Fotograma de El hombre de acero

A sus 75 años como personaje de cómic, Superman es algo más que un icono pop: forma parte inherente de la cultura mitológica del siglo XX. Y en este nuevo siglo resurge con fuerza. Ante el estreno hoy de 'El hombre de acero', el crítico Alejandro G. Calvo recorre su dilatada presencia en el cine, el cómic y la televisión.

Fue precisamente en un mes de junio de 1938 cuando llegó a los quioscos de Estados Unidos (aquellos que distribuían cómics: por aquel entonces los tebeos de superhéroes estaban en su etapa lactante) la primera aventura de Superman en el Action Comics n°1. Creado por Jerry Siegel (escritor) y Joe Schuster (dibujante) y vendido seis años antes a Detective Comics, Inc, la historia narraba el nacimiento de Kal-El, hijo de Jor-El y Lara Lor-Van, en el planeta moribundo Krypton, y su posterior exilio forzado a la Tierra como único (aparentemente) superviviente de la hecatombe acaecida en el planeta.



El resto ya es historia de la cultura pop universal: Kal-El, criado en la Tierra por la familia Kent, bajo el nombre de Clark, adquiría poderes superhumanos -no en vano, es el superhéroe más poderoso de la historia del cómic- gracias a la energía proveniente del Sol, convirtiéndose en la leyenda que es a día de hoy: setenta y cinco años más tarde, cuenta ya en su currículum con todo tipo de seriales radiofónicos, programas de televisión, tiras periódicas, películas, videojuegos y, claro, infinidad de cómics (hace un par de años DC Comics decidió plantearse un reset mayestático de todo su catálogo de superhéroes, inventándose un supuesto año cero donde poder volver a contar sus historias primigenias desde una perspectiva más acorde a los gustos del público actual; una operación mimética a la realizada por Marvel con la serie Ultimate, aunque con menor grado de virulencia, extremismo y, al fin al cabo, imaginación).



Setenta y cinco años de éxitos que servían de perfecta excusa (industrial) para que Warner Bros y DC decidieran relanzar la saga de Superman con una película que hiciera, por fin, honor a la leyenda del personaje. Una carta en la que ambas empresas se juegan el todo por el todo, al fin y al cabo, Marvel -con cualquiera de sus empresas cinematográficas asociadas: Disney (Los Vengadores), Fox (La Patrulla X), Sony (Spider-Man)- les ha ganado la partida gracias al éxito incontestable de su línea de películas de superhéroes. El método Marvel, sin embargo, no le vale a DC. Si las películas de los personajes creados por Stan Lee se han ido construyendo paulatinamente a lo largo del siglo XXI partiendo de cada personaje -Iron Man, Thor, El Capitán América, El increíble Hulk- para acabar haciéndolos confluir en el mayor éxito cinematográfico (de público y crítica) de los últimos años: Los Vengadores (2012). La idea de DC es todo lo contrario, tratar de situar como película-raíz la futura adaptación de La Liga de la Justicia (JLA) y, a partir de ahí, lanzar películas sobre cada uno de sus componentes.



La encrucijada de DC Comics

La razón es sencilla: la línea de películas que adaptaba los superhéroes de DC en el nuevo siglo, exceptuando la saga de El Caballero Oscuro de Christopher Nolan, ha sido un completo desastre. Ni el pretérito ‘reboot' Superman Returns (2006) de Bryan Singer -una película que Warner ha intentado borrar de su panegírico-, ni la horripilante Linterna Verde de Martin Campbell, encontraron su público (tampoco le fue mejor a Constantine de Francis Lawrence en 2005, personaje de DC creado por Alan Moore pero con una relación mínima con la JLA). Para colmo, el intento de lanzar a una serie de Wonder Woman se estrelló en el piloto realizado por NBC, dejando en dique seco los proyectos de adaptar a Flash, Aquaman, Detective Marciano y demás personajes míticos de la JLA. El único respiro con el que DC se ha encontrado ha sido el éxito, casi sorpresa, de la serie de televisión Arrow en la cadena CW, enfocado al público adolescente (es la misma cadena de series teen de cuerpo fantástico pero escaso nivel cualitativo como Crónicas vampíricas o Sobrenatural), a partir de uno de los superhéroes ‘random' de la casa: el arquero Flecha Verde (aunque por cuestiones de derechos de momento es inviable que éste aparezca en la futura película de la JLA).



Ese es el peligroso juego de naipes al que se enfrentan Warner-DC a día de hoy. Para poder relanzar una saga de películas que pueda rivalizar con el efecto Marvel deben lograr que la película de la JLA sea todo un éxito. Y el primer paso para ello es que su lujoso entremés, El hombre de acero, sea su particular Lázaro cinematográfico, que trate de devolver a la gente el interés por ver películas de Superman, como mínimo, con el mismo efecto imán que tuvo Batman Begins (2005) con el icónico vigilante de Gotham City (por algo la película de Zack Snyder cuenta con el mismo guionista, David S.Goyer, que coescribiera la trilogía de Nolan).



Mirando al pasado

La rivalidad cinematográfica entre Marvel y DC era bien distinta en el pasado. Y es que mientras la Casa de las Ideas se enredaba en proyectos imposibles -un musical sobre Thor, un disco cantado por Spider-Man- y se asociaba con Cannon Films para desarrollar bochornosas adaptaciones cinematográficas -¿alguien se acuerda de las terribles películas Capitán América (1990) y Nick Fury: Agent of SHIELD (1998)?-, Warner Bros ya era responsable de toda una línea de películas de culto que arrancarían con el Superman (1978) de Richard Donner -con el malogrado Christopher Reeve dando vida al hijo de Krypton- y acabarían enlazándose con el Batman (1989) de Tim Burton (director que también se interesó en relanzar a Superman en los 90 con Nicolas Cage como protagonista). En las antípodas de la imagen digital de última generación que han hecho posible la eclosión del cine de superhéroes actual, los Superman de Donner, Richard Lester -Superman II (1980) y Superman III (1983)- y, ay, Sidney J. Furie -Superman IV: En busca de la paz (1987)- son producto de una artesanía naïf que, vista ahora, resulta un poco desfasada. Películas más cercanas en espíritu al "cine de catástrofes" de los años setenta que a los cómics de base de los que partía, estaba claro que necesitaban una puesta a punto que revitalizara al personaje de cara a afrontar los desafíos del nuevo siglo; más allá del batacazo de Superman Returns y de la serie Smallville (2001-2011), más orientada a un público juvenil.



Para ello Warner-DC han cedido la batuta a uno de los mejores creadores de imágenes del Hollywood contemporáneo: Zack Snyder. Firmante de una de las mejores películas de superhéroes de la historia del cine, Watchmen (2009), según el canónico comic de Alan Moore y Dave Gibbons, y con una carrera ligada al espectáculo digital más visceral -Amanecer de los muertos (2004), 300 (2006), Sucker Punch (2011)-, Snyder es, sobre el papel, un director perfectamente cualificado para convertir El hombre de acero en ese referente de superhéroes que todos los fans del género esperamos. Ojalá lo consiga, eso sin duda implicará que llegarán más películas y mejores.