Philippe Jaroussky. Foto: Simon Fowler

La frescura y el descaro del barroco conectan con el apresurado público contemporáneo. La eclosión de la música de esta época ha traído consigo también la de los contratenores, cantantes capaces de emular a los legendarios castrati. Jaroussky es el más popular, un fenómeno masivo que remite a una rock'n' roll star. Pero ahora busca ampliar sus registros. Lo demuestra su último disco, una incursión en las cantatas de Bach y Telemann, y su debut con la Orquesta Nacional el viernes 21, a propósito de Les nuits d'eté de Berlioz.

A Philippe Jaroussky (Maison-Laffite, 1978) le llamaban la metralleta en el conservatorio. Su capacidad para disparar (y colorear) notas a discreción era asombrosa. Esa ‘promiscuidad' vocal desborda su faceta escénica. Como entrevistado también la manifiesta. Sus respuestas son detalladas, razonadas, documentadas y se prolongan durante casi una hora, mucho más de lo pactado en origen. Habla al teléfono desde su casa en París, en un español grácil y cantarín, veteado de vocablos italianos. Tiene prisa porque quiere ver a su profesora para preparar Les nuits d'eté (Las noches de estío), ciclo de canciones de Berlioz que acometerá con la Orquesta Nacional los próximos días 21, 22 y 23. Pero cualquiera lo diría a tenor de sus prolijas explicaciones sobre los desafíos que le plantean estas partituras y los que supusieron para él rematar su último disco, recién lanzado por Erato. Cantatas sagradas es su título y en él ensarta la "perfección" de Bach y la "pureza" de Telemann, especialistas en un género musical clave en el culto luterano: las cantatas se interpretaban al término de la lectura del evangelio, en misas que, a comienzos del siglo XVIII, podían durar tres horas. Operaban así como un oasis sonoro para los feligreses.



Pregunta.- Usted se confiesa ateo pero, cuando canta estas obras, ¿no se tambalea un poco su incredulidad?

Respuesta.- Es verdad que no creo en Dios pero también es cierto que al interpretar estas cantatas tengo la impresión nítida de que estoy frente a algo que me supera, algo misterioso y especial. No ocurre lo mismo en la ópera, donde se despliegan pasiones y emociones. Aunque hay que decir también que en la música sagrada de Bach hay un poso muy humano, sensual incluso. Así que es un territorio místico, entre lo operístico y lo sagrado.



P.- Creo que le intimidaba de entrada la maestría absoluta de Bach. ¿Cómo superó ese miedo?

R.- Con Bach todos los músicos intentamos estar a la altura de su genio. Su única imperfección es precisamente su perfección, que te pone muy difícil encontrar el camino para acertar con él. Bach, además, es un gran ejercicio para los cantantes en particular. Su música es una escuela de humildad. Uno debe estar sometido al cien por cien a la partitura. Él no componía para que nos luciéramos.



P.- ¿Cambia mucho la ‘fórmula' al pasar de Bach a Telemann?

R.- Es más difícil Bach. No se preocupaba demasiado por los cantantes. Su escritura es muy instrumental para la voz, no hay concesiones. Da la impresión de que no pensaba que el cantante necesita respirar de vez en cuando. Pero creo que me adapto bien a esa exigencia, de hecho hay mucha gente que dice que mi voz es muy instrumental. La escritura de Telemann, en cambio, va más a favor del cantante, es más simple y más pura. Es verdad que no tiene su complejidad, ni su riqueza, ni su habilidad en el manejo del contrapunto, pero tiene una tremenda fuerza dramática y es un gran arquitecto de atmósferas. Basta escuchar el primer minuto de Die stille Nacht umscholoss den Kreis der Erden.



La imperfección de Bach es su perfección. Telemann no tiene su complejidad pero posee un gran fuerza dramática"

P.- ¿Por qué no se centró en uno de los dos? ¿Por qué combinarlos?

R.- Una de las opciones que consideramos fue escoger una selección de arias de las cantatas de Bach, pero no me convencía. Prefería grabar menos cantatas pero completas, porque así no se perdía la carga dramática de los recitativos. Luego vimos que hay muy pocos proyectos que hayan combinado a estos dos autores coetáneos y eso nos motivó a conjuntarlos. Es curioso que Telemann era mucho más famoso en su época que Bach. Ahora es todo lo contrario. Con este disco la gente podrá disfrutar de dos de las grandes cantatas de Bach y redescubrir las de Telemann.



P.- También ha reconocido que lo de grabar un disco en alemán le producía cierto vértigo pero usted lo habla con mucha fluidez...

R.- Sí, es algo que sorprenderá a mucha gente pero yo estudié alemán durante siete años en la escuela. Aunque una cosa es hablarlo y otra es cantarlo. Y una cosa es cantarlo y otra grabarlo. Tiene que quedar registrado todo el sabor de la lengua, si no, no merece la pena lanzar un disco. Una de las claves que me ayudaron bastante fue contar con la Orquesta Barroca de Friburgo. Sus músicos me permitieron hacer una inmersión plena en el alemán durante la grabación. Yo no he cantado a Bach mucho en conciertos pero ahora, después de dos décadas en los escenarios, ya me sentía preparado para afrontar un disco así.



En esos 20 años Jaroussky ha desarrollado una carrera peculiar. Cuando empezó a cantar decidió salirse del guión que le marcaba la naturaleza. Su tesitura congénita era la de barítono pero tenía claro que en ese territorio no pasaría de ser un artista del montón. No había ningún rasgo que le desmarcase del resto. Por eso probó en la cuerda de contratenor, una especie vocal que asienta su canto en la técnica de cabeza, cuyo alcance y prestaciones se han ido ampliando en los últimos tiempos.
"Intentar acercarme a la voz de los castrati me ha enseñado mucho: sobre todo mis limitaciones"


Ha ganado en belleza tímbrica y tersura en la emisión. Avances que han permitido a los contratenores abordar los dominios de los legendarios castrati. Jaroussky ha invocado a figuras como Carestini y Farinelli. A este último dedicó un disco en 2013, centrado en las arias que le compuso ad personam su maestro Nicola Porpora. "Era un prodigio, su espectro vocal todavía asombra. Intentar acercarme a su voz me ha enseñado mucho: sobre todo mis limitaciones", recuerda Jaroussky.



Adiós a Peter Pan

Pero el cantante francés, al que persigue una legión de embelesados fans, siente la necesidad de ampliar sus registros, de superar un prolongado (y confesado) complejo de Peter Pan. Es consciente de que su voz se va adensando y expandiendo. Las agilidades de ruiseñor y el descaro juvenil han dado paso a una profundidad superior y a un mayor peso dramático. Asegura que continuará explotando la sustanciosa veta de Monteverdi, Vivaldi, Purcell... Pero su ambición, ahora que se asoma a la cuarentena, pretende a abrirse a otros compositores: la incursión en Bach y Telemann es una prueba evidente, de la que dará cuenta en directo el próximo 12 de noviembre en el Auditorio Nacional y el 14 en el Palau de la Música Catalana. También busca conquistar otras épocas. Como el siglo que considera "el más bonito de la música orquestal" en la historia de Francia. Se refiere al XIX: a compositores como Fauré y Debussy. También Berlioz, cuyas Noches de estío nos brindará en Madrid. Jaroussky ha descartado la versión de soprano para quedarse con la de mezzo, otro detalle revelador de sus aspiraciones canoras de cara al futuro.



P.- Será la primera que cante con la Orquesta Nacional de España. ¿Tiene alguna referencia de ella?

R.- Pocas. Por eso creo que es muy buena idea que Nathalie Stutzman dirija estos conciertos. Es una gran amiga mía que conoce muy bien mi voz, algo que me da tranquilidad al interpretar un repertorio que no domino, que no ha sido escrito para contratenor y que debo hacer con una orquesta que no conozco. Cada vez que me ha dirigido, me he sentido muy cómodo. Respeta mucho lo que proponen los cantantes. A mí me gusta mucho cantar con grandes orquestas sinfónicas también. Es una manera de ampliar mi público, porque el que se acerca a ver los conciertos barrocos no es exactamente el mismo que el que frecuenta los sinfónicos.



Sé que es un riesgo adentrarme en la música contemporánea porque parte de mi público está muy apegado al barroco. Pero yo debo ser libre"

P.- ¿La primera vez que escuchó Les nuits d'eté fue en la voz de Régine Crespin?

R.- Creo que no, pero sí que he escuchado su versión. Para mí la de referencia es la de la mezzo Anne Sophie Von Otter, que tiene, por cierto, una magnífica dicción francesa.



P.- ¿Qué cantantes históricos tiene como modelos?

R.- Me encantan las mezzos Janet Baker y Lorraine Hunt. Esta cantaba maravillosamente Les nuits d'eté. Murió hace pocos años, demasiado joven. Una pena. Pero también estoy muy interesado en las nuevas voces. Escucho muchas veces decir que ahora no hay cantantes tan buenos como antes, pero no estoy de acuerdo. Es verdad que los de hoy no se ciñen tan claramente a periodos concretos pero las sopranos y tenores actuales, además de manejarse en diversas épocas, no sólo tienen voces bellas sino que dominan la interpretación y tienen una gran inteligencia para interpretar textos y partituras. Les sacan el máximo partido porque están muy bien formados.



P.- ¿Por qué se han puesto tan de moda los contratenores?

R.- Porque se ha puesto de moda el barroco. Y el barroco necesita muchos contratenores. La oferta ha aumentado para nosotros en los últimos años. Y eso se nota en las escuelas de canto, donde aumenta el número de jóvenes que eligen esta tesitura. Estos chicos empiezan cada vez más pronto a trabajar la voz, por eso ahora encuentras contratenores de 25 años buenísimos. Eso sí, el público es cada vez más exigente. Ya no se conforman con los agudos acrobáticos, quieren un sentido personal de la interpretación.



Sin miedos ni corsés

Todos estos nuevos postulantes aspiran a suceder a Jaroussky en el podio contratenoril. Hay muchos representantes de esta cuerda con formidables facultades (David Daniels, Bejun Mehta, Andreas Schol, Carlos Mena, Xavier Sabata, Max Emanuel Cencic…) pero la hegemonía es suya. Jaroussky es de esas pocas figuras de la música culta con el carisma de un icono pop, capaz de trascender las herméticas lindes de auditorios y teatros de ópera. La fama, de todas formas, no le encorseta. Ahora entra en una nueva dimensión vocal, en la que no descarta la composición contemporánea. En marzo estrenó con la Dutch National Opera Only the Sound Remains de la finlandesa Kaija Saariaho, producción que está prevista que se presente en el Teatro Real a finales de 2018. "Sé que es un riesgo adentrarme en la música contemporánea porque hay una parte de mi público que está muy apegada al barroco. Pero un verdadero artista debe ser libre y hacer lo que quiera".



@albertoojeda77