Pensemos el León de Oro a Jim Jarmusch más allá de la alegría común ante el reconocimiento de esta comedia inteligente y sensible sobre dinámicas familiares paralelas (una alegría que compartiréis conmigo por su estreno en España, el 24 de diciembre).
Pongámosla primero en relación a la merecedora del Gran Premio del Jurado: La voz de Hind, documental híbrido de la tunecina Kaouther Ben Hania sobre los esfuerzos de la Media Luna Roja por salvar a una niña palestina, una cinta aclamada por su evidente denuncia del genocidio palestino.
La de Kaouther Ben Hania era la opción reivindicativa y abiertamente política para salvar los muebles del jurado de Alexander Payne, quien en la rueda inaugural no se posicionó de forma abierta contra las acciones del ejército israelí ("Francamente, me siento un poco desprevenido para esa pregunta", dijo cuando se le preguntó si daría su apoyo explícito a la causa palestina, como sí hizo Juliette Binoche en el Festival de Cannes).
Este Gran Premio del Jurado, segundo puesto simbólico que en festivales se está reservando a películas de urgencia social (La semilla del higo sagrado, La zona de interés), pues, podría leerse en contraposición a un León de Oro artísticamente válido pero políticamente neutro: el cine por el cine, contra las verduras del cine social.
Sin embargo, desde la presentación de Father Mother Sister Brother, Jim Jarmusch ha sido transparente en su posicionamiento político.
El estadounidense responsable de Paterson o Flores rotas explicó las contradicciones de crear cine "independiente" amparado por Mubi, su distribuidora estadounidense participada por Secuoya, un fondo de inversión relacionado con la industria armamentística israelí.
También ha rechazado proyectar la cinta en Israel, aunque "si generalizara, tampoco podría proyectar mi película en Estados Unidos, porque la destrucción de Gaza está financiada por especuladores estadounidenses”.
Resulta excepcional el grado de transparencia y honestidad que muestra el cineasta para la prensa, en una edición especialmente marcada por los silencios y las ausencias.
George Clooney alegó problemas estomacales y sinusitis para cancelar todas sus apariciones ante la prensa, aunque luego paseó por la alfombra, y los declarados pro-israelís Gal Gadot y Gerard Butler cancelaron su visita al Lido, muy discutida por el colectivo Venice4Palestine, alegando que nunca habían confirmado su asistencia en primer lugar.
Asimismo, blanquear la obra de Jarmusch en términos sociales es creer/crear una categoría de cine apolítico que el propio realizador ha desmentido en su discurso de agradecimiento: "El arte no tiene que abordar la política directamente para ser político. Puede generar empatía y una conexión entre nosotros, lo cual es realmente el primer paso para resolver nuestros problemas. Por eso agradezco que apreciéis nuestra película tranquila”.
Un breve apunte: quienes no la apreciaron fue el comité seleccionador de Cannes, que rechazó proyectarla a Competición. El certamen francés también dijo "no" al debut de Audrey Diwan, El acontecimiento, que acabó ganando el León de Oro en 2021.
Cosecha excelente, fotografía borrosa
Formada casi por completo por grandes producciones de estudio y muy lejos del riesgo (y la imperfección) del festival de Cannes, la Sección Oficial de la 82ª Mostra de Venecia ha sido, simplemente, excelente.
La mayoría de títulos en la parrilla superaban con creces los baches anteriores de sus cineastas, y la selección ha tenido un nivel y una pluralidad de géneros y registros encomiable (que falta mejorar mucho en la paridad, eso también lo repetiremos de forma incansable).
No obstante, en este contexto de excelencia los vacíos del palmarés resuenan con una intensidad insospechada. Como si la fotografía fuera correcta, pero la tinta estuviera corrida: el mayor desajuste se produce quizás en la categoría de mejor actor.
Allí, Toni Servillo se hacía con la Copa Volpi por La grazia de Paolo Sorrentino, en su papel de político veterano, dudoso en sus seis últimos meses de mandato; una versión apaciguada de las cejas alzadas del actor de La gran belleza.
Servillo, y no Dwayne Johnson, el principal objeto del aplauso unánime de la crítica a The Smashing Machine, en que sostiene sobre una sonrisa de hierro el biopic umami del pionero de la lucha libre, Mark Kerr. La película, en cambio, se llevaba el León a la Dirección para Benny Safdie (en el escenario, incluso el propio Safdie dedicaba la estatuilla al actor).
Tampoco puede entenderse la lógica tras el galardón a Mejor Actriz, a Xin Zhilei por The Sun Rises on Us All. Primero, reconocer su papel en el melodrama de Cai Shangjun como mujer torturada implica premiar de nuevo el sufrimiento hiperbólico femenino por supuesto garante de calidad.
Además, Xin Zhilei es una estrella de amplio recorrido en blockbusters asiáticos (recientemente la vimos en Blossoms Shanghai, de Wong Kar-wai) para quien el trofeo sólo puede resultar de un provecho simbólico, que no comercial.
Sí se beneficiarían de la marca veneciana cintas con un recorrido asegurado en Europa y, por qué no, con papeles de una complejidad mucho más gustosa que la abnegación china: de la paleta impresionante de registros de Valeria Bruni Tedeschi como Eleonora Duse para Pietro Marcello (Duse) al portento de una entregadísima Amanda Seyfried en The Testament of Ann Lee, de Mona Fastvold. Son vacíos que retumban.
Sí ha sido reconocido, y de forma generalizada, el poco cine español presente en la Mostra.
El Mejor Guion de la Sección Orizzonti era para La hiedra de Ana Cristina Barragán (uruguaya, pero coproducida con la barcelonesa Boogaloo), mientras que Estrany riu de Jaume Claret Muxart y Anoche conquisté Tebas de Gabriel Azorín eran premiadas por el Jurado Independiente del Bisato D’Oro, a la Mejor Contribución Artística, y al Guion y Fotografía, respectivamente.
Ojalá la buena imagen que en Venecia se ha arrojado sobre nuestro cine, junto con el pasado León de Oro a Pedro Almodóvar, abran la puerta al cine español dentro de la Competición.
