Fotograma de Marvel: Los vengadores.



Marvel: Los vengadores (2012), de Joss Whedon, no sólo es una de las mejores películas de su género. Se podría afirmar que es uno de los mejores ejemplos que nos ha dado el cine norteamericano reciente de que entretenimiento e inteligencia pueden ir, perfectamente, de la mano. Y es que el mérito de Whedon es triple: primero, por saber hacer converger la estética de cada personaje -no era tarea fácil juntar el espíritu lúdico de Iron Man con el carácter pulp del Capitán América y que todo ello cuajara con el pesar shakespeariano de Thor- sin que la balanza se decante hacia ninguno en particular y hacia todos en general. Segundo, por levantar la película de acción más trepidante y más nítida desde Star Trek (2009). Y tercero, bueno, por hacernos creíble una obra donde una serie de tipos disfrazados -¿los "siete samuráis" de la era moderna?- de forma estrambótica libra en Nueva York la Tercera Guerra Mundial contra unos marcianos invasores. Y es que para entender la eclosión de Marvel Comics en EEUU habría que retrotraerse a otro conflicto, esta vez real: la Segunda Guerra Mundial. En esa fecha, diciembre de 1941, tres de los héroes de la Timely Productions (así se llamaba entonces la empresa), ya habían pasado a formar parte de la iconografía pulp de la época gracias a sus enfrentamientos con las tropas nazis en el papel (mucho antes que en la vida real). Valga como prueba de ello la icónica portada del primer número de Captain America Comics #1, en marzo de 1941, donde aparecía el popular héroe americano sacudiendo un puñetazo al mismísimo Adolf Hitler. El mérito, claro, habría que buscarlo en su flamante editor jefe: Stan Lee.







Primer número de Captain America Comics (marzo de 1941).



Lee permaneció como capitán de la Marvel desde 1941 hasta 1972, treinta años que sirvieron tanto para sentar las bases del cómic moderno como para cimentar las bases de todo un emporio económico; recordemos que en el año 2009 Apple-Disney compró Marvel (con sus más de cinco mil personajes) por la totémica cifra de cuatro mil millones de dólares. Si Marvel era la fábrica de ideas, Lee era la energía atómica que hacía funcionar la máquina. Él fue el creador de Spider-Man (1962), Hulk (1962), Thor (1962), Iron Man (1963), los X-Men (1964), Daredevil (1964), etc. Ahí es nada: un ejército de iconos pop que pasarían a dominar, década tras década hasta llegar a la actualidad, el imaginario de generaciones de jóvenes lectores. Al margen de la importantísima resurrección comercial de los personajes de Marvel merced a los blockbusters cinematográficos y a los videojuegos de última generación, lo cierto es que los superhérores han resistido las embestidas del tiempo con una clase y una inteligencia fuera de lugar, sabiéndose adaptar a los nuevos tiempos de una manera mucho más pertinaz que su principal rival editorial: DC cómics.



Curiosamente, fue gracias a DC y su primer dream team de superhéroes -La liga de la justicia (1960)- que Marvel se decidió a unir a varios de sus héroes en una colección nueva: The Avengers #1 (1963), en cuya primera formación contarían con Iron Man, Thor, Hulk, Ant-man y Avispa (el Capitán América se incorporaría en el n°4). Una serie que iría creciendo con el tiempo, cambiando siempre a los integrantes del grupo y que alcanzaría su mayor cota artística a finales de los sesenta, de la mano del argumentista Roy Thomas y del dibujante John Buscema.







Primer número de Los Vengadores (1963).



El mundo real, con sus vaivenes políticos y sus hecatombes sociales, ha sido siempre tanto el mapa físico como el emocional sobre el que se han desarrollado las aventuras de todos los héroes de Marvel. ¿Cómo debían entonces enfrentarse los nuevos editores a los cambios sociopolíticos asociados al terrorismo internacional del nuevo milenio? ¿Se podía seguir siendo tan naïf como los ideales del Capitán América en un panorama geopolítico donde la política internacional de EEUU era cada vez más cuestionada? Sin olvidar el dilema narrativo de superar el periodo barroco de la era Marvel, ahora, súbitamente enfrentado a su dopplegänger cinematográfico: mucho más limpio, bien intencionado e infantil. Las preocupaciones eran tales que los "timelines" parecían desbocarse: ¿Cómo podía un espectador del Spider-Man (2002) de Sam Raimi empatar con el hombre araña ultra-evolucionado de los cómics del nuevo siglo? La reimpresión de los cómics originales quedaba descartada, pues la estética de los sesenta tenía poca cabida en la generación de la infografía HD y la tecnología 3D. La solución a ambos dilemas la puso sobre la mesa el último gran genio de la Era Marvel: el escritor Mark Millar. Él fue el responsable de lanzar los Ultimates, o lo que es lo mismo, la reinvención de todos los personajes de Marvel situando como año cero la fecha de su edición en 2002. Con una estética foto-realista, oscura y estilizada a la par, los Ultimates ya estaban pensados directamente con su doble cinematográfico: como si los cómics fueran el storyboard más avanzado posible, llegando a tomarse licencias tan salvajes como cambiar el rostro de Nick Furia por el de su intérprete en la ficción cinematográfica: Samuel L. Jackson.







Portada de The Ultimates 2 en su edición Deluxe.



La sombra del 11-S

En cuanto a la deriva sociopolítica la apuesta fue del todo por el todo. En las Civil War (2006) de Millar y McNiven se planteaba qué sería del mundo de los superhéroes tras una catástrofe sin parangón. El 11-S encontraba su imagen especular en el incidente en Stamford donde, por culpa de unos héroes enmascarados, toda una ciudad era masacrada. Millar planteó los dilemas éticos de la era Bush Jr. con un juego de dobles espectacular: frente al Acta Patriótica estadounidense, Millar inventó el "Acta de Registros de Superhumanos"; frente a Guantánamo, una penitenciaría en otro mundo paralelo. Un crossover magistral que culminó con la muerte del Capitán América. Así, mientras los nuevos creadores de Marvel perfilaban las introspecciones psicológicas de sus personajes, enrabietando sus acciones y dando una mayor explicación al mundo tal y como lo conocemos (en Ultimates #2 los Vengadores son usados como arma de "pacificación internacional", invadiendo países y derrocando gobiernos), su imagen especular en el cinematógrafo seguía rigiéndose por los códigos más accesibles del mainstream hollywoodiense. Pero funcionaba. De hecho, si obviamos los gatillazos de sendos Hulk -Ang Lee (2003) y Louis Leterrier (2008)-, tanto la saga de Iron Man (2008), como las películas de Capitán América. El primer vengador (2011) y Thor (2011), son todas ellas más que respetables, siempre teniendo en cuenta los códigos en los que nos movemos: lo más básico del entertainment americano. Y es que, pese a todo, las buenas noticias de estos Vengadores de Joss Whedon nos han logrado emocionar.