F. Moreno: Sin título (Paloma Jade), 2001

La segunda edición del Premio Altadis, que valora las artes plásticas a ambos lados de los Pirineos, ha premiado a seis artistas (tres franceses, tres españoles) cuyas obras, además de poseer un notable valor plástico, permiten comprobar un sintomático intercambio de papeles entre el más joven de los medios, la fotografía, y uno bastante más antiguo, la escultura. La presente exposición, de hecho, revela indicios de paradoja.

Así, resulta que dos de los fotógrafos, el francés Aupol y el tándem español Bleda y Rosa, por diferentes caminos, se fijan en la solidez de los edificios antiguos, el vacío y los límites del espacio, la memoria y el tiempo cifrados en las estrías de las ruinas y en los volúmenes arquitectónicos. Al tiempo, puede decirse que enfocan su trabajo con intenciones "académicas" y composiciones provistas de cierto naturalismo. Mientras, las obras de Florentino Díaz y de Gabrielle Wambaugh rebasan las coordenadas "nobles" del trabajo escultórico para encadenarse a interesantes intuiciones. Las piezas del cacereño son más bien dibujos volumétricos, transacciones en el espacio tridimensional que se deslizan sobre el suelo, irónicas simulaciones que cuelgan de las paredes y remiten a lo arquitectónico cotidiano. Las de Wambaugh son tremendas, extrañas y hermosas acumulaciones de bolsas de basura iguales y casi prensadas, piezas, también humorísticas, que evocan la instalación abstracta y minimal, que frenan las cuestiones habituales de la escultura clásica para abrirla a nuevos diálogos.

En medio de este estimulante cruce encontramos a dos artistas, la pintora Felicidad Moreno y la fotógrafa Corinne Mercadier, que hacen de bisagra entre la apertura de foco de unos y la búsqueda de contención de otros, con obras que sólo pertenecen al terreno por ellas acotado para su expresión.