Mariano Barroso (San Justo Desvern, Barcelona, 1959) está pasando la cuarentena encerrado en su casa de Torrelodones, dando los últimos retoques a La línea invisible, la miniserie de seis capítulos sobre los orígenes de ETA que lanza Movistar + el próximo 8 de abril. Es la segunda producción episódica que el presidente de la Academia de Cine dirige para esta plataforma tras El día de mañana (2018), y su tercera incursión consecutiva en la teleficción después de Criminal (2019), proyecto internacional de Netflix en el que se encargó de los tres capítulos que transcurrían en España. “El mundo de las series me permite hacer algo que me fascina: desmenuzar a los personajes capa a capa”, explica el director de Los lobos de Washington (1999). “El trabajo con los actores te facilita la oportunidad de indagar en los personajes, descubrir en ellos nuevas facetas. Las películas, por una cuestión de metraje, se tienen que ceñir más a tramas cerradas. Además, la gente consume ahora muchas series y, por ello, hay más demanda y también una gran producción. Aun así, no renuncio a los largometrajes. Tengo un par de proyectos en desarrollo, pero la financiación es bastante más compleja y cuesta más. Aunque ahora tampoco es el mejor momento para pensar en ellos”.

La industria del cine, como bien sabe el presidente de la Academia, se encuentra en un impass de consecuencias imprevisibles por culpa del maldito coronavirus, que ha detenido por completo su pesada maquinaria. “Esto va a acarrear grandísimas pérdidas”, asegura Barroso. “Se han paralizado todos los rodajes, lo que implica muchísimos puestos de trabajo destruidos. Además, están en riesgo todas las plantillas fijas de las productoras, de las distribuidoras y de los exhibidores. Por otra parte, más de 50 películas están pendientes de estreno y ahora mismo no se sabe cuándo podrán verse”.

La trampa del cine español

Ese es el gran drama del cine español en estos momentos. Mientras que en Hollywood una major como Universal ha reaccionado y ha comenzado a estrenar filmes como La caza (Craig Zobel) o Emma (Autumn de Wilde) en plataformas digitales sin pasar antes por las salas –algo que en España también hará A contracorriente con películas extranjeras como Vivarium (Lorcan Finnegan)–, las producciones españolas que cuentan con ayudas están obligadas a pasar antes por las salas, según estipula la Ley del Cine. Pero esas salas estarán cerradas hasta nueva orden. “He hablado con el ministro de Cultura y están intentando flexibilizar estas normas para que se puedan estrenar las películas si se alarga la cuarentena”, explica Barroso. “Pero no todas las películas quieren renunciar a estar en festivales o en los cines. Y no todas las películas tienen acuerdos cerrados con plataformas, y si los tienen muchas veces estos acuerdos no cubren los gastos. Es una situación muy compleja”.

Pregunta. ¿Se debería aprovechar esta crisis para adaptar la Ley del Cine a un presente en el que las plataformas son cada vez más importantes, tanto en la producción como en la exhibición?

Respuesta. Decidir o promover algo de esa envergadura en un momento de tanta incertidumbre sería muy aventurado. Creo que hay que esperar y ver en qué acaba todo esto. Ahora mismo se trata de sobrevivir como individuos, como sociedad y después como sector. No sabemos cuánto va a durar esto, si uno o dos meses o un año. Mariano Barroso

P. ¿En qué está trabajando la Academia durante la cuarentena?

R. Ahora mismo estamos trabajando en organizar actividades abiertas a quien quiera participar. Cada dos días tenemos encuentros con directores y actores en nuestra cuenta de Instagram, por la que ya han pasado Álex de la Iglesia, Isabel Coixet, Icíar Bollaín o Paco León y tratamos de mantener activa la web. Eso es todo lo que podemos hacer porque la sede está cerrada. Pero cuando todo acabe, todos los agentes que formamos parte del sector vamos a tener que arrimar el hombro para que todo vuelva a la normalidad.

“En nuestro pasado reciente todavía hay muchas cosas que se tienen que abordar en la ficción y es el momento de hacerlo”

Barroso ha tenido la suerte de que el estado de alarma se decretara cuando solo le faltaba rematar la mezcla de sonido de los últimos capítulos de La línea invisible –algo que ha podido hacer desde su casa gracias a los milagros dela red– y no en mitad de un rodaje, como a muchos de sus compañeros. Mientras se dispone a afrontarla promoción desde su sala de estar, aprovecha para ponerse al día en la obra del escritor norteamericano Philip Roth, ya sea leyendo Engaño o viendo la adaptación de La conjura contra América que ha firmado David Simon para la HBO. Para un hombre acostumbrado al movimiento perpetuo, no debe ser sencillo permanecer encerrado en su casa. “Como ha dicho la escritora Léa Vélez, el coronavirus nos ha llevado al rincón de pensar, nos ha puesto a hacer lo que siempre evitamos: una meditación obligatoria. Yo intento compararme con la gente que está sufriendo y no me puedo quejar. Aparte de los sanitarios y de todas las personas que están trabajando por la supervivencia de los demás, a los que habrá que darles 100 o 200 goyas cuando esto termine, hoy ser un héroe consiste en realizar un acto tan básico como quedarse en casa”.

Villanos y antihéroes

La trama de La línea invisible está plagada más bien de villanos o antihéroes, de personajes que creen estar en el lado correcto de la Historia y acaban cayendo en el estiércol de la violencia y el horror. Es lo que ocurre con Txabi Etxebarrieta (Àlex Monner), el hombre que acabó con la vida de José Antonio Pardines, la primera delas 853 víctimas de ETA. Abatido poco después por la Guardia Civil acabó convertido en un mártir de la organización. “Ni siquiera en los dibujos animados vemos personajes de una sola dimensión, todos tienen muchas capas. Tony Soprano puede mostrar una sensibilidad especial con su amante, mientras en su cabeza está decidiendo que va a matar a alguien. Todo es muy complejo y todo cabe dentro del ser humano. Es tremendo, pero es así”, asegura Barroso. “Según toda la documentación, Etxebarrieta era un tipo brillante, un poeta con gran magnetismo y capacidad de liderazgo que llegó a ponerse al frente de la organización terrorista sin que lo hubiera buscado realmente, por influencia del entorno y de todos los que le rodearon. Pero él fue quien propició en la V Asamblea que ETA adoptara el camino de la lucha armada dejando atrás a todos los que estaban en contra, al sector sindicalista”.

P. ¿Qué le atrajo del guion escrito por Alejandro Hernández (Mientras dure la guerra, 2019) y Michel Gaztambide (Gigantes, 2018-2019)?

R. Me parecía fascinante la posibilidad de indagar en el origen de ETA, en ver cómo las buenas intenciones se van torciendo para dar lugar a la tragedia de un pueblo. Y me parecía que era una historia muy poco conocida que ha marcado y condicionado a varias generaciones. En nuestro pasado reciente hay muchas cosas que todavía se tienen que explorar y narrar y con el boom de producción de series es el momento adecuado de hacerlo.

“Para rodar el origen de ETA había que abstraerse de lo que sabes que ocurrió después, tratar de no mirar a los personajes a través de todo el peso de la historia”

P. ¿Cuál fue el caldo de cultivo que propició que ETA se pasara a la violencia?

R. No hay una respuesta del todo lógica a esto, aunque quizá hay que fijarse en el contexto histórico, social y político. Coincidió que estos jóvenes vivían en una dictadura muy represiva y que a nivel mundial comenzaba el auge delas guerrillas latinoamericanas y africanas, se empezaba a formar el mayo francés... Todo esto combinado con el sentimiento nacionalista y sindicalista dio lugar a la violencia. Pero lo

interesante es bajar este mundo a la altura de las personas, más allá de los hechos y de las cifras
, y tratar de entender sus motivaciones, sus anhelos y sus sueños.

P. ¿Qué reto le planteaba la serie en ese sentido?

R. Había que abstraerse de lo que sabes que ocurrió después, es decir, tratar de no mirar a los personajes a través de todo el peso de la historia que tuvo lugar después. Los que participaron en el origen de ETA no sabían lo que iba a pasar. Eran unos chavales jóvenes, universitarios y trabajadores de veintipocos años. Esa es la realidad. Otra cosa es que cuando se desató la espiral de violencia nadie pudo, supo o quiso pararla.

Alex Monner es Txabi Etxebarrieta. Foto: Lisbeth Salas

P. La serie también retrata a Melitón Manzanas (Antonio de la Torre), el despiadado Jefe de la Brigada Político Social de San Sebastián, víctima del primer asesinato premeditado de ETA.

R. Torturó a centenares de personas en aquella época. Irónicamente, en otra de esas contradicciones que marcan la vida, era euskaldún mientras que Etxebarrieta no hablaba euskera. Era un tipo muy arraigado en Irún, vivía allí, y según cuentan era muy campechano y al mismo tiempo era un torturador nato.

Revisando el franquismo

Como ya hiciera en El día de mañana, serie basada en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón sobre un buscavidas en la Barcelona de los años 60, Mariano Barroso se interna en el drama y los agujeros negros del franquismo sin renunciar a una parte más lúdica y cinematográfica, dando rienda suelta al thriller y la acción en buena parte del metraje. Para ello no solo cuenta con el músculo de la cuidada producción de Movistar + sino también con un plantel de actores que combina a intérpretes consolidados como De la Torre y Asier Etxeandía con un grupo de jóvenes que en algunos casos ya han dado sobradas muestras de su talento, como Anna Castillo (Goya a la mejor actriz revelación en 2017 por El olivo) y Enric Auquer (premiado este año por la Academia como mejor actor revelación por Quien a hierro mata).

P. La serie se puede entender como un drama, pero también tiene una parte importante de thriller y de acción…

R. La tensión, el suspense y la intriga son algunas de las herramientas que a mí más me fascinan para narrar en una película. Y en esta serie hay muchos elementos del thriller clásico: guerra de bandas, una investigación policial, gente que huye, persecuciones, planificación de golpes… Pero en el fondo yo creo que hablamos de la tragedia de un pueblo dividido en dos mitades, de la incapacidad de empatizar con el otro y de la banalización del daño y el dolor ajeno.

P. ¿Se han inspirado en alguna película o serie?

R. Me impresionó mucho en su momento la serie Carlos (Olivier Assayas, 2010), pero al final un director está influido por todo el cine que ve y ha estudiado a lo largo de los años.

“El mundo de las series te permite desmenuzar a los personajes capa a capa. Las películas, por una cuestión de metraje, se tienen que ceñir más a las tramas"

P. ¿Le preocupaba haber abordado una temática tan sensible?

R. La verdad es que hemos buscado introducir cierta ironía en los momentos dramáticos para llegar a zonas más duras o crueles, pero siempre con cuidado porque, como bien dices, es un material complejo. Es la ocasión perfecta para que te den por todas partes. Sin embargo, creo que la clave ha sido centrarnos en el aspecto más humano de los personajes en vez de en la parte más documental. La línea invisible es tan solo una versión de lo que ocurrió, y hay tantas versiones como personas vivieron aquello o lo escucharon. Nuestra serie es una versión basada en personas reales que existieron.

Foto: Lisbeth Salas

P. ¿Cómo valora la situación en el País Vasco desde la disolución de ETA?

R. Ya no hay muertos ni violencia y solamente eso ya es un cambio de negro a blanco. Aunque sigue habiendo heridas sin cicatrizar. Reconstruir una paz de verdad llevará tiempo porque hay mucho dolor contenido. Y sigue habiendo mucho silencio, cosas que no se han hablado y que están sin resolver.

P. ¿Qué tal se desarrolló el rodaje de la serie?

R. Ha sido complejo, pero no me gusta hablar de los problemas de los rodajes porque me siento un privilegiado. Hemos tenido a un equipo fantástico en todos los departamentos que se dedicaban a reconstruir la época. Pero la verdad es que no se puede decir que rodar en el País Vasco sea fácil porque hay elementos que aportan cierta inestabilidad, como el clima ola geografía.Ha sido un rodaje intenso de cuatro meses por Guipúzcoa y Vizcaya, y también en Navarra, pero hemos tenido la suerte de contar también con la ayuda de la población local.

@JavierYusteTosi