Vista de la exposición Gelatina Dura

MACBA. Plaza dels Àngels, 1. Barcelona. Hasta el 19 de marzo.

Esta exposición se sitúa dentro de la línea de investigación y revisión de la historia del arte contemporáneo español que ha tenido especial atención desde el MACBA con muestras como Desacuerdos (2005), además de otras publicaciones y actividades. Al igual que aquella, Gelatina dura. Historias escamoteadas de los 80 posee una marcada voluntad política, aunque se expresa en términos diferentes.



La muestra propone una relectura de los años 80 -aunque el itinerario se inicie a mediados de los 70 y llegue hasta bien entrados los 90- en la que se interrelacionan lo social, lo económico y lo cultural, configurando una suerte de ecosistema. La idea clave que planea sobre la exposición es que la Transición significó un ejercicio de desmemoria del pasado y de la realidad española que tuvo en la cultura su principal instrumento. Siguiendo el discurso de la comisaria, Teresa Grandas, en los 80 se favoreció, desde el poder, una cultura del espectáculo basada en los grandes eventos y en la creación de una imagen "publicitaria" de una España moderna que se abría a Europa y al mundo. Son los años en que se teje una red autonómica de centros de arte contemporáneo (siempre en edificios icónicos diseñados por arquitectos estrella), en los que se organizan exposiciones a golpe de talonario que intentan exportar el arte español en el extranjero (sin ninguna consecuencia), en los que se impulsa ARCO (sin la existencia de un coleccionismo), se celebran las Olimpiadas, la Exposición Universal de Sevilla y suenan los nombres de Mariscal o Almodóvar. Es el momento de la Movida, la posmodernidad, la vuelta a la pintura y la inflación del mercado artístico. Un espejismo colectivo, alentado por las expectativas del cambio político, que dejó, sin embargo, el sinsabor de una tremenda resaca.



Disponemos de aproximaciones y análisis fragmentarios que abordan el periodo. No puedo dejar de mencionar, en este sentido, el libro de Nazario -y sus amigos- sobre la Barcelona de los 70, una de las lecturas más frescas y plurales del periodo. Pero no sé si se puede hablar de una historiografía oficial del arte contemporáneo español que la exposición se propone reescribir, ya que aquella está todavía por hacerse. Teresa Grandas matizaba que, si bien no está claro que haya una historia oficial, hay al menos un imaginario popular de los supuestos felices 80 que tiene su expresión en la Movida. Un imaginario que ha silenciado todo un caudal que quedó al margen del circuito del mercado y, que se manifiesta, al menos originalmente, en ciertas experiencias ligadas a la contracultura o el underground, como fueron el cómic, Ocaña, Pepe Espaliú, los colectivos Vídeo-Nou o Taller llunàtic, o ciertos creadores asociados al conceptual.



Una de las aportaciones de la exposición se expresa a nivel metodológico, resultado de interrelacionar asuntos a priori distantes al ámbito de la cultura como la introducción de la heroína en las cárceles y en la sociedad, la especulación inmobiliaria, la desarticulación del movimiento sindical, entre otros temas tratados aquí. En este sentido, la muestra consiste en una visión panóptica que reúne un caudal de materiales tan diversos como documentales, programas de televisión, prensa, cómic, documentación personal e inédita que se exhiben paralelamente a las obras de arte.



La exposición ha de ser necesariamente polémica, pero su contribución es precisamente esta: ampliar las perspectivas. En este sentido, una de las piezas más significativas es una obra de Francesc Abad, Preguntas al pueblo español por un americano ignorante (1991-2016), una serie de 46 preguntas de carácter político que acompaña el itinerario de la muestra a modo de bajo continuo. Preguntas a las que hay que dar respuesta.