Los 50 son los nuevos 40 que son los nuevos 30 y etc, etc... La vida sigue siendo corta pero el mundo moderno aspira a que como dice la canción seamos "forever young", o sea, siempre jóvenes.
¿Despreciamos la madurez por una ilusión falsa de juventud eterna o tenemos derecho a no ser "viejos" como en los viejos tiempos y seguir soñando con disfrutar de la vida? ¿Qué pasa con enamorarse?
En Mi amiga Eva, el director Cesc Gay (Barcelona, 1967) nos muestra la grandeza, pero también las miserias, de un nuevo paradigma que en el mejor de los casos nos libera y en el peor nos condena a una inmadurez interminable.
La protagonista es Eva (Nora Navas), una ejecutiva de una editorial que en un viaje de trabajo en Roma conoce a un guionista argentino (Rodrigo de la Serna) que remueve su mundo interior.
Feliz pero aburridamente casada con un informático (Juan Diego Botto), Eva siente que cuando alcanza los 50 el reloj comienza a acelerar el movimiento de sus manillas y el tiempo se le escurre entre las manos sin remedio.
Célebre por películas como la hoy mítica Krámpack (2000) y títulos como En la ciudad (2003), Una pistola en cada mano (2012), la ganadora del Goya Truman (2015) o Sentimental (2020), Cesc Gay sigue contando historias de "gente corriente" enfrentada a sus miedos, amores, ilusiones y frustraciones.
En Mi amiga Eva, la desorientada Eva, emprende un camino sin marcha atrás, un camino que provocará incomprensión en su entorno y dolor personal pero que también abrirá una pequeña luz en el camino de una vida más libre y plena.
Pregunta. La protagonista siente que su mundo se tambalea al cumplir los 50. ¿Alcanzar esa edad puede tener un efecto catártico?
Respuesta. Esas cifras redondas pesan, aunque sea absurdo, porque no hay tanta diferencia entre 46 y 50. Pero psicológicamente te colocan en un lugar nuevo. Te replanteas cosas, piensas si tienes la vida que quieres o si estás donde te gustaría estar. Y creo que eso es bastante universal, le pasa a mucha gente en esos momentos de cambio. Al final, como le ocurre a Eva en la película, se trata de ver si tienes la valentía, o la imprudencia, de atreverte a mover las piezas de tu vida.
P. ¿De dónde nació la idea de Mi amiga Eva?
R. Tenía ganas de escribir un personaje femenino protagonista, cosa que nunca había hecho en esta dimensión. Y empecé a escuchar historias de mujeres que me sorprendieron mucho. No eran mujeres que se marchaban del matrimonio porque había maltrato o porque habían conocido un gran amor, sino que simplemente decían: "quiero otra vida, ya no contigo". Y lo hacían con familias, casas, hijos, parejas estupendas al lado. Pensé: "qué atrevidas".
»Y me di cuenta de que eso es algo que han conquistado las mujeres. Hace treinta años no pasaba. Antes alguien se iba porque la relación era un desastre o porque aparecía un romance loco. Ahora hay mujeres que dan ese paso porque sí, porque quieren otra vida. Y me pareció muy interesante retratar eso.
P. ¿Cómo construyó a Eva como personaje?
R. Lo primero que tuve claro es que no debía ser alguien firme y contundente que dice: "me voy, adiós". No. Eva está llena de dudas. Ella misma, en una escena, dice: "No me esperaba esto de mí". Esa frase la define. Es la sensación de hacer algo que te sorprende a ti misma, de no reconocerte. Y desde ahí trabajamos con Nora Navas: desde la fragilidad, la inseguridad, el miedo. Por eso miente tanto: no porque sea manipuladora, sino porque improvisa, intenta salir del paso, aún no sabe cómo nombrar lo que le pasa.
P. ¿Entonces Eva no es una mentirosa, sino alguien frágil?
R. Exacto. Ella dice pequeñas mentiras todo el rato, pero no como estrategia, sino porque está perdida. Todos lo hacemos: dices algo por despiste, para quedar bien, para salir del paso… y luego ni recuerdas por qué lo dijiste. Ella funciona así porque está en pleno proceso interior. No manipula, pero se mete en un lío tras otro. Y eso me parecía interesante dramáticamente: cómo las pequeñas mentiras cotidianas acaban desbordándote.
"El amor a cualquier edad es un lío del que no hay escapatoria"
P. El azar parece jugar un papel importante en la película.
R. Sí, muchísimo. Me interesa esa idea de que la vida no está tan controlada como creemos. Pensamos que nuestras biografías son fruto de decisiones conscientes, pero si analizas, muchas cosas dependen de coincidencias. Vas al cine un día y te reencuentras con alguien; si hubieras ido a otra película, tu vida sería distinta.
»En Mi amiga Eva todo se desencadena así: casualidades, malentendidos, decisiones improvisadas. Me gusta trabajar desde ese lugar porque creo que refleja mejor cómo vivimos realmente.
P. ¿Quería plantear en esa "huida" de Navas una dicotomía entre una idea de "compromiso paralizante" y de "liberación atemorizante"?
R. Hay una frase que me marcó: "La vida es compromiso". Se la hice decir a un personaje porque me parecía central. Al final, ¿qué hacemos con nuestras vidas? ¿Nos dejamos llevar por la inercia, por la rutina, o damos el salto hacia lo que deseamos?
»La rutina puede ser muy agradable, te da orden, aunque no te haga feliz. Y a veces el compromiso pesa más que el deseo. Pero me interesaba ver qué pasa cuando alguien se atreve a romperlo. Y claro, una mujer que rompe el compromiso todavía hoy es juzgada mucho más duramente que un hombre.
P. ¿Influye que los hijos de Eva ya sean mayores?
R. Sí, eso era importante. Cuando los hijos ya no dependen tanto de ti, te permites pensar en ti misma. Eva quiere a su marido, quiere a sus hijos, no es una mala persona. Precisamente por eso puede atreverse a cuestionarlo todo. Pero claro, los hijos la castigan, la sociedad la castiga. Todavía vivimos en un mundo en el que se ve mal que una mujer diga: "me voy porque quiero otra vida".
P. ¿Cambia mucho la forma en que abordamos el amor en la madurez?
R. Con curiosidad. No es igual que a los 25, no tienes esos arrebatos apocalípticos, esas dopaminas locas que parecen que se va a acabar el mundo. Pero sí creo que puedes volver a enamorarte, solo que de otra manera. Me gustaba mucho la escena de la ginecóloga, cuando Eva dice que quizá lo que le falta son "hormonas del amor", como si fuera algo químico. Es patético y tierno a la vez. Al final puse una canción de Leonard Cohen que dice: "Hagamos lo que hagamos, el amor no tiene cura". Y me parecía perfecto: El amor a cualquier edad es un lío del que no hay escapatoria.
P. En la película también aparece el mundo de las apps y las citas rápidas. ¿Qué querías mostrar ahí?
R. Ese "mercado de carne" que es tan contemporáneo. Estar en Tinder es como ser un producto: si tienes pelo, si no, cuánto ganas, si estás delgado… todo medido. Me parecía curioso, casi técnico, y por eso hay una secuencia donde se encadenan citas como si fueran recados. Eva no quiere eso; su búsqueda es más romántica, aunque el deseo y la piel también pesan. Al final todos necesitamos ternura, sexo, compañía.
P. Sus películas siempre hablan de gente común, no de héroes o grandes acontecimientos. ¿Por qué?
R. Porque me interesa la cercanía. Quiero que cualquier espectador pueda verse en mis películas, que pueda pensar: "Yo podría ser ese personaje". Prefiero contar pequeñas historias de amor, de amistad, de familia, antes que escribir sobre un psicópata o una figura lejana. Me gusta trabajar desde ahí porque me ayuda a entenderme a mí mismo y a los que me rodean.
P. ¿Cómo trabaja con los actores?
R. La clave es la confianza. No me gustan los intermediarios, escribo y hablo directamente con ellos. Eso ya es empezar a dirigir. Luego leo con ellos, ensayo, conversamos mucho. No busco actores por catálogo, no pienso "quiero uno rubio y bajo", sino que busco a la persona y la voy llevando al terreno de la película. La proximidad y la complicidad son lo que hace que funcione.
P. Se suele decir que su cine está entre Woody Allen y el francés. ¿Lo ves así?
R. Eso prefiero que lo digáis vosotros. Me encanta Woody Allen, claro, porque también habla de gente normal en conflictos amorosos. Y he devorado a Rohmer, que me parecía de una autenticidad brutal. Pero intento no pensar demasiado en etiquetas: hago lo que me sale, y luego los demás ya decidirán a qué se parece.
