Fotograma de El ciudadano ilustre, de Mariano Cohn y Gastón Duprat

Los festivales de cine suelen ser lugares seriotes en los que uno ve a las nueve de la mañana una película sobre tullidos serbios y a las doce un drama sobre sordomudos. La Seminci, con su larga tradición de cine social, no escapa a esta convención aunque la mejor película vista en sus primeras jornadas es la argentina El ciudadano ilustre, de Gastón Duprat y Mariano Cohn, quienes ya triunfaron en 2008 con El hombre de al lado, corrosiva sátira sobre los lastres de la modernidad. Con su nuevo filme de ficción, los cineastas vuelven a recurrir a la sátira para retratar la peripecia de un escritor de sesenta y tantos años llamado Daniel Mantovani (interpretado de forma magistral por Oscar Martínez) que acaba de ganar el premio Nobel y se ve bombardeado por todo tipo de solicitudes, algunas de las más peregrinas. Mantovani es un artista "serio" al que el Nobel, como él mismo dice al recogerlo, le halaga tanto como le incomoda porque lo convierte en una pieza de museo y aniquila cualquier carga subversiva que pueda tener su obra.



Mantovani dice a todo que no salvo al premio de "Ciudadano ilustre" que le concede su pueblo, Salas, una una pequeña localidad que Mantovani abandonó a los 20 años para no regresar jamás aunque han sido precisamente las historias y los personajes de Salas los que han nutrido sus exitosas novelas. Los directores asumen el riesgo de poner a una figura única y poco frecuente como un Premio Nobel de literatura como protagonista, un hombre agobiado por la celebridad y el reconocimiento que sufre un bloqueo creativo, para realizar una lúcida y desternillante parodia de ese mundo rural envilecido y provinciano en el que el hombre de mundo tiene difícil encaje. Divertida y por momentos genial, la comedia El ciudadano ilustre nos propone una reflexión sobre la condición del artista en el capitalismo contemporáneo y la capacidad del arte para la desestabilización. La película llega a nuestras pantallas el próximo 11 de noviembre tras haber arrasado en su país.



Inauguró la Seminci el dramaturgo Miguel del Arco con la elaborada Las furias, un drama familiar con actores de postín como José Sacristán, Carmen Machi, Alberto San Juan o Mercedes Sampietro. Con inspiración bergmaniana, Del Arco firma una película notable que peca de un exceso de construcción dramática debido a la multitud de dramas y conflictos que plantea en dos horas. Lo mejor son los actores en un filme que reflexiona sobre esas "furias" de la mitología clásica que se erigen como símbolo de los males que acechan al hombre y los miedos que condicionan nuestra percepción de la realidad. Como suele suceder con los filmes corales, algunas historias funcionan mejor que otras aunque destaca en todo momento la exquisitez de un cineasta que sí logra captar esa dualidad de la familia como infierno y paraíso al mismo tiempo.



Fotograma de Las furias,de Miguel del Arco

El director serbio Goran Paskaljevic es un clásico de la Seminci y de hecho ha ganado la Espiga de Oro tres veces, la primera con La otra América en 1995, la segunda con Optimistas en 2006 y la tercera en 2009 con Honeymoons. Su nuevo filme, Dev Bhoomi (Tierra de dioses) lo lleva muy lejos de su Serbia natal aunque nos cuenta una historia de las que le gustan. Un hombre emigrado en Gran Bretaña que está punto de perder la vista viaja hasta su Himalaya natal, en la India, para reencontrarse con el mundo que abandonó y cerrar viejas heridas. Se encuentra un pueblo que no le ha perdonado sus pecados de juventud, a la mujer con la que no le dejaron casar por ser de una casta inferior y una sociedad profundamente machista en la que el único destino de las mujeres es dedicarse a sus maridos y trabajar como mulas en el campo. "La educación puede ser incluso un lastre", como dice la maestra. Drama sobre la situación de la mujer en la India, beneficiado por los espectaculares paisajes del Himalaya, no es una película extraordinaria pero sí cuenta bien la historia que quiere a contar.



La cineasta y actriz Anne Fontaine (Dos madres perfectas) ha presentado su nuevo filme, Los inocentes, adaptación de una novela de Pascal Bonitzer realizada por él mismo en la que nos trasladamos a la Polonia inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial en la que una joven doctora (Lou de Laâge) con ideas comunistas ayuda a las monjas de un convento con sus múltiples embarazos provocados por una invasión de tropas rusas que tomaron el convento como su casa y las violaron. Es un drama histórico sólido y bien contado en el que vemos cómo se modifica ese mundo cerrado del convento cuando ingresa el Mal en forma de soldados violentos. No es una mala película aunque uno tiene la impresión de que ya la ha visto.



Finalmente, El rey de los belgas, de Peter Brosens y Jessica Woodworth, es una comedieta sobre un rey belga atrapado en Turquía cuando los valones deciden independizarse que no puede regresar a casa porque la erupción de un volcán ha cerrado el espacio aéreo. El rey, patriota, decide ir por tierra a su país para poner un poco de orden y para ello se viste de mujer o confraterniza con unos serbios borrachos por el camino mientras prepara el discurso que piensa dar para unificar a la nación. La película es mala y no tiene gracia.



@juansarda