Un fotograma de la serie 'Coppola'

Un fotograma de la serie 'Coppola'

En plan serie

Cata de series: Disney+ barre con 'Coppola' y 'X-Men 97'

Una selección de algunos de los más interesantes lanzamientos, cuyos primeros episodios ya están disponibles para el público.

23 marzo, 2024 02:14

Dada la inmensa cantidad de estrenos de este mes —50 entre el 1 y el 22 de marzo— esta semana hemos optado por organizaros una cata selectiva de algunos de los lanzamientos a priori más interesantes. Lógicamente, no hablamos de temporadas completas, sino de los episodios que ya están disponibles para el público (al final de cada referencia encontraréis la división entre capítulos vistos y capítulos totales). Lean y decidan.

Coppola, el representante

Ariel Winograd, 2024 / Disney+ / 2-6

He aquí una nueva muestra del excelente estado por el que atraviesa la comedia (seriada) argentina. Con Mariano Cohn y Gastón Duprat en tareas de producción creativa –han intervenido en ocho proyectos en apenas dos años (Limbo, El galán, El encargado, Nada, Horario estelar, El rey de los machos, Bellas artes)– y el director Ariel Winograd (El robo del siglo) como máximo responsable del show, esta heterodoxa bioserie sobre el que fuera representante de Diego Armando Maradona se sale de los carriles del convencionalismo para lanzarse, a tumba abierta, a un desenfrenado descenso a los gozosos infiernos del kitsch.

Pese a respetar el orden cronológico de los acontecimientos, el relato se construye al modo de resumen de un partido de futbol (una sucesión de highlights) editado por un aspirante a videoartista en 1987. La estética de cada periodo (finales de los 80 y principios de los 90) empapa la sucesión de fotogramas que unas veces vienen empaquetados en formato VHS, otras en Super 8 e incluso se imitan las formas de los primeros clips de internet.

Esa distanciadora mezcla de texturas ya nos advierte de que asistimos a la forja de una leyenda que, además, cuenta con el beneplácito del propio biografiado: no es casual ni que el propio Coppola contará algunos de los más gloriosos pasajes de su biografía en varios videos que pueden verse en YouTube, ni que la propia serie nos lo muestre relatando anécdotas que ya han sido mostradas; hablamos de alguien que fue el primer y máximo portavoz de su propia mitología, el mejor promotor de su leyenda (y la serie no es más que una metáfora continuista de ese amor por el autobombo).

Pese a ese condicionante, un tipo curtido en la comedia comercial como Winograd se las arregla para, sin renunciar a la vertiente lúdica ni poner a Coppola en ningún brete (al menos en ninguno que él mismo no haya autorizado), mostrar lo grotesco del personaje.

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Si ya resulta crucial reducir a Maradona a un vídeo de archivo o una psicofonía telefónica (nunca aparecerá) –lo que denota que más que por el interés, Coppola quería al astro argentino por su capital–, más importante es aún la elección de las metáforas obvias (la gacela y el guepardo; el plano del tigre cuando va a acostarse con la modelo chilena Sophie) o la reapropiación afeada de referentes (Coppola imitando al Tom Cruise de Risky Bussiness).

Toda una serie de recursos que casi en cualquier otro tipo de propuesta resultarían groseros pero que aquí concuerdan con la psicología de un tipo verborreico, astuto, taimado, perspicaz, tenaz y promiscuo (algo así como el descendiente imposible de Harpo Marx, Eduard Punset y El brujo).

Coppola, el representante arranca en una Nápoles sorrentiniana para desviarse hacía el sainete (tan napolitano como Edoardo De Filippo, tan valenciano como Berlanga). Esa opción dramática, unida al descacharrante surtido de anécdotas (la del Ferrari, por ejemplo) y al buen trabajo interpretativo de Juan Minujín, hace que uno termine por olvidarse de que está viendo un publirreportaje (fabuloso).

X-Men 97

Beau DeMayo, 2024 / Disney+ / 3-10

Beau DeMayo retoma las aventuras animadas de los X-Men allá donde las dejaron Mark Edward Edens, Sidney Iwanter y Eric Lewald en 1997 tras cinco temporadas en antena. De ahí su título y su estética, que prefiere mantenerse fiel a aquel modelo de animación ahora vintage, en lo que supone un claro guiño al propósito nostálgico que orquesta la serie.

Volvemos, pues, a los territorios de Chris Claremont y Jonh Byrne. A la densidad de los personajes, atravesados por profundas contradicciones (¿podrá Ciclope ser el líder que la fuerza mutante necesita?). A las sólidas bases que apuntalan sus cambios conductuales (Magneto pasando de enemigo a sustituto de Charles Xavier).

A los temperamentos poco dados a concesiones (he aquí un Lobezno mucho más arisco y con menos charme que el interpretado por Hugh Jackman en la saga de acción real) y a la perpetuación de los grandes conflictos de la saga (la exclusión y la persecución de los mutantes por parte de la sociedad 'humana', el debate entre los partidarios de la integración y los defensores de una revolución mutante, la posibilidad de renunciar/perder las habilidades para ser ‘normal’, etc.). Todo ello zarandeado por puntuales y efectivos giros de guion (el retorno de Magneto, el clon de Jean Grey) que mantendrán a los seguidores de los pupilos del profesor Xavier pegados a sus pantallas.

Y, además de todo esto, hay riesgo: el tercer capítulo abraza el terror sin concesiones y transforma la Mansión X en una casa encantada; no hay un borrado ni de la sexualidad ni de los deseos de los protagonistas (esa imagen de Magneto y Pícara semidesnudos contemplada desde los ojos de un Gambito torturado por los celos) y la violencia no alcanza las cuotas de brutalidad de Invicible –una propuesta puramente contemporánea– pero está lejos de parecerse a una sucesión de coreografías vistosas. Lo mejor que ha hecho Marvel en bastante tiempo (desde WandaVision, para ser exactos).

Mary & George

D.C. Moore, 2024 / SkyShowtime / 2-7

SkyShowtime la está emitiendo de forma semanal, así que nos toca ir piano, piano. Y se agradece, porque lo nuevo de D. C. Moore (coguionista de Killing Eve) necesita de cierto reposo para ser analizado con perspectiva. Lo que podía ser visto como un period drama picantón va mucho más allá de lo que su sinopsis (la condesa de Buckingham trata de que su hijo se convierta en amante del rey Jacobo I, y así gozar de influencia en la corte) y algunas de sus tórridas secuencias sugieren.

El uso aberrado de los límites de la imagen denota la voluntad de romperle las costuras al género, una deformación que pasa por el uso de angulaciones extremas, pero también por la iluminación de baja intensidad y por una fotografía entre parduzca y tenebrista, cortesía de Alexander Dynan.

Sin llegar a los extremos del Yorgos Lanthimos de La favorita (2018), este retorcimiento de los encuadres no es más que la prolongación visual de la maquiavélica mente de Mary Villiers, duquesa de Buckingham –impresionante Julianne Moore– en su intento por convertir a su hijo George (Nicholas Galitzine) en amante del rey Jacobo I (Tony Curran).

En una serie en la que la alcurnia de su protagonista es falsa, en la que la ostentosidad apenas disimula la podredumbre moral, la puesta en escena fijada por Oliver Hermanus (Living) en 'The Second Son' obra en consecuencia (las pinturas que aparecen en el genérico ya marcan el tono, la inspiración visual y los motivos temáticos de la serie). Baste ver la secuencia en la que se ha de concertar el matrimonio entre el hijo de la duquesa y la hija de Lady Hatton (Nicola Walker), situada en el segundo capítulo, en la que el uso del plano general y la altura de los intervinientes determina quién ejerce la autoridad en cada momento.

Barroca, excesiva y malhablada (a veces un tanto gratuita), Mary & George derrama una mirada manierista sobre un género tan acartonado como el drama histórico. Y eso siempre es de agradecer.

Manhunt: la caza del asesino

Monica Beletsky, 2024 / Apple TV+ / 1-7

No se confundan. Esta Manhunt no es la tercera temporada de la serie creada por Andrew Sodroski que se dedicó a escrutar los casos de Unabomber (2017) y Eric Rudolph (Manhunt: Deadly Games). No lo es, cierto, pero podría serlo. ¿Por qué? Pues porque Monica Beletsky, a partir del libro Manhunt: The Twelve Day Chase For Lincoln’s Killer, de James L. Swanson, se ha entregado a la reconstrucción de la persecución de John Wilkes Booth (Anthony Boyle) tras asesinar, el 14 de abril de 1865, al presidente Abraham Lincoln.

A esta 'caza al asesino' de manual hay que agradecerle el oficio de directores curtidos como Carl Franklin o John Dahl (ese arranque descrito a través de los primeros planos de las pistolas de quienes participarán en la conspiración), la transmisión de la tensión que contaminaba a la sociedad estadounidense tras el fin de la guerra civil o la pormenorizada descripción de Booth, un actor del montón nacido en el seno de una familia de intérpretes de prestigio cuyo objetivo pasaba por obtener reconocimiento a toda costa (ese "siempre leo mis críticas" a propósito del periódico de consulta al día siguiente de haber disparado al presidente lo define a la perfección).

Su principal problema lo encontramos en la disposición de un guion que se obceca en fragmentarse de manera caprichosa quizá a la búsqueda de un brío que termina derivando en confusión.

En lugar de narrar en orden lineal los preparativos y la comisión del magnicidio, los hechos van alternándose de manera desordenada (de 30 minutos antes del asesinato, con el ataque señuelo al secretario de estado, nos vamos a 5 días antes del homicidio, cuando se firma el final de la Guerra de Secesión, para luego volver a 10 minutos antes del crimen, y así sucesivamente), una estructuración que no encuentra una justificación dramática de peso que la sostenga.

Con todo, el buen plantel de actores (con Tobias Menzies a la cabeza) y el descubrimiento de las verdaderas motivaciones subyacentes al atentado garantizan unas cuantas horas de entretenimiento (si ya han visto La conspiración, de Robert Redford, puede que esta serie les interese un poco menos).

El problema de los tres cuerpos

David Benioff, D.B. Weiss & Alexander Woo, 2024 / Netflix / 3-8

China, 1966. Un profesor de física es ejecutado por sus enseñanzas reaccionarias (así se consideraba la teoría de la relatividad, al menos para el gobierno de Mao) y su hija lo observa, entremezclada entre la concurrencia. Su venganza se consumará un par de años más tarde, cuando logre pasar de un campo de trabajadores a una instalación científica en la que se desarrolla un proyecto secreto (su talento para las ciencias le sirve como salvoconducto para dejar de arrastrar troncos de gran tamaño y ponerse a supervisar cálculos matemáticos).

Finalmente, y desoyendo las órdenes de sus superiores, logrará enviar un mensaje al espacio exterior, utilizando el sol como amplificador de señal, que será respondido por seres de otro planeta alertándola de que corte cualquier comunicación si no quiere que la Tierra sea invadida. A la joven iracunda Ye Wenjie (Zine Tseng), más que una amenaza, esa respuesta le parece una oferta irrechazable. Invadidnos, porque somos un puto desastre.

2024. Los aceleradores de partículas empiezan a dar datos erróneos que certifican que la ciencia estaba equivocada. Físicos de prístina reputación empiezan a suicidarse, entre ellos la hija de Ye Wenjie, que todavía vive. Un puñado de jóvenes científicos vinculados a estos incidentes intentan averiguar qué sucede.

El agente Clarence (Benedict Wong), se encarga de investigar los suicidios que, quien sabe, quizá puedan ser asesinatos. Vinculados a todos ellos aparecen unos misteriosos cascos de procedencia inidentificable que funcionan como puerta de acceso a un supuesto juego que se desarrolla en una realidad virtual, diferente para cada usuario.

Dos tiempos, un puñado de personajes y un mundo virtual que amplía el universo que propone esta adaptación del best-seller de ciencia-ficción escrito por Cixin Liu. Un montón de frentes abiertos (distintas cronologías, distintos puntos de vista), una sucesión de enigmas a cuál más difícil de desentrañar, decenas de explicaciones de corte científico que ni los propios personajes ni muchos de nosotros entendemos, flirteos con la estética del gaming y unos personajes a los que no te importaría lo más mínimo que se los cepillaran en el mundo real con la misma facilidad con la que los eliminan en sus partidas.

Su diseño es tan pobre que los dilemas que se nos plantean nos interesan tanto como el último número de Reviews of Modern Physics. Y eso sucede porque aquí solo importa ir encastando acertijos y mantener viva la llama del misterio, aunque el fuego consuma la lógica de las acciones (si alguien es capaz de tragarse que Ye Wenjie pasa de estar en un campo de prisioneros a currar en unas instalaciones ultrasecretas después de ver como se conducía el gobierno de Pekín en la década de los 60, alabémosle su fe). En resumen, un mamotreto absolutamente prescindible.

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