Es lo que le ocurre a Carla Nowak (Leonie Benesch), una profesora de secundaria que parece disfrutar de su primer trabajo y que siente ciertos reparos con la manera en la que la dirección del centro y algunos maestros gestionan los problemas con los alumnos, con prácticas demasiado intrusivas y coercitivas.

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Tratando de resolver el misterio de algunos robos, y sospechando de sus propios compañeros, Carla dejará en la sala de profesores su cartera repleta de billetes y la cámara de su ordenador encendida (algo cuestionable a nivel legal). Grabará a la que parece ser la conserje (Eva Löbau), madre a su vez de uno de los alumnos, echando mano de su dinero y, tras denunciarla, se generará una crisis en el instituto, cuya gestión pondrá a Carla en el punto de mira de unos padres y estudiantes indignados y en pie de guerra.

La cámara de Ilker Çatak (Berlín, 1984), director hasta ahora inédito en España a pesar de que Sala de profesores es su cuarta película, sigue de manera rigurosa durante todo el metraje a la protagonista, sin que en ningún momento abandonemos el recinto escolar.

Así, y a pesar de que la historia se desarrolla a lo largo de varios días, nada sabremos de la vida de Nowak más allá de su trabajo, ni tendremos más acceso que a su perspectiva sobre la historia. Sin embargo, Sala de profesores, que triunfó en los Premios Lola –los Goya alemanes–, aspira al Oscar a mejor película internacional y fue galardonada en la Seminci por su montaje, está plagada de fuertes contradicciones.

Çatak parece buscar un enfoque eminentemente realista en los primeros compases de su retrato de la institución educativa, con una apuesta cercana al cine social. Sin embargo, introducirá un par de secuencias oníricas que nos sumerjen en el subconsciente de Nowak. Algo completamente innecesario y que apenas aporta nada.

Un tenso thriller

La película pronto adopta las formas de un tenso e impactante thriller y el director, entregándose a un efectismo cargado de giros de guion, llevará el relato a un callejón sin salida, siendo incapaz de resolver la narrativa.

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Al final, Sala de profesores pasa de ser un acercamiento interesante a los mecanismos de poder que vertebran nuestra sociedad en la actualidad a un filme que tan solo busca epatar a los espectadores. Eso sí, la actriz Leonie Benesch aguanta el acoso de la cámara de Ilker Çatak con una innegable entereza.