Combinando con tino los ingredientes del drama intimista y el thriller procesal, Upon Entry (La llegada) no da respiro ni a sus protagonistas ni al espectador. Concebida como una fábula kafkiana con una dosis extra de psicologismo, la película sumerge a una pareja común –un urbanista venezolano y una bailarina barcelonesa– en el desangelado limbo de la zona de inmigración del aeropuerto de Nueva York.

La pareja viaja a “la tierra de las oportunidades” con la mochila llena de ilusión y unos visados en regla, pero desde sus primeros compases el filme se encarga de echar agua al vino: el hombre parece más nervioso de lo normal, en una radio se comentan las políticas antiinmigración de Donald Trump, y los directores de la cinta –Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasquez, venezolanos afincados en Barcelona– imponen un principio claustrofóbico al privilegiar las localizaciones cerradas e impersonales.

Una ópera prima notable, Upon Entry se hace fuerte en la finura de sus diálogos, cargados de matices, y en la buena dirección de una pareja de actores en estado de gracia: Alberto Ammann, representando el vértigo ante la posibilidad de perderlo todo en un instante, y Bruna Cusí, quien transita con enorme verosimilitud de la desnudez emocional al hermetismo, de la candidez a la autoprotección.

La riqueza de los estudios de personalidad y la fluidez en el desarrollo dramático de las situaciones podrían hacer pensar en Upon Entry como en un ejemplo meridiano de buen cine teatral, pero eso supondría desestimar la óptima labor de puesta en escena que desempeñan Rojas y Vasquez.

En un duro interrogatorio a manos de la policía aduanera, el personaje de Ammann hace una confesión que deja en shock a su pareja. La expresión de desconcierto y disgusto de Cusí es filmada por la dupla de directores en primer plano y desde una perspectiva nueva, generando un encuadre inédito y sorpresivo en la planificación de la larga secuencia.

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En su retrato de la vulnerabilidad del individuo frente a la fuerza deshumanizadora de la maquinaria burocrática, Upon Entry acaba confeccionando un denso microcosmos de tensiones geopolíticas, raciales y de género. ¿Hasta qué punto las uniones interraciales hacen aflorar, a su alrededor, actitudes de corte xenófobo? ¿Qué prejuicios sociales se activan cuando, en una pareja binaria, es la mujer quien se constituye como el sostén financiero de la unidad familiar? ¿Es posible escapar a la arrogancia imperialista y a los complejos de inferioridad impuestos por la jerarquía política global?

Todos estos interrogantes conforman el fértil sustrato ideológico a partir del cual Rojas y Vasquez estudian los pactos de confianza que dan solidez a cualquier relación de pareja. El dúo ha explicado que la trama de Upon Entry está inspirada parcialmente en experiencias personales. Dada la naturaleza casi esperpéntica de ciertos pasajes demuestra una vez más que la realidad siempre supera a la ficción.