Florence Pough en 'The Wonder', de Sebastián Leilo

Florence Pough en 'The Wonder', de Sebastián Leilo

Cine

Sebastián Lelio calienta San Sebastián con 'The Wonder', un poderoso alegato contra el fanatismo

El director de 'Gloria' y 'Una mujer fantástica' triunfa con una historia ambientada en Irlanda a finales del siglo XIX, con una fascinante Florence Pugh que representa la racionalidad frente al pensamiento mágico

22 septiembre, 2022 20:26

Libros adaptados al cine de manera exitosa como Las cenizas de Ángela, memorias de Frank McCourt, o Brooklyn, de Colm Tóibín, nos han mostrado la pobreza de una Irlanda castigada por las hambrunas y su eterno conflicto con los ingleses. The Wonder, dirigida por el chileno Sebastián Lelio, ganador de un Óscar a la mejor película extranjera por Una mujer fantástica (2013), nos traslada a uno de los momentos más duros de su historia, 1862, cuando el país atraviesa una terrible hambruna. Como cuenta una mujer en el filme, tiempos en los que la gente se encerraba en sus casas y sellaba las puertas con clavos para que nadie viera cómo caían muertos por la calle.

En plena debacle, en la región apartada de los Midlands, aparece una “niña santa” que deslumbra a los irlandeses. La joven tiene unos 12 años y según parece creer todo el mundo, lleva cuatro meses sin comer. Para comprobar si tal “milagro” es posible, un comité de notables locales (el médico, el párroco, el alcalde, etc.) convocan a dos enfermeras, una laica (Florence Pugh) y una monja, para que vigilen a la niña las 24 horas y comprueben si come o no come.

Estamos en una película, como se subraya al principio en una introducción con los decorados a la vista, y ya se sabe que en las películas estamos dispuestos a creer que los demonios poseen a personas, los extraterrestres campan a sus anchas por el mundo y los hombres vuelan. Sin embargo, esta no es una película sobre lo fantástico de la vida sino precisamente sobre lo contrario, sobre la victoria de la cruda realidad que siempre va a producirse cuando se confronta al pensamiento mágico. Se supone que es algo que tenemos claro en Occidente como mínimo desde Descartes, los propios griegos ya hablaban del paso de lo supersticioso a lo racional, pero nuestra propia época parece confirmarnos que ese salto no está ni mucho menos asegurado.

The Wonder no es una película contra la religión sino contra el fanatismo. Trata sobre la destrucción que causa la sustitución y manipulación de los hechos para convertirse en fantasías que nos procuran algún tipo de calor espiritual. No hay ninguna diferencia entre esos padres fanáticos de la película que quieren mandar a su hija “al cielo” porque Dios mata más jóvenes a los mejores para que sean sus “ángeles” y los pobres padres rusos que mandarán a sus hijos a una guerra absurda porque creen que sigue habiendo nazis en Ucrania. En tiempos de fake news, de teorías disparatadas en Internet y de exageraciones y calumnias, The Wonder nos recuerda el valor irrefutable de la realidad, la vigencia absoluta de la verdad frente a la mentira.

Existe, también, un aspecto complejo y sumamente interesante en la película. Normalmente, en la narrativa irlandesa, los ingleses son los malos y ellos las víctimas. Lo vemos, por ejemplo, en la producción de un inglés como Ken Loach, El viento que agita la cebada (2006), ganadora de la Palma de Oro, o en títulos célebres como Michael Collins (Neil Jordan, 1996) o En el nombre del padre (1993, Jim Sheridan).

En este sentido, el hecho de que la protagonista del filme, esa enfermera desesperada por la locura homicida de los irlandeses, sea inglesa supone una vuelta de tuerca interesante con resonancias en el mundo actual a mayor escala. No se trata de que los irlandeses “merezcan” su pobreza porque no la merece nadie, pero sí plantea el eterno conflicto entre el primer y el tercer mundo con un matiz interesante que va más allá de la consabida dialéctica de agresor y víctima. O sea, que la miseria de esa Irlanda, y hoy de muchos países, está sobre todo relacionada con la falta de educación, o más bien la pura ignorancia, en parte debida a una estructura de poder interesada en que nada cambie.