The Light at the Edge of a Nightmare, 2002-2005

Galería Parra & Romero. Claudio Coello, 14. Madrid. Hasta el 3 de noviembre. De 11.500 a 50.000 euros.

La galería Parra & Romero de Madrid expone The Light at the Edge of a Nightmare, cinco proyecciones videográficas que revelan el interés de David Lamelas por explorar los límites del espacio y el tiempo, así como sus procesos perceptivos. Elena Vozmediano recorre, en esta crítica, por ellos.

En 1975 David Lamelas (Buenos Aires, 1946) realizó una secuencia fotográfica titulada The Violent Tapes (Las cintas violentas). En blanco y negro, narraba al estilo de las fotonovelas pero sin diálogos y con grandes elipsis, una agónica persecución en la que tres personajes, una mujer y dos hombres, tratan de hacerse con una lata que contiene una película. En sólo diez imágenes la mujer acaba muerta, en el suelo. El mismo final, pero con cambio de sexo, tiene The Light at the Edge of a Nightmare (La luz al borde de una pesadilla, 2002-2005), un proyecto fílmico cuya última versión se expone en la galería Parra & Romero y que ya en 2005 formó parte del ciclo de audiovisuales que el Museo Reina Sofía le dedicó. No se incluyó en la retrospectiva celebrada en la Sala Rekalde en 2004, estando la obra en curso de realización, ni en la del Centro José Guerrero en 2009.



Lamelas alcanzó notoriedad a finales de los 60 con su participación en las bienales de São Paulo y de Venecia, y durante los 70 hizo aportaciones consideradas importantes al desarrollo del arte conceptual: en concreto, a la dialéctica entre documental y ficción en la imagen fílmica, al análisis de la transmisión de la información y de los elementos con los que se construye la narración cinematográfica. Tras estudiar en Londres y trabajar allí un tiempo, en 1974 se trasladó a Los Ángeles, donde se inspiró en las series de televisión para producir algunas piezas en las que experimentaba con las relaciones entre tiempo, espacio y lenguaje. A partir de 1980 su producción es escasa y la videoinstalación que ahora podemos ver no aporta gran cosa a la obra ya realizada.



The Light at the Edge of a Nightmare se compone de cinco breves "películas" que, a pesar de proyectarse en pantallas separadas, han de verse una tras otra, durante 85 minutos. Al igual que en algunas de sus piezas de los 70, como Cumulative Script o Film Script, la cámara sigue durante largos -qué largos se hacen...- minutos los pasos de unos personajes que se dirigen a un lugar, a una cita. Observamos alternativamente al hombre y a la mujer, mientras se supone que se va generando una tensión creciente, una expectativa y una intriga. Bastante débil, en realidad. No sé si Lamelas es mal director o si la liviandad psicológica, la estética de serie o película barata para televisión -o, como decía, de fotonovela-, y los rutinarios movimientos de cámara son deliberados. En todas las pantallas sucede más o menos lo mismo, con variaciones y permutaciones, según esa narrativa suya en la que el tiempo no fluye linealmente sino que va y viene, y en la que la escurridiza trama se desvía y se retoma.



En el encuentro final de los amantes la pasión brilla por su ausencia: se besan torpemente, sin deseo, y el navajazo se produce de la misma manera. Como de teatro de aficionados. Buenos Aires, Los Ángeles, Berlín, París y Londres, ciudades en las que ha vivido, son los escenarios elegidos, teniendo el desenlace lugar, sin que sepamos por qué, siempre junto al agua: en un puente o un puerto. Filmado en color y en blanco y negro, el relato se basa en dos acciones: movimiento -el caminar, el desplazamiento en coche, en metro...- y espionaje. Pero no hay nada creativo en las imágenes. El desarrollo de un planteamiento que podría haber dado más juego es muy válido para los 70 pero pobre para hoy.