Venecia hoy se ha rendido a los pies de una Ana de Armas en estado de gracia. La actriz, estrella emergente y última mujer Bond, dice sentirse muy cercana a la figura de Marilyn Monroe, a quien da vida en el biopic de Andrew Dominik: “Estar en los mismos lugares que ella, rodando en su casa... tenía una sensación muy fuerte, había algo en el aire —asegura De Armas—.

Ella aprobaba lo que estábamos haciendo. No quería protegerme de eso”. Y ha añadido: “Hice esta película para impulsarme y porque pensé que era un regalo para mí misma; no la hice para que los demás cambiaran su opinión sobre mí. Pase lo que pase, es la experiencia que me llevo. Cambió mi vida, sea como sea”. Desde aquí la celebramos como una de las mejores interpretaciones de esta temporada cinéfila.

Marilyn Monroe por Andrew Dominik

Ana de Armas en el Festival de cine de Venecia

Andrew Domink adapta la novela homónima de Joyce Carol Oates, un cruce de episodios reales en la vida del icono, con fragmentos de su diario personal, con interludios de ficción cruel y marcada por una violencia grotesca. Dominik monta una película difícil y caótica, que viaja hasta la infancia de la estrella, aún bajo el nombre de Norma Jeane, para explicar la tumultuosa década de auge de la estrella antes de su rápida decadencia y muerte, de 1952 a 1962.

Cosida a base de retazos, yuxtaponiendo imágenes en blanco y negro y en color, con distintos anchos de pantalla, Blonde se ve diferente en cada corte; se multiplica y vuelve irreal. Veremos a Marilyn a través de la estética relamida de la publicidad, o filtrada por el grano de una cámara analógica, o filmada bajo luces saturadísimas, que queman el cuadro. Dominik se pregunta sobre el propio lenguaje del biopic y su legitimidad: ¿qué prisma toca escoger para mirar a la máxima icono del siglo XX?

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Por otra parte, el Ciudadano Kane de Ana de Armas y Andrew Dominik se extiende como un elaborado proceso de tortura hacia Marilyn, una De Armas que hace de auténtica artesana del dolor contenido. La película visibiliza a todas las agresiones y abusos que sabemos (o intuimos) que sufrió a lo largo de su vida, en las que nos inserta a través de una ineludible primera persona.

El espectáculo es nauseabundo, nos obliga a reconsiderar qué pasamos por alto a la hora de hablar de los hombres que la conocieron (no solo el maltratador Joe DiMaggio, también el Arthur Miller de Adrien Brody y el mismo presidente Kennedy). Da la vuelta a una sonrisa perfecta, pero que no podremos desarraigar ya de un dolor profundo. Aunque en ocasiones la película raye el sensacionalismo, esperamos que los debates que enciendan sirvan para reabrir cuestiones importantes acerca de la imagen, sus potencias y su responsabilidad.

La Roma de la sequía

El director de El capital humano presentaba fuera de competición Siccità, una comedia ácida del todo cruzada por los “tiempos interesantes” en que vivimos. Virzì inventa una Roma donde no llueve desde hace tres años y donde la escasez de agua ha trastocado la normalidad de sus habitantes: los grifos ahora funcionan solo en momentos puntuales del día y la sociedad se ha dividido entre quienes repartirían el agua restante con animales y plantas, y quienes preferirían no hacerlo. A falta de doce días para que se detenga el suministro público a las personas sin residencia, la sociedad parece a punto de saltar en pedazos, en cualquier momento.

En la Roma de Virzì, decadente y amarilla, viven un taxista afectado por la enfermedad del sueño, un actor recluido obcecado con su reputación como autoinstaurado experto en la crisis actual, un expresidiario que se ve obligado a morar por unas calles que lo rechazan... Virzì pone en movimiento a un coro de personajes de todas las edades y clases, cuyas historias pequeñas se entrecruzarán en un cóctel algo patoso, que quiere dar lecciones acerca de la Humanidad, pero las formula desde un humor carca, muy boomer. Su película, de grandes opiniones y pocas ideas nuevas, nos recuerda por qué las ficciones pandémicas nunca arraigaron.

El puzle tras ‘La flor’

Sí debemos agradecer a la pandemia que nos regalara el tiempo para ver las catorce horas de La flor, magnífica película antológica de Mariano Llinás. Llinás forma parte de El Pampero Cine, un colectivo en Argentina que organiza producciones originales y de muy bajo presupuesto. El último proyecto de El Pampero lleva a Laura Citarella, productora de La flor como directora, a Llinás detrás del guion y a Laura Paredes (la pareja de Llinás, a quien vimos en Competición como dolida testigo en Argentina, 1985) como protagonista.

Trenque Lauquen cumple los dos requisitos indispensables de las películas de El Pampero: es tan larga (son dos partes que suman más de cuatro horas) como juguetona (las cuatro horas pasan volando). La movilizan dos hombres (Ezequiel Pierri y Rafael Spregelburd) que se lanzan a la carretera a buscar a la mujer a la que ambos aman (Paredes).

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Durante el camino, van a recuperar una serie de recuerdos, anécdotas y evocaciones que harán de su viaje un patchwork de ficciones diferentes, todas chisporroteantes de creatividad. En el hervidero cabrá la correspondencia de un romance fallido, el secreto detrás de un pueblo regido por un incidente sobrenatural y el misterio de una llanura que no deja de extenderse y devorarlo todo. El cine de El Pampero es original y divertido, una auténtica joya a descubrir.