Gary Oldman interpretando a Churchill en una de las escenas de El instante más oscuro

Será que después de la catástrofe del Brexit los británicos no están muy contentos consigo mismos y necesitan darse ánimos o será cualquier otra cosa, pero la realidad es que, tras una larga serie de películas sobre los Windsor (verdadera obsesión del cine inglés desde The Queen, de Stephen Frears en 2006, a la que se ha apuntado Netflix), ahora le toca a Churchill, cuya obra y milagros vemos por tercera vez en pocos meses en El instante más oscuro. En esta ocasión, un henchido Gary Oldman es el destinado a revivir al mandatario cuando le encargaron formar gobierno en "el instante más oscuro" de la historia del país, a punto de ser invadidos por unos nazis pletóricos que ya habían conquistado media Europa. Las dos películas anteriores y recientes sobre el personaje han sido el Dunkerque de Christopher Nolan, en el que más que al primer ministro veíamos su obra, y la propia Churchill, de Jonathan Teplitzky, con Brian Cox en la piel del orondo líder británico.



Sobredosis de Churchill, por tanto, y si en la película con Cox como protagonista lo veíamos contra las cuerdas aquí lo volvemos a ver acorrolado aunque en un momento muy distinto. El filme de Teplitzky está ambientado en el final de la II Guerra Mundial, cuando el líder británico se opuso al desembarco de Normandía sin éxito, mientras El instante más oscuro arranca exactamente con el mandato del propio Churchill, que alcanza el poder después de una moción de censura a Neville Chamberlain y contra la opinión de su propio partido, el conservador, que solo le apoya porque es el único candidato que acepta la oposición. A Churchill, por lo que vemos, no lo quiere ni el propio rey, que desconfía de él y asegura sentirse amedrentado por su exuberante personalidad.



Hay, como mínimo, una cosa curiosa en esta película y es el hecho de que pocas veces vemos un filme en el que el héroe no decide hacer la paz sino la guerra. Lo que cuenta El instante más oscuro es lo mismo que el Dunkerque de Nolan pero visto desde Downing Street y no desde una playa del norte de Francia. O sea, el momento en el que el ejército británico se quedó encerrado como en una ratonera en esa localidad mientras Hitler amenazaba con invadir Inglaterra, como ya había hecho con casi todo el continente, provocando una devastación infinita. Y en ese momento, el líder decide no acceder a ningunas conversaciones de paz con los alemanes, como quieren sus muchos enemigos, y plantar guerra porque considera que dialogar con el demonio es demostrar debilidad.



Churchill, al que la historia recordará eternamente como el hombre que hacía el gesto de la victoria con los dedos, se convierte en la piel de un entregadísimo Gary Oldman en un ser casi morbosamente real. Gordo y aficionado sin mesura a los puros, el actor se entrega a la recreación del personaje de una forma tan meticulosa, empezando por el tono de voz, que por momentos se convierte casi en el protagonista de la propia película, como si el peculiar soniquete gangosillo y enérgico de aquel hombre gordinflón resumieran todo el espíritu del asunto. No hay gesta fácil y el hombre acorralado por sus enemigos y con un físico improbable acaba venciendo contra viento y marea.



Dirigida con acertado pulso por Joe Wright, cuyo buen oficio conocemos gracias a filmes como Orgullo y prejuicio (2005) o la serie Black Mirror, El instante más oscuro es una cinta vibrante, en la que además de disfrutar de la función de Oldman también podemos ver el brillante trabajo de Kristin Scott Thomas como su abnegada e inteligente esposa. Operística y grandiosa en todos los sentidos, la película es un espectáculo digno de ser visto.







@juansarda