el catálogo de Movistar Plus, donde también vemos esa extraña mezcla entre dioses y mártires de las estrellas de la música. El cielo y el infierno como únicas posibilidades de un mundo extremo que forma parte de la propia esencia de la leyenda del rock, territorio salvaje.