Image: China, el imperio del arte

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Exposiciones

China, el imperio del arte

Arte y China después de 1989: el teatro del mundo

18 mayo, 2018 02:00

Wang Guangyi: Mao Zedong

Museo Guggenheim. Abandoibarra, 2. Bilbao. Comisarios: Alexandra Munroe, Philip Tinari y Hou Hanru. Hasta el 23 de septiembre

Como cuando te coge desprevenido una ola y tras el impacto, ruedas en el torbellino y te levantas aturdido y admirado de la fuerza del mar. Así salí de la exposición de arte chino del Guggenheim. Aturdido por la combinación de belleza, dolor, ingenio, testarudez, humor… todo ello en grado superlativo. Pocas veces he sentido tan claramente la potencia del arte. Bien es verdad que esta exposición, dedicada al arte chino a lo largo de veinte años decisivos de su historia podría equivaler a una exposición del arte europeo en su conjunto durante una época semejante. Conviene puntualizar este extremo: la exposición abarca desde 1989, año de las protestas de Tiananmén, hasta 2008, en que se celebraron los Juegos Olímpicos en Pekín. Es decir, el periodo en que China transforma su economía interior, se enfrenta a la globalización y se convierte en la primera potencia económica mundial. Y puntualizar también su enfoque: se presentan las prácticas artísticas de tipo experimental y conceptual de dos generaciones de artistas, que a través de ellas reflejan esta evolución (y con las que, por cierto, se convirtieron también en impulsores de la misma).

En esta exposición todo es desmesurado. Cuenta con tres comisarios: dos especialistas occidentales en la materia: Alexandra Munroe y Philip Tinari y el reputado comisario chino Hou Hanru. Reúne a 60 artistas y más de 120 obras. Muestra todas las manifestaciones artísticas imaginables: performance, pintura, fotografía, instalación, videoarte y proyectos socialmente comprometidos. Y dragones voladores o jaulas con tarántulas y escorpiones.

La selección de obras ha recuperado muchas de las que fueron más significativas en exposiciones históricas, lo que permite reconstruir lo que en su día fueron las sucesivas presentaciones del arte chino innovador. Como era previsible, entre los argumentos que recorren la muestra está la asimilación crítica del arte occidental, así como la ansiedad por transformar la propia tradición. Otros son el esfuerzo por reflejar las tensiones de una sociedad en un periodo de cambios profundos y la emergencia de lo individual en un país en que la uniformidad ha sido una herramienta de control y un instrumento para el desarrollo. Me llama la atención cómo violencia, humor y crítica social alcanzan aquí una dimensión extrema. El resultado es esa fuerza arrolladora de la que hablaba al principio.

Qiu Zhijie: Mapa de Arte y China después de 1989: el teatro del mundo, 2017

La muestra se divide en seis secciones temáticas y cronológicas. En la "Introducción" vemos la obra que da título a la exposición. El teatro del mundo (1993), de Huang Yong Ping combina las ideas ilustradas sobre las prisiones con la antigua cosmogonía china, todo ello encarnado en una jaula con insectos y reptiles, que no parece que se lleven bien. La siguiente sección, "1989: Prohibido cambiar de sentido", nos lleva a un tiempo convulso. Mientras que la señal de tráfico utilizada en la exposición China / Avant-Garde (Pekín, 1989) sirvió para señalar que el proceso de cambios era irreversible, los sucesos de Tiananmen liquidaron el movimiento democrático. El cuadro de Wang Xingwei (Nuevo Pekín, 2001) rehace una fotografía en la que unos ciudadanos transportan a dos manifestantes al hospital, sustituidos por dos pingüinos.

"Nueva Medición: análisis de la situación" recoge prácticas analíticas y conceptuales para criticar la burocracia, la ideología y el propio lenguaje. Obras como el vídeo de Zhang Peili (Agua, 1991) subvierten la comunicación oficial de noticias, y el diario absurdo de Wu Shanzhuan (Hoy no hay agua, 1986-96) habla de las dificultades de conjugar realidad oficial y experiencia personal. En "5 horas: capitalismo, urbanismo, realismo", vemos obras inspiradas en cómo incide en la vida diaria el proceso por el que China se convirtió en la fábrica del mundo. Mientras que pintores realistas como Yu Hong combinan su biografía con la del país (Testigo del crecimiento, 1992) el artista de performance Lin Yilin (Maniobras seguras atravesando la calle Linhe, 1995), construye una pared con bloques de cemento entre el tráfico incesante, sin que a nadie le llame la atención. "Placer incierto: actos de sensación" acoge algunos de los experimentos más importantes de la performance, la fotografía y el videoarte en China. Ahí vemos a Ai Weiwei dejando caer indolentemente al suelo una vasija de la dinastía Han (1993). O los videos de Zhang Peili (Placer incierto II, 1996), que producen auténtica incomodidad al espectador, al ver rascar una y otra vez la piel enrojecida. "En otro lugar: viajes por el territorio intermedio" está dedicada a artistas chinos que trabajaron y expusieron en el extranjero. Chen Zhen creó en París Alumbramiento apresurado (2000), un dragón gigantesco suspendido del techo y hecho con ruedas de bicicleta, del que surge una prole de cochecitos. El dibujo hecho con pólvora de Cai Guo-Qiang (Dragón ascendiendo: Proyecto para extraterrestres n.° 2, 1989) es el proyecto de un evento de fuegos artificiales que iluminarían el monte Saint Victoire. "La utopía ¿de quién?: activismo y alternativas circa 2008" alude al periodo marcado por los Juegos Olímpicos de Pekín.

En paralelo a esa fiesta global, los artistas y colectivos utilizaron internet para propuestas como el Proyecto de archivo sobre el arte contemporáneo de Shanghái (1998-2012) o para producir RMB City (2007-11) de Cao Fei, una ciudad china distópica en la plataforma Second Life. Por su parte, Ai Weiwei realizó Investigación ciudadana (2009-10), una convocatoria para identificar a los miles de niños que quedaron enterrados en las escuelas tras el terremoto de Sichuán, en 2008. Se reunieron 5.000 nombres.

He recogido en estas líneas un parte mínima de lo que el visitante puede ver. La experiencia directa vale la pena. China es magnifica e indescifrable. Si no puede ir a ese continente, vaya a Bilbao, tampoco le decepcionará.