Orgánica, paritaria y en constante transformación; sensible a los cambios sociales y a las tendencias artísticas, conectada al espacio que habita, e interconectados también los lienzos entre ellos, como un cadáver exquisito en el que cada uno contiene al posterior.

Así se piensa Devenir pintura, la nueva exposición temporal de larga duración sobre las adquisiciones pictóricas de los 10 últimos años del CAAC, que deviene, se transforma –como ha sucedido con el edificio histórico y con la colección misma–, y en la que se sustituirán algunas piezas a mitad de camino, haciendo que la exposición se convierta en un flujo que cuestione la idea de colección como relato hermético, construyéndolo como una casa de puertas abiertas.

El CAAC ha ido transformándose a lo largo de la historia. Se fundó como monasterio cartujo a finales del siglo XIV, Cristóbal Colón preparó aquí su segundo viaje al Nuevo Mundo y donó su biblioteca personal, albergando finalmente su sepultura, lo que conecta la institución con la expansión colonial en América. También ha sido fábrica de porcelana o Pabellón Real en la Expo'92, hasta contener una de las colecciones de arte más importantes de España, con más de 4.000 piezas.

El devenir forma parte de su idiosincrasia y así nos lo cuenta su director y comisario de la muestra Juan Antonio Álvarez Reyes: "Las colecciones son complejas y llevamos doce años revisando nuestros fondos. La única manera de enfrentarse a algo es viéndolo desde distintas perspectivas. Por ejemplo, hemos recuperado a las mujeres, que no había ninguna, y también a las artistas negras como acto de reparación, ya que Sevilla fue un epicentro del comercio de esclavos".

La idea de devenir no podía ser más adecuada para explicar un momento histórico en el que se encadenan las crisis económicas con la pandemia: "a pesar de los recortes económicos hemos logrado ampliar la colección gracias a importantes donaciones y depósitos, como el de Guillermo Pérez Villalta", dice Álvarez Reyes. En Devenir pintura encontramos una sala dedicada a este exquisito dibujante de imaginación incombustible y a otros artistas destacables, en su mayoría andaluces, como Curro González, Pilar Albarracín o Pepe Espaliú.

Vista de la exposición en el CAAC. Foto: Pepe Morón/CAAC

En toda la colección del CAAC resuena la importante tradición pictórica sevillana. Tierra de Velázquez o Luis Gordillo, quien, por cierto, fue el primer artista invitado a pertenecer a la colección, como así recoge una carta de Víctor P. Escolano, primer director del museo, al artista en agosto de 1970 en la que escribe: "Eres totalmente necesario para Sevilla (…) El M. A. C. de Sevilla estaría encantado de contar con obra tuya".

En toda la colección del CAAC resuena la importante tradición pictórica sevillana

No hay Gordillos en Devenir pintura, pero si una sucesión de piezas monumentales, de gran tamaño, que dialogan arquitectónicamente con este espacio tan especial, donde se encontraban hace siete siglos las celdas de los monjes y a quienes observaban en el silencio de su vida contemplativa. Casualmente su lema era "la cruz es firme mientras el mundo gira".

El mundo gira en un devenir eterno y en el mismo río no nos bañamos dos veces. Así lo enuncia la historia de la filosofía, desde Parménides a Heráclito con su Panta rei (todo fluye nada permanece), hasta Nietzsche o Marx. Lo único permanente es el cambio, también para las colecciones artísticas en continua revisión y ampliación y, por qué no, también para las exposiciones.

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Devenir pintura se presenta en tres secciones. La primera, metalingüística, en la que la pintura se piensa a sí misma en el lugar de su origen: el estudio del artista. Alfonso Albacete abre el recorrido expositivo con Natura trece (Especulación), un lienzo de 2013 de un artista arquitecto en el que traza, mediante un complejo juego compositivo, la figura del artista trabajando en el taller en varios planos y reflejos. Un autorretrato de sí mismo y de una obra anterior titulada En el estudio, una pintura del 79 con la que comienza el trabajo de representación de su taller. Le siguen Manolo Quejido, Ángel Alén o Cristóbal Quintero.

Ana Barriga: 'De animales a dioses', 2018–2019. Foto: Pepe Morón/CAAC

Llegamos a la renovación de los lenguajes abstractos. Destaca la sala de los maravillosos lienzos de Soledad Sevilla, enormes e inmersivos, que recuerdan a la sala de los nenúfares de Monet en su cromatismo y en la precisión de su pincelada en innumerables capas. También cabe mencionar el exquisito trabajo de Paz Pérez Ramos, Rosa Brun y Monika Buch en una lírica y quirúrgica declinación geométrica con trabajos bellísimos.

Por último, terminamos este deambulatorio pictórico con el retorno a la figuración, con un espectacular mural de Ana Barriga, titulado De animales a dioses en la que diferentes cabezas se ensamblan como una vanitas urbana de óleo, spray y rotulador, o Salomé del Campo, quien se interroga en azul de Prusia sobre los estereotipos femeninos a través del paisaje.