Manuel Morao. Foto: Gutiérrez Tamayo

Intensidad expresiva, dominio rítmico, complicidad con los cantaores y un hondo conocimiento del flamenco. Todo ello lo reúne el compositor y guitarrista Manuel Morao, representante del sonido de una tierra que ahora le homenajea.

Las grandes sagas siempre han constituido un terreno profusamente abonado para la práctica y desarrollo del flamenco. Y para su evolución, ya que teniendo como base y raíz el patrimonio heredado de los mayores, las siguientes generaciones, a partir de esas referencias, pueden iniciar la búsqueda de su propio lenguaje, aunque en todo caso sin dejar de lado los condimentos que establecen la señas de identidad y el carácter de una dinastía. Se trata de la familia a modo de elemento generador de arte y como academia natural de cante, baile y guitarra.



El compositor e intérprete Manuel Moreno Jiménez, Manuel Morao (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1929), hermano de Juan Morao, tío de Moraíto -estos dos ya fallecidos-, tío abuelo de Diego del Morao y abuelo de Pepe del Morao y Fernando del Morao, también guitarristas, es el patriarca de un linaje de tocaores y creador de un estilo y unos sonidos originales, además de estar considerado como el gran maestro de la guitarra jerezana y uno de los artistas flamencos más destacados de la segunda mitad del siglo XX.



Continuador de las propuestas estéticas de Javier Molina, de quien fue discípulo directo, fundó después su propia escuela, cuyas características son la intensidad expresiva, el dominio rítmico y una decidida profundización en las posibilidades musicales del flamenco con el objeto de conseguir la máxima comunicación. "He sido el pionero en esta casa de guitarristas. En las celebraciones íntimas, mi padre cantaba muy bien y mi madre hacía un baile estupendo, pero no se dedicaban a esto. Yo fui el primero en hacerme profesional. Recibí las lecciones de un maestro magnífico y de prestigio, pero cuando eres consciente de que tienes algo que decir y se despierta el artista que llevas dentro con todas sus inquietudes, pues luchas por encontrar tu música, tu personal sistema de transmisión".



Un presentimiento sonoro

Manuel Morao, del que dice Manolo Sanlúcar que "se había impregnado de una sonoridad incipiente", de "un presentimiento sonoro", "de aquel sonido andaluz, flamenco y gitano, que desprende el alma de esta tierra", comienza a ganarse la vida como guitarrista a los doce años hasta figurar en compañías donde toca para las grandes figuras que encabezaban los carteles de cante y danza flamencos: La Niña de los Peines, Manolo Caracol, Carmen Amaya, Lola Flores o Pastora Imperio. Con Antonio y su Ballet Nacional permaneció más de una década de primer guitarrista recorriendo los escenarios del mundo: "Nunca habrá otra guitarra como la suya para guiar el baile", no dudó en afirmar el gran bailaor y bailarín sevillano refiriéndose a Morao, quien después participó, en calidad de guitarrista principal, junto a Melchor de Marchena, en la Antología del Cante Flamenco y Cante Gitano, de 1965, dirigida por Antonio Mairena, y donde Manuel Morao acompañaba a distintas voces históricas: Manuel Centeno, La Perla de Triana, Aurelio Sellés, Pepita Caballero, Juan Talega, Pepe Torres, Rosalía de Triana o el mismo Antonio Mairena, al que secundó en otras grabaciones o en la serie de TVE Rito y geografía del cante.



Llaman a tu puerta y te encuentras con alguien que coincide en sensibilidad contigo. Entonces brota el arte común"

"Establecer una reciprocidad con el cantaor, un diálogo constructivo entre la voz y la guitarra, es algo muy sutil, muy especial y, posiblemente, de difícil análisis. Tú lo emplazas con tu guitarra, lo invitas a la participación, y si el cantaor o cantaora responde y logramos una transferencia de emociones profundas, se produce una situación llena de connotaciones mágicas", dice quien además acompañó, tanto en discos como en conciertos, a voces tan singulares como las de La Paquera, Terremoto de Jerez o La Perla de Cádiz. "Llaman a tu puerta, a tu guitarra, abres y te encuentras con alguien que, con su voz, responde y coincide en sensibilidad, en sentimientos, incluso en afectividad, contigo. Entonces ya no existen dos personas distintas, sino que se genera un sistema de afinidades donde brota el arte común".



La vida de Manuel Morao es la música y a través de la música observa la vida. Pero en su biografía los acontecimientos se han sucedido sin descanso: largas giras, actuaciones en los festivales. Es una artista reconocido y todos quieren contar con él. Su capacidad creativa también es imparable y su amor por Jerez y por la música y la danza de su tierra también. Para ayudar y propiciar el conocimiento público de los más jóvenes pone en marcha Los jueves flamencos: de ahí salen, su querido sobrino Moraíto, El Torta o José Mercé.



La actividad de Morao sigue su ritmo imparable. Monta y dirige espectáculos como Jerez por el mundo, Sentir gitano o Arte y compás, entre otros, con éxitos en distintos países, siendo los más memorables los conseguidos por las 45 representaciones de Flamenco, esa forma de vivir en el Teatro Eduardo VI, de París, o las 52 representaciones de Pasión gitana en el Plymouth Theatre de Broadway, en los que, además, descubrió y guió los primeros pasos de figuras como Sara Baras, Antonio el Pipa, Mercedes Ruiz o María del Mar Moreno.



Este insigne guitarrista, del que el escritor y catedrático de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, Juan Manuel Suárez Japón, publicó el libro Sinelo calorró: conversaciones con Manuel Morao (2014), recibe ahora el nombramiento de Hijo Predilecto de Jerez y, con ese motivo, se celebran estos días unas jornadas dedicadas al estudio de su obra y su personalidad artística.