Philippe Jaroussky

El contratenor publica The Händel Album, donde interpreta óperas menos conocidas, algunas con regusto a oratorio, antes de visitar España en noviembre con tres recitales: Baluarte de Pamplona (13), Palau de la Música de Valencia (15) y Kursaal de San Sebastián (17).

Philippe Jaroussky (Maison-Laffite, 1978), después de arrasar como contratenor, reviviendo la leyenda de los castrati, busca reinventarse. Ya no quiere enfervorizar luciendo un virtuosismo pirotécnico y agilidades endiabladas. Su intención es ofrecer interpretaciones y repertorios más trascendentes. Su anterior disco, con cantatas de Bach y Telemann, ya evidenciaba el nuevo rumbo hacia las profundidades del espíritu. Ahora acaba de lanzar The Händel Album. Pudiera parecer en un principio que el cantante francés volvía a sus querencias juveniles. Pero no. No es un Händel al uso el que presenta. Aparte de algunas arias celebérrimas, como Ombra cara, Jaroussky acomete otras menos trilladas, de óperas menos conocidas, algunas con regusto a oratorio. Además, avisa que no se prodigará tanto por teatros y auditorios. Este curso arrancan las clases de su academia musical y Jaroussky pretende volcarse en la formación de jóvenes talentos. Por eso cobran especial interés sus recitales de noviembre en España: Baluarte de Pamplona (13), Palau de la Música de Valencia (15) y Kursaal de San Sebastián (17).



Pregunta.- ¿Cómo decidió adentrarse en este Händel "oculto"?

Respuesta.- No quería grabar el disco previsible con sus arias más famosas de Rinaldo, Julio César, Alcina, Ariodante... Estas son obras maestras de la primera a la última nota. Pero hay otras óperas, que aunque no sean tan perfectas, siempre contienen al menos tres o cuatro arias geniales. Ahí están Radamisto, Imeneo... También quería recoger su faceta menos virtuosa y más trascendente, la que vislumbra su última etapa de los oratorios.



P.- Algunas de las arias las ha modificado para adaptarlas a su tesitura y poderlas cantar más cómodo. ¿Hasta qué punto es lícita esa "intervención"?

R.- Es que es algo que hacía el propio Händel. Cuando reponía una ópera con un elenco distinto, no dudaba en cambiar algunos detalles para adaptarlos a los nuevos cantantes. Lo hizo con Radamisto, Rinaldo... Si lo hacía él constantemente, ¿por qué no hacerlo nosotros? La famosa aria Ombra cara tiene una tonalidad original de fa mayor, luego la traspuso a re menor y yo la canto en mi menor, que es donde podía dar el máximo. Necesitaba sentirme lo más libre posible y poder jugar con los colores de mi voz.



P.- ¿Es Händel el mayor festín para un contratenor?

R.- Diría que sí. Demostró que conocía muy bien la voz de cada uno de sus cantantes y a todos les sacaba el mayor partido. Y su inspiración, sus formas, su complejidad y su calidad lo hacen único. Tiene la genialidad de Porpora y algo más, que lo sitúa más alto. Su música te entra muy bien, sabe desarrollar ideas como nadie y los diálogos de la voz con la orquesta, no sólo el continuo, son increíbles. He esperado para que mi voz tomase el cuerpo necesario para afrontarlo, porque antes era como la de una soprano, muy aguda y ligera. Ahora he perdido agilidad y flexibilidad, pero he ganado en profundidad y expresividad.



P.- ¿Al elegir las arias para este disco le ha hecho más caso a los musicólogos o a su instinto?

R.- Un poco a todo. Un buen disco debe ser como un cóctel. Händel lo pone fácil, porque compuso entre 10 y 15 tipos de arias diferentes. Por eso he incluido dos o tres de lamento, alguna otra di tempesta, un aria pastoral... Me gusta también incluir arias de diferentes extensiones para que no resulte monótono el conjunto. También he querido incluir los recitativos acompañados de orquesta que las preceden, porque presentan muy bien las arias. Se trata de construir una ruta emocional.



P.- De Radamisto es de la ópera que más ha seleccionado. ¿Es por alguna razón en particular?

R.- Es una ópera que me encanta. Si tuviese que defender un papel en una producción de ópera escenificada, sería Radamisto, que Händel no escribió para un castrato sino para la soprano Margarita Durastanti.



P.- Para hilvanar este disco ha recorrido 30 años (1711-1741) de producción lírica de Händel en Londres. ¿Qué evolución aprecia en ese tiempo?

R.- Händel fue un especialista en adaptarse al público y a las corrientes imperantes. En la primera parte de su vida estuvo muy marcado por su viaje a Italia. Rinaldo es una ópera puramente italiana, a la manera de Scarlatti o Caldara. Si avanzamos 20 años, vemos que en Ariodante está el sustrato de Vinci, Porpora y otros compositores napolitanos. Es curioso porque él no estuvo en Nápoles en esa época pero conoció su música a través de los castrati que se desplazaban a Londres. Luego, cuando el público británico empezó a aburrirse de las óperas italianas, se concentró en los oratorios. Fue un tipo de trato difícil pero su música rezuma sensibilidad y humanidad. Y nadie ha escrito para la voz como él. Sólo están a su altura Monteverdi, Mozart y Verdi.



P.- Siendo un hombre de la música clásica, tiene un gancho de figura pop. ¿Cómo se rompe el cerco del público especializado?

R.- Pues no lo sé, porque yo nunca he seguido ninguna estrategia de imagen o de marketing. Me he limitado a cantar lo que me gustaba. Lo que sí me exijo constantemente es no mentir, no fingir ser quien no soy. Y eso no es sencillo cuando estás en un teatro frente a 2.000 personas. Los cantantes tenemos tendencia a hacer más de lo que podemos, fingiendo. Quiero transmitir naturalidad. Es algo que el público aprecia, creo. Por eso hay gente que reniega de la ópera: porque perciben que la expresión de las emociones es muy exagerada, artificiosa. Yo siempre me he sentido más cómodo con mis músicos en el escenario, sin vestir ropajes extraños y siendo yo mismo.



Públicos volátiles

P.- ¿No le da miedo que en ese tránsito del Jaroussky pirotécnico al espiritual pierda muchos seguidores?

R.- Está claro que la pirotecnia engancha, es normal: es espectáculo. Pero yo creo que ganaré también otros tipos de públicos. Todo esto es más complejo de lo que parece. Cuando he hecho recitales de música francesa, ha habido a fans que no les han gustado y a otros que les ha gustado más que cuando canto el repertorio barroco. Es un misterio, nunca sabes. También tengo mi público cuando hago música contemporánea. Habrá que ver. De todas formas, yo ya estoy mucho más tranquilo. Soy consciente de que una voz, que es algo tan íntimo y personal, no puede gustar a todo el mundo. Antes una crítica negativa me hacía mucho daño. Ya no.



P.- ¿Cómo va la Academia Jaroussky? ¿Ha abierto ya sus puertas?

R.- Acabo de empezar mis master classes. La he creado precisamente para preparar a los nuevos cantantes e instrumentistas no sólo musicalmente, sino también para que afronten las adversidades que pueden encontrar en el camino. La música es un laberinto en el que es sencillo perderse.



@albertoojeda77