Carlos Fuentes. Foto: Javier Cotera.

De blanco impoluto, como el hacendado pudiente que pasea por su cafetal, Carlos Fuentes (Panamá, 1928) se abrocha con coquetería los puños de una camisa de corte impecable al descubrir que ondean sueltos por su propio descuido. Bronceado y sonriente, con el recuerdo del sol caribeño todavía en la piel, el escritor y diplomático aparece cómo un orgulloso padre ante un doble alumbramiento. En este caso el embarazo gemelar ha dado a luz dos obras que Fuentes acaba de publicar en Alfaguara, Carolina Grau (un conjunto de ocho relatos que transitan entre lo real y lo fantástico con el que el autor regresa al relato breve) y La gran novela latinoamericana (un mapa personal en el que Fuentes establece su propio cánon acerca de la literatura hispanoamericana desde la época colonial hasta nuestros días).



"Escribir hace que me sienta muy vivo. Mientras haya lectores que se interesen por lo que les cuento yo seguiré inventando historias", explica el autor mientras aclara que hacía años que no publicaba relatos aunque ése es un género que le interesa mucho. "Carolina Grau -continúa- representa a todas las mujeres que han estado presentes, de una u otra forma, en mi vida; su función narrativa es recordarme a todas aquellas féminas que he olvidado y hacer que me anticipe a las que aún están por llegar. Es una figura esencial que aparece en todos los relatos y encarna a ese personaje femenino que en ocasiones resulta ser una promesa, una sombra, una ilusión o una tabla de salvación".



Y, mientras que la imaginación es el denominador común a esos relatos escritos con una prosa brillante que tan pronto habla de sueños fragmentados como de terribles realidades, en la segunda de sus obras recién publicadas, La gran novela latinoamericana, el protagonista absoluto es el ensayo literario e histórico que reflexiona sobre pasado, presente y futuro. "Éste no es un libro académico -aclara Fuentes-, ni pretende educar o adoctrinar al lector. Se trata de una selección muy personal, con mis amores, mis desamores y mis olvidos deliberados que no pienso desvelar pero que ahí están para que los interpreten los lectores. La novela hispanoamericana de finales del siglo XIX y principios del XX tiene títulos muy mediocres, en su afán por alejarse a cualquier precio de la literatura española y su intención de aproximarse a la novela europea de corte romántico y naturalista. Luego apareció lo que se ha llamado el boom de la literatura latinoamericana, que tuvo como consecuencia un claro efecto boomerang. Y ahora el abanico de la oferta literaria contemporánea es rico, variado e inabarcable por muy curioso que uno sea". Por sus páginas desfilan de modo destacado los grandes novelistas del siglo XX, sobre los que Fuentes realiza una profunda crítica literaria. Desde Juan Rulfo hasta Jorge Luis Borges, y desde Alejo Carpentier hasta Juan Carlos Onetti y Julio Cortázar, sin olvidar a Juan Goytisolo "que es español pero está muy cerca, por pensamiento y estilo literario, a nuestra América Latina, de ahí que lo haya añadido a este volumen".



Confiesa su placer inmenso cuando se sienta a escribir, aunque reconoce ignorar cuáles son los ingredientes clave para que una novela interese al lector. "Los temas y arquetipos literarios son muy viejos y siempre los mismos. Lo que cambia radicalmente es la manera en que el autor se enfrenta a ellos. Y lo que cuenta no es el tema sino la manera de narrar, igual que ocurre en el cine. La literatura es un gran misterio, yo cada noche anoto en un papel las ideas sobre las que trabajaré al día siguiente. Luego me duermo, y al despertarme me pongo a escribir sobre cosas completamente diferentes". Y le augura una larga vida al papel por mucho que sus detractores se empeñen en afirmar que el libro electrónico ganará la batalla: "El libro ha sobrevivido a todo, y también lo hará al libro electrónico. Yo, cómo tantos otros, disfruto de la sensualidad que me transmite un ejemplar bien editado. Me gusta tocar su papel, oler la tinta de sus páginas, acariciar su portada, darle la vuelta entre mis manos para apreciar lo cuidado de su edición... Los libros me dan placer y eso es insustituible e irremplazable por un texto en una pantalla. Además, el libro electrónico no puede leerse en la playa y a mí me encanta estar tumbado perezosamente al sol mientras devoro las páginas de una buena historia".