Image: Una buena colección canónica

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Exposiciones

Una buena colección canónica

Acentos

16 junio, 2005 02:00

Darío Villalba: Red branches at my exhibition in the Louisiana Museum, Denmark-I, 1975-1993

Fundación Caja Madrid. Plaza de San Martín, 1. Madrid. Hasta el 4 de septiembre


Se sabía que Caja Madrid estaba comprando pintura española contemporánea pero, frente a lo que es habitual en otras iniciativas institucionales, la propaganda no ha ido por delante de los hechos. En el año 2000 la entidad abre dos vías de adquisición, con propósitos diferentes: una es consecuencia del certamen Generaciones, organizado por la Obra Social para ayudar a los artistas más jóvenes, y de cara al público; otra, promovida desde su Presidencia, se propone, a partir de un conjunto previo de obras muy heterogéneo (catalogado en una publicación del año 1997), formar una colección coherente de pintura española de la segunda mitad del siglo XX que se proyecte hacia el futuro. En esta segunda línea se ha avanzado lo suficiente, en opinión de sus responsables, para dar a conocer ya una parte de lo atesorado: 60 de las 300 pinturas de las que consta. Una quinta parte, por tanto, del total, con la que se quiere ofrecer un recorrido representativo tanto de lo que ha sido nuestra escena pictórica en el período citado como de los contenidos de la colección. 60 artistas, unos ya fallecidos y alguno casi al comienzo de su carrera, muchos de los cuales están ya en la historia del arte español; 60 obras, muchas de las cuales aciertan a recoger lo mejor de esos artistas en su mejor momento.

Aurora García, respetada profesora y comisaria independiente, ha sido la principal asesora de esta colección, y se ha encargado de la selección y la dirección del montaje. En su tarea, ha tenido que adaptarse a un insoslayable condicionante de partida: la colección de una entidad financiera no se guía por los mismos principios que la colección de un museo. Un banco o una caja de ahorros utiliza el arte como elemento de "representación"", como parte de un escenario empresarial: la pintura es especialmente adecuada para la "decoración" de despachos de ejecutivos y zonas "nobles" de oficinas centrales y, en concreto, la contemporánea da un barniz de actualidad y dinamismo a la imagen corporativa. No son las condiciones ideales para la adquisición y exhibición del arte, pero eso no significa que se tenga que renunciar a la excelencia y, de acuerdo con la naturaleza de la empresa, es evidente que se puede hacer una rentable inversión. Eso es lo que se ha conseguido en este caso, y se ha hecho optando por una presentación bastante canónica y con pocas sorpresas de la pintura de las últimas décadas. Claro que es imposible que a alguien pueda parecerle magnífico todo lo ahora expuesto, ya que deliberadamente se ha perseguido la pluralidad de posturas y tendencias, e incluso hay un puñado de artistas que yo no considero al mismo nivel que los mejores en esta selección, pero el espectador comprende de inmediato que el trabajo se ha hecho con cabeza y criterio. Espectador que previsiblemente saldrá empachado de la sala. No es fácil ordenar esta tremenda heterogeneidad, sobre todo si, por huir del didactismo, se renuncia a una distribución cronológica y si no se busca siquiera una coincidencia en temas o formas. La dificultad de las salas y la total ocupación del espacio obligan a diálogos imposibles. Se ha cuidado que los vecinos no se den de tortas, pero no ha sido posible evitar los sobresaltos.

Está claro que la planta baja de la Sala de las Alhajas se ha reservado a las obras-estrella. Frente a la entrada, un gran díptico de 1984 de Tápies (recordemos que Aurora García le seleccionó para la Bienal de Venecia de 1993), otro excelente de Gordillo de 1979, un poético villalba, un rico broto de 1987, un campano de primera de 1998 y un cuadro de la que creo la mejor serie de Uslé, del 2000. Lo mejor de las generaciones más recientes se ha llevado a la primera planta, donde encontramos obras de Curro González, Amondarain, Ugalde o Urzay (junto a obras relevantes de Alcolea o Equipo Crónica) y a la segunda se ha relegado lo menos lucido, aunque también veamos allí, por ejemplo, un hernández pijuan y valiosas obras de Millares y Palazuelo. En las salas de dentro, tan complicadas, el pugilato es aún más encarnizado, y mayor la pugna por el espacio. La receta para disfrutar de este gran conjunto que pronto volverá a no ser accesible es evitar el paseo y dedicar toda nuestra atención a las obras individuales.