Empieza el Congreso de la Lengua Española en Córdoba, Argentina. Aquí, me cuentan hay un río Primero, un río Segundo, un río Tercero, y hasta un Cuarto y un Quinto. Me dicen, con sorna histórica, que los ilustres cordobeses que tomaron estas tierras se reunieron para bautizar con nombres cristianos a cada uno los ríos, pero la sesión se puso muy pesada, dejaron el acuerdo para más adelante y luego se olvidaron. Da igual. Somos así. Mientras tanto, en Buenos Aires, los reyes de España, como ya sabrán, estuvieron una hora dentro del avión esperando que trajeran la escalerilla para bajar del aparato. La vida es bella si te la tomas con humor. Hacía tiempo que no veía a mi amiga Consuelo Sáizar, que lucha embravecida, como es ella siempre, construyendo su teoría sobre el mundo de la edición a partir de los años 60 del siglo pasado, boom por medio y con permiso de la Cambridge University, donde hace su doctorado. En un encuentro reciente con Vargas Llosa, en su casa de Madrid, me cuenta que le dijo al Nobel que ella no se había quedado dormida como los cordobeses cuando le iban a poner el nombre a sus ríos y que había bautizado a cada uno de los miembros del boom con un "apelativo" superior. Por ejemplo. Cortázar era y es "el intérprete", García Márquez es "el periodista", Carlos Fuentes "el diplomático". ¿"Y yo quién soy?", le preguntó Vargas Llosa a Sáizar. "Usted es el scholar". Sé que eso a Vargas Llosa ha de saberle a gloria. Hablamos de anécdotas desconocidas, de episodios pocos claros, de los novelistas que quieren cambiar el rumbo de la historia de la edición y se convirtieron a fuerza de trabajo y talento en "profesionales" en todos los sentidos. Juan Benet los detestaba por muchas cosas pero fundamentalmente por eso: porque habría querido ser profesionales y lo habían conseguido, libro a libro y novelas a novela.

Llovían chuzos de punta en Córdoba cuando llegamos al mediodía a la ciudad bonita, donde la lengua española ha desplegado desde hoy su VIII Congreso. Todo es amabilidad y buen hacer en esta ciudad. Todo es respeto y buen ánimo para atender a los invitados. Ayer hablé, en un congreso de periodismo internacional previo al Congreso de la Lengua, del nuevo periodismo. Mostré mi confusión personal en un tiempo de confusión general. Hablé de mi inquietud y desazón ante las nuevas tecnologías, tan contradictorias, tan benéficas para el Progreso y tan torpes y negativas para la jauría absurda e imbécil que se ha colado en las redes sociales. Un griterío inmenso, lleno de vacío, nos acucia por todos lados, rebajando y vulgarizando el lengua, el mismo hecho de habla. Le pregunté a Elena Lozano, amiga y traductora de Umberto Eco, si puede ser verdad la atribución que le conceden al gran pensador italiano en Facebook: que las redes sociales han dado voz y libertad a millones de bárbaros imbéciles que se están comiendo el futuro del mundo. O más o menos así. Elena me dice que tal vez fuera todo eso de Eco, de su imponente sarcasmo frente a la mediocridad y el analfabetismo rampante. La vida la vida es, como decía en sus grandes momentos.

Y luego, en medio de estas euforias de bienvenida a los recién llegados, AMLO, Andrés Manuel López Obrador, el actual presidente de México le manda un mensaje al rey de España para que pida perdón por los abusos de los españoles en la Conquista de México. ¡A estas alturas de la vida y de la historia, a estas alturas de tantos abusos de los blanquitos mexicanos a los "nacos", los aborígenes e indios siempre tan maltratados por los libertadores! ¡Que me lo piquen medido que lo quiero para la cachimba! En estos asuntos de la conquista de México y Hernán Cortés la política oficial de España es pasar de puntillas sobre celebraciones y otras vainas. Mal hecho. Para "no molestar" más a los AMLOs de América, los españoles callan y no establecen polémicas con una historia mentirosa que se ha impuesto como leyenda negra en muchos ámbitos políticos y académicos, donde no se dice nunca que Malinche es una libertadora y que, para que decirlo una vez más (y me atengo a la lectura de las Cartas de relación y basta), Hernán Cortés fue un libertador de los pueblos esclavos del Imperio Azteca, por lo visto unos santos del cielo que le arrancaban el corazón a las vírgenes de esos pueblos esclavos, que Cortés liberó, para satisfacción de sus sacerdotes, generales y emperadores. Esa tendría que ser una reivindicación histórica importante: volver a la verdad, volver después de aceptar tanta mentira, a la razonable verdad de la Conquista de México, y por ende, de América por la España de la leyenda negra. Entre los invitados a Córdoba hablamos también de este episodio lamentable de AMLO. Pero, en fin, estamos en tiempos confusos, donde suele ser muy difícil demostrar lo evidente.