Image: Tesis del terror

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Cine

Tesis del terror

por Alejandro Amenábar

5 septiembre, 2001 02:00

Con Tom Cruise en la producción y una excelente Nicole Kidman como protagonista, Los Otros llega a España el próximo 7 de septiembre precedida del éxito estadounidense y de su paso por la Mostra de Venecia. Su director, Alejandro Amenábar, escribe para EL CULTURAL sobre el rodaje, sus influencias cinematográficas y los elementos comunes de una producción hilvanada con personajes misteriosos y ambientes inquietantes. Además, el crítico Sergi Sánchez analiza la película y su relación con otros filmes.

Hay historias que empiezas a contarlas pensando que son fruto de tu imaginación y, cuando llegas al final, te das cuenta de que las llevabas dentro desde hacía mucho. La memoria es un desván lleno de cosas que con el tiempo vamos olvidando, pero no perdiendo. Yo fui un niño que escribía historias de fantasmas y casas encantadas. Y, al escribir el guión de Los otros, ha vuelto a aparecer aquel crío. Dentro de cualquier adulto vive aún el niño que fue, con sus mismos miedos y esperanzas, agazapado en un rincón, llorando.

Hasta ahora, mis películas habían tratado situaciones muy realistas: la violencia que nos rodea (Tesis), la realidad virtual y aspectos del futuro como la criogenización (Abre los ojos)... Los otros, más onírica, más fantasmagórica, es también más personal, tanto por el concepto como por los medios que he podido utilizar: lo que he rodado es lo que estaba en mi cabeza desde hace mucho tiempo. No ha surgido de la nada, evidentemente. Todas las historias tienen que ver con otras historias. Hay algo que me atrae especialmente en el relato de Henry James Otra vuelta de tuerca, del que se han hecho al menos tres adaptaciones cinematográficas. La última que he visto es The Innocents, de Jack Clayton. Me seduce su ambigöedad, ya que no sabemos si se trata realmente de una historia de fantasmas o tan sólo la paranoia de una mujer. Antes de comenzar el rodaje releí también Casa tomada, de Julio Cortázar. Evidentemente hay algunos puntos en común con la historia de Los otros. Cualquier historia se parece a la de Casa tomada. Cualquier vida va encerrando cada vez más al que la vive hasta llegar a echarlo de sí mismo.

Los otros es una película de fantasmas, o sea: una película de terror. Si hay algo que define al ser humano, seguramente sea el miedo. El terror es mi género favorito. En mi lista particular de clásicos pondría La semilla del diablo, Alien, El silencio de los corderos, Seven y Funny Games. ésta es una de las obras maestras del cine reciente. Yo no podría hacer una película así: traspasa la barrera que no me atreví a cruzar en Tesis. Yo busco el entretenimiento, y Funny Games es más bien un tratado sobre la violencia que una película.

Una película, como cualquier otra obra artística, funciona sobre una alegoría, sobre metáforas. Una de las más fuertes en Los Otros es la religión. Grace, en realidad, representa la religión, las creencias ciegas, un sistema que coloca un velo sobre la realidad que no le permite ver lo que pasa realmente ni interpretarlo de un modo adecuado.

Pero esa no es, claro, la única cara del personaje. Un personaje es el esquema de un ser humano, pero si es demasiado esquemático parece de cartón piedra. Me interesa buscar la ambigöedad de los personajes, sus claroscuros, sus diferentes máscaras, los matices de su personalidad. El personaje debe sufrir una especie de viaje emocional, una evolución psicológica: no debe ser el mismo al principio y al final de la historia.

El cine, como cualquier otro género artístico, se basa en tomar una parcela de la realidad y añadirle un poco de lógica y un poco de misterio: de algún modo, el arte pretende que la vida parezca más real. Siempre tuve claro que a mitad del relato aparecería un hombre misterioso. No había tiempo para desarrollar una historia de amor (que hubiera sido la de Grace y Charles, su marido), pero sabía que ese hombre debía aparecer, fuera o no el marido, como un pasaje dentro de la historia. Como un capítulo más, pero sin la fuerza suficiente como para eclipsar la sucesión de misterios de la casa, que es lo realmente interesante. La aparición del hombre no es más que otro de esos misterios.

En una buena película siempre hay una puerta que permite que el espectador entre en ella. Para que quien vea la historia se vea inmerso, siempre busco que el punto de vista del espectador avance al mismo tiempo que el del personaje. Por eso juego a desconcertarle, a engañarle: también el protagonista está desconcertado y se siente burlado. El espectador está condenado a ir descubriendo lo que ocurre a la vez que el personaje.

La labor del actor es también, en cierto modo, una labor de fantasma: debe dejar que un espíritu ajeno se instale en su cuerpo para darle vida. Nicole Kidman ha sufrido mucho creando su personaje. He tenido con ella una relación excelente, basada en el respeto y en la creatividad. No dudamos en darle el espacio que necesitaba para crear el personaje. Ambos sabíamos que podía lograr una gran interpretación, y la ha logrado a base de mucho esfuerzo. Mi labor como director era estar junto a ella y entrar en la misma pesadilla que ella antes de rodar el plano. Ha sido, pues, una pesadilla compartida.

También la fotografía podría ser considerada una disciplina de la fantasmagoría, sobre todo teniendo en cuenta el método de trabajo de Javier. Lo llena todo de focos, hay luces por todas partes, y luego va eliminando, matizando... Aunque generalmente utilizamos muy poca luz, no nos llegamos a plantear rodar sólo con la del candil, como hizo Kubrick en Barry Lyndon: jugamos con luces graduales, fluorescentes, para simular la luz de la vela y la escasa claridad que entra en las estancias donde están los niños. La luz del candil, siempre en movimiento, era un problema, pero acabó dándonos la clave de la fotografía y casi de la película: "La luz mata"... Había unas pocas cosas que teníamos muy claras desde el principio: la ausencia de color, los rostros destacados sobre el fondo.

Y el guión, ¿no son acaso los fantasmas quienes dictan lo que escribimos? Ya lo he dicho, yo creía escribir una historia inventada y resulta que era el niño que fui quien me la dictaba. En esta ocasión lo firmo yo solo. Cuando estaba diseñando el guión llamé a Mateo Gil, que estaba de asistente en La lengua de las mariposas, pero Cuerda no le dejó marchar. Le he echado de menos, pero tal vez el escribirlo solo haya ayudado a que sea una historia personal: el relato de mi cónclave personal de fantasmas.

Respecto a la música, ¿cómo es la música de los fantasmas? ¿Se parecerá a esas extrañas melodías que todos hemos oído alguna vez en sueños? La música de Los otros, fantasmal o no, tiene un aire muy clásico. Me asustaba que fuera demasiado standard, que no tuviera consonancia con el tono claro que deseaba para la película. He recurrido sobre todo a instrumentos solistas. Hay algunas referencias concretas: John Williams siempre está presente, y esta vez hay similitudes con Benjamin Britten, un músico inglés y católico, que le venía que ni pintado a la película. La música es antes que las imágenes: no puedo ponerme a rodar sin tener la música en la cabeza. Muchas escenas nacen de la música. No es que toda la música esté hecha antes del rodaje, claro, pero sí que necesito una idea clara de cómo va a ser.

Y, finalmente, cuando la película está terminada, los otros fantasmas: los que te dan vueltas a la cabeza preguntándose qué dirá la gente de eso que te ha dado tanto trabajo y que ha generado tanta ilusión. Los otros es la película más personal e intimista de las mías; es la que, por el concepto y también por los medios, más se acerca a lo que yo pretendo hacer en el cine. Es una película con elementos de género y de cine comercial, pero también tiene vocación europea, es decir: con vocación de alentar al autor.

Creo que el resultado es un equilibrado término medio entre cine americano y cine europeo. La acogida en Estados Unidos ha sido buena por parte de crítica y público, y se ha entendido bastante bien la película. Ahora se estrena en España y lo único que me preocupa es que se sobredimensione el asunto. Se ha hablado tanto de ella, de tantas maneras... Es sólo una película, y ya está. No hay que darle más importancia de la que tiene ni hacer que trascienda a otros niveles. No pensamos en premios ni en cosas así, pero después de hecha la película me parece que Nicole se merece todos los premios del mundo.

Tras el estreno mi teléfono no ha dejado de sonar, y lo que hice fue venirme a España para verlo todo más cerca y trabajar. Ahora, sé sólo lo que no quiero hacer: venderme al mejor postor para hacer una película que no me interese. El cine no es sólo mi forma de ganarme la vida, es una pasión. Y, por el momento, esperar sólo a que sigan existiendo las historias. El mundo está lleno de fantasmas. Y nosotros no somos más que el lugar de las apariciones.