Image: Atrapa a un ladrón

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Cine

Atrapa a un ladrón

por Eugenio Trías

9 enero, 2003 01:00

Cary Grant como John Robie en Atrapa a un ladrón (1954)

Atrapa un ladrón es la tercera y última película que rueda Hitchcock con Grace Kelly, antes de que esta actriz se convirtiese en princesa de Mónaco; el escenario de la Costa Azul en que la película se desarrolla no fue ajeno a ese real evento. Antes había rodado con ella Crimen perfecto, y sobre todo la genial La ventana indiscreta, con James Stewart.

Se trata de una comedia menor, como el propio Hitchcock la define ante François Truffaut. La parte consagrada a esta película en su célebre libro de conversaciones no tiene desperdicio. Casi es mejor que la propia película. Allí clarifica Hitchcock, con su sentido del humor y su habitual cinismo, su teoría de la "sexualidad indirecta" de las bellezas glaciales, preferentemente nórdicas, que no llevan inscrito el sexo en sus formas corporales de modo ostentoso (al estilo de Marilyn Monroe o de Brigitte Bardot). "El sexo no debe ostentarse. Una muchacha inglesa, con su aspecto de institutriz, es capaz de subir con usted a un taxi y desabrocharle por sorpresa la bragueta". De este modo comenta Hitchcock la célebre escena en que, por vez primera, entra en acción la hija de la millonaria americana (Grace Kelly), al acompañar al antiguo "Gato" ladrón de joyas (Gary Grant) hasta la puerta de la habitación de su hotel. Contra todo pronóstico, y sin haberse cruzado apenas dos palabras, la elegante y gélida muchacha se despide del maduro galán con un beso en la boca completamente inesperado. Es quizás el mejor gag de una película que abunda en ellos; o que salva su vaciedad de fondo con una extraordinaria profusión de golpes humorísticos. Y que pese a su escasez consigue deleitarnos con un ejercicio de la más pura caligrafía estilística de todos los temas y motivos propios del gran realizador.

Ese sexo elíptico es, quizás, lo más interesante de la película. Una escena de evidente contenido sexual se sugiere a través de la metonimia de unos fuegos artificiales realmente rompedores y explosivos, que invaden el cielo nocturno con sus fulgores y destellos, al tiempo que en sabia elipsis, según las prescripciones de la época, la escena de sillón entre el "Gato" y la joven millonaria se sella con un beso intenso (y un fundido en negro). Hoy la escena hubiera durado quizás quince minutos de ejercicios gimnásticos. Imposibles de imaginar siquiera, para el infortunio general, entre galanes y heroínas como los de entonces.

Parece como si Hitchcock, una vez realizada su primera gran obra maestra de la serie americana en technicolor, La ventana indiscreta, y preparándose para el mejor momento de su carrera, el que tres años después dará lugar, sin interrupción, a cinco obras maestras, Vértigo, Con la muerte en los talones, Psycho, Los pájaros y Marnie, se dedicara en esta película a depurar sus recursos formales y expresivos: el desbordante humor que estallará sobre todo en Con la muerte en los talones, o muchos otros rasgos de escritura cinematográfica que hallarán en esa increíble serie mágica (entre 1957 y 1964) su momento culminante.

Hitchcock define esta película como "comedia nostálgica". Y en cierto modo así es, o al menos así puede verse hoy. Parece casi arrancada de aquel mítico Paris-Match de los años cincuenta (que no tardaría en convertirse en el observatorio mayor de las evoluciones sentimentales de Grace Kelly). La reconstrucción de los ambientes franceses de la costa azul es magnífica: la escena del mercado de flores o la fiesta de carnaval, en la que de pronto parece que nos trasladamos a un salón francés dieciochesco anterior a la Revolución francesa.

Se hubiera podido sacar mucho más partido humorístico y de intriga al carnaval, que sin embargo lo posee a raudales: los policías con las pelucas, pero que a pesar del disfraz jamás pueden disimular su condición; y lo mismo los camareros y cocineros. En conjunto la película resulta algo fría y glacial, como el ideal femenino de Hitchcock (como no lo será en ningún momento Vértigo ni La ventana indiscreta). El constante hilo conductor de la película es el humor, que pone a salvo la navegación del film. El humor de su realizador es, quizás, el más acrisolado de todos los humores surgidos de Gran Bretaña, patria de los mejores humores.

El humor, como todas las cosas de la vida, es buen humor o es mal humor; no todos los chistes son de elevada calidad; ni todo lo que nos hace sonreír, o reír a carcajadas, despierta nuestros hábitos más inteligentes. Hay humor artístico; y hay también humor romo, o escaso de luces: el que gusta de la brocha gruesa. Es importante tenerlo muy presente en un país, el nuestro, poco sutil y nada selectivo en las cosas y temas que producen hilaridad.

Interesantes extras
PARAMOUNT
Atrapa a un ladrón (1954), de Alfred Hitchcock. Color
Formato 1:85
Dolby digital mono
Idiomas: inglés, español, francés, alemán e italiano
Precio: 24.01 euros
Contenido extra: Así se hizo / Hitchcock: una aproximación / Buscando el reparto / Galería de fotos / Trailer de cine