Música

Agustín Charles

"El siglo XX restó mucho. Es el momento de sumar"

17 noviembre, 2005 01:00

Agustín Charles. Foto: Mercedes Rodríguez

La obra Siete miradas (Seven Looks) de Agustín Charles ganó el año pasado el Premio de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y, como consecuencia, ha sido tocada por diferentes formaciones. En Madrid, la Sinfónica la tocó la semana pasada y hoy mismo lo hace la Orquesta de RTVE. La ORCAM y la ONE la darán el año que viene y la JONDE la llevará a Berlín. Con este motivo, El Cultural ha hablado con el autor catalán.

Aunque Agustín Charles (Manresa, 1960) no es de nuestros autores más divulgados es una figura de gran prestigio. Se declara autodidacta aunque reconozca un vínculo con el gran Franco Donatoni. Charles es uno de los compositores españoles más laureados del mundo, con casi una cincuentena de galardones. Catedrático de composición en Zaragoza y profesor en la Escuela Superior de Cataluña, tiene con sus Seven Looks la posibilidad de recorrer la geografía española. "El premio de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas es único en el mundo" comenta con satisfacción. "Aparte de los 18.000 euros, que no están mal, tu obra la tocan veinte orquestas y se interpreta una cincuentena de veces" señala a El Cultural.

-Un premio más en su catálogo. Pronto serán cincuenta.
-Se dice que soy un especialista, pero yo lo veo al revés. Yo he escrito siempre la música que me ha apetecido y luego, una vez escrita, la enviaba a algún concurso. Quizá por eso, precisamente, haya ganado tantos premios: porque nunca me paraba a pensar qué había que hacer para ganar. He ganado 48 premios y eso significa aprobar 48 exámenes. Creo que me lo he currado bastante. Pero el trabajo no me asusta. Yo vengo de trabajar en el matadero de Manresa; y luego, en una fábrica, y soy como soy gracias a eso, seguramente.

-¿Cómo es Seven Looks?
-Son Siete miradas sobre siete textos de Lorca, con siete citas de obras muy célebres. Pero son tímbricas. Cada vez me interesa más ver todo el discurso musical, incluso el melódico, en un plano tímbrico.

-¿Por qué titula en inglés?
-Es una cuestión práctica, porque mi música corre mucho fuera.

-Junto a todas las audiciones de Seven Looks, el martes la Orquesta de la Comunidad de Madrid estrena su Concierto para orquesta.
-Y la misma ORCAM me ha propuesto, además, un concierto monográfico y grabar un disco. La verdad es que en Madrid se me ha tratado bien. Soy quien soy, si es que soy alguien, por haber estado mucho aquí. Dicen que Madrid es una ciudad acogedora y es cierto.

-¿No le tratan bien en su tierra?
-Yo soy un compositor catalán, pero en Cataluña no se me hace caso. La OBC, que es la única orquesta de Barcelona, no tocó una obra mía hasta 1995. Un compositor catalán lo tiene difícil. A no ser que componga ese tipo de música tan catalana, tan suave, sin molestar. Se ve que mi música es poco suave.

Sentirse solo
-¿Si hubiera seguido usted otra línea estética, le iría mejor?
-No sé, pero me empiezo a sentir solo. Yo no sé qué música hay que hacer. En realidad, no creo que exista una música que haya que hacer, pero estoy seguro de que no hay que hacer fotocopias de Shostakovich ni del El Rey León. Ni de Ligeti, Lachenmann o Sciarrino, porque, en el mejor de los casos, seríamos un apéndice de ellos. No estoy en contra de hacer "tonalidad", pero no la de antes. Esa es la vía fácil. Como lo pudo ser en su momento el serialismo o la música espectral.

-¿Qué ventaja tiene la vía difícil?
-Digo fácil, en cuanto cómodo.

-¿Es preferible lo incómodo?
-Si queremos aspirar a ir más allá, un cierto grado de incomodidad es inevitable. Uno está cómodo cuando no tiene que pensar mucho.

-¿Usted reclama la inquietud?
-La inquietud de la búsqueda. Uno puede hacer maravillas con un lenguaje clásico o posclásico. Pero hay que buscar mucho. No basta hacer fotocopias.

-¿El XXI es de verdad otro siglo?
-Es el momento de sumar, porque quizá el XX restó mucho: "esto vale, esto no vale". Ahora pensamos, "¿por qué no?". Por otra parte, a los jóvenes todo les parece antiguo. Tanto Karlheinz Stockhausen como Richard Strauss.

-El público tiene gustos viejos, ¿será porque es viejo?
-El público es muy mayor. Las nuevas generaciones rechazan este discurso, el de Mozart tanto como el de Agustín Charles. ¿Vamos a cerrar las orquestas según se vayan muriendo sus actuales abonados? La única salvación es la música nueva.

Musicología poderosa
-Y es que un siglo después, Schünberg parece seguir siendo un tipo raro para casi todo el mundo.
-Es que el historicismo de hoy no tiene parangón. Tenemos una musicología muy poderosa que ha creado los astros del universo. Sin ella, no hubiéramos sufrido este parón. La realidad, que es implacable, lleva otro camino.

-¿Los ciclos de conciertos están anquilosados?
-No lo digo yo, lo dicen los programadores, y lo sabe todo el mundo en los países que nos llevan la delantera en este tema. Pero nadie quiere apostar por algo nuevo. Lo nuevo nos da pavor. La propia sala de conciertos, tal como está concebida, ya no nos vale.

-¿Cómo tendría que ser?
-La imagen es hoy muy importante y habría que facilitar la visualización de las cosas. El ritmo de nuestra sociedad es muy distinto y eso va a acarrear muchos problemas con la música.

-¿Le preocupa eso?
-Nada. Al contrario: si hay problemas, avanzaremos. A quien esté bien apoltronado le costará moverse, pero yo, como no tengo poltrona, no tengo problemas: me sentaré donde haga falta.

-¿Lo pasa usted bien componiendo? ¿Le divierte lo que hace?
-Me siento un privilegiado. Hago lo que me apetece. Encima, la gente me aprecia y me dice que lo hago bien. Mi música es tan optimista como yo.

-¿Por qué escribe libros, además de componer?
-Me gustaría que los que ahora empiezan no sufran las carencias que yo sufrí. Además, basta ya de denostar lo nuestro. Los españoles hemos hecho cosas muy buenas y es bueno que se analicen y se conozcan. Yo aporto mi granito de arena con todo el rigor de que soy capaz.

-Es usted profesor de composición en Zaragoza y Barcelona. ¿También disfruta de esto?
-Me gusta enseñar, pero me gustaría poder dar menos clases. Llevar veinte alumnos, veinte historias en la cabeza, es mucho. Además, mis clases de composición son muy tensas. Me implico mucho.

-¿A quién valora como maestro?
-He ido a clases de muchos, pero solo he tenido un maestro: Franco Donatoni. Con otros he aprendido cosas; Donatoni me hizo reflexionar. Me preguntaba siempre "¿por qué?". Gracias a él, hoy soy un poquito más listo. Por lo demás, me considero autodidacta. Mi formación analítica me la he hecho yo. Invertí mucho dinero, muchísimo dinero de los premios que ganaba, en comprar partituras. Yo tengo una biblioteca de casi 4.000 partituras.

No ser artista
-¿Tiene alguna idea de qué es el arte y para qué sirve?
-Yo no soy artista. ¡La idea del artista ha sido tan ambiciosa y tan pretenciosa! Un espíritu te otorga un don, ¡eres artista!, y te vuelves infinito, dios, y no mueres nunca. ¡Cuánta petulancia! Yo me conformo con que me escuche alguien ahora. A lo mejor, algún día, resulta que he hecho una obra de arte, pero tampoco me importa demasiado, porque vivir con ese peso, "ser artista", debe ser muy duro, ¿no?

-¿Para qué sirve la música?
-Probablemente para nada. Es una modulación del ruido.

-¿En qué consiste el oficio de compositor?
-Para mí el oficio no es saberse registro del clarinete o saber si una nota pesa más otra. Yo pienso en Gaudí y digo que tener oficio implica dos cosas: saber todo lo que hay que saber, pero también tener esa intuición brutal que permite inventar cosas nuevas. Una sin la otra no son nada y las dos juntas hacen una obra de arte, ¿no?

-Siempre acaba usted hablando de Gaudí.
-Es que intento ser un arquitecto del tiempo. Soy un maniático del tiempo, de disponer las cosas en él con precisión.

-¿Es lo mismo el oficio que el talento?
-¿Acaso hay un gran oficio sin un gran talento? Son inseparables.