Parte de lo que el artista Ragnar Kjartansson (Reikiavik, 1976) sabe sobre el espectáculo lo aprendió en la Iglesia. Conocido por el uso de repeticiones en sus instalaciones audiovisuales y performance, a menudo confiesa que su arte está profundamente ligado a su experiencia como monaguillo durante su juventud en las liturgias religiosas. Fue en aquella etapa de su vida cuando, según confiesa en varias entrevistas, le dieron el mejor consejo de su vida sobre arte y espectáculo: “Si cometes un error, haz que parezca un ritual”.

Ritual o no, es indiscutible que las obras del creador islandés, marcadas por la simulación y la puesta en escena, se caracterizan por el uso de las reiteraciones de un mismo acto a lo largo de un tiempo medido. Suena a liturgia. El propio Kjartansson ha manifestado en más de una ocasión que este recurso le permite moldear una acción a base de repetirla una y otra vez, transformarla en una especie de escultura o pintura viva. Es también una forma de otorgar un nuevo significado a las palabras y acciones más simples. Por ejemplo, cuando decidió repetir la misma canción durante seis horas en directo a modo de escultura viva en el MoMA PS1 como ya hiciera con el tema Sorrow junto a The National. 

No en vano, este peculiar artista que estudió en la Academia de las Artes de Islandia y en la Real Academia de Estocolmo, desciende de una familia directamente vinculada al teatro —su madre es una popular actriz islandesa y su padre un director y dramaturgo— y a menudo mezcla en sus piezas el patetismo y el humor de la comedia y el teatro más clásico, en su intento por transmitir una emoción sincera, un sentimiento puro y sin historia.

Un acertijo por descifrar

Así, como una experiencia artística, estos Paisajes emocionales que trata de reconstruir con sus piezas darán título a la exposición del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza que podrá visitarse del 22 de febrero al 26 de junio. Una muestra que reúne por primera vez cuatro de las videoinstalaciones más internacionalmente reconocidas de Kjartansson, además de una serie de acuarelas del artista, y que será la encargada de inaugurar las celebraciones por el 20.º aniversario de TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, la fundación internacional de arte y promoción creada en 2002 por Francesca Thyssen-Bornemisza. 

“No podríamos pensar en una forma más adecuada de celebrar los 20 años del legado de TBA21, de colaboración con artistas para ayudarles a hacer realidad sus proyectos más ambiciosos, que presentar una exposición que muestre la increíble práctica de ruptura de fronteras de Ragnar, que hemos apoyado enérgicamente durante años”, celebra la coleccionista.

Y es que, como cantaba Björk en 1997: “Emotional landscapes / They puzzle me / Then the riddle gets solved / And you push me up to this”. Como piezas de ese puzle, como acertijo que toma sentido, Paisajes emocionales, cuyo título está tomado de esta canción de su compatriota, plasma la fascinación de Kjartansson por Estados Unidos, sus paisajes y su música. Del río Hudson a las Montañas Rocosas, el blues o el jazz dan ritmo a esta exposición que aprovecha la nueva instalación del museo dedicada al Arte americano en la colección Thyssen para establecer diálogos con pinturas de los siglos XIX y XX.  

“Experimentar sus obras en el contexto de la imaginería estadounidense en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza agrega una dimensión de resonancia a su arte”, comparte Francesca Thyssen que plantea que, “tras el éxito del examen crítico de la colección por parte de Walid Raad, la exposición de Ragnar ampliará estas conversaciones desde una perspectiva diferente".

Cuando las artes dialogan

Altamente influenciado por el arte en todas sus formas y formatos, sus instalaciones de video, performance, dibujos y pinturas beben también de la historia del cine, la música, la cultura visual y la literatura. “Las obras de Kjartansson son tan monumentales en tamaño, materialidad y temática que es raro experimentarlas juntas”, añade la comisaria de esta muestra, Soledad Gutiérrez. 

Música, puesta en escena y emociones se dan de la mano en esta exposición que busca reflexionar sobre la condición humana y “pone las obras en diálogo entre sí, mostrando nuevas intersecciones y revelando claramente el romance entre la obra de Kjartansson y las representaciones icónicas de Estados Unidos", continúa su comisaria.

Empezando por la más popular de sus piezas hasta la fecha, Los visitantes, cuyo título hace honor al último álbum de Abba. Ambientada en Rokeby Farm, junto al río Hudson, donde fue grabada en 2012, esta videoinstalación muestra cómo diferentes artistas o músicos, amigos de Kjartansson, que también participa, interpretan una misma canción cada uno en un espacio o momento, actuando simultáneamente pero por separado a lo largo de nueve pantallas durante una hora de duración. La letra, compuesta por la exmujer del artista, es sencilla y breve pero su significado va cambiando a medida que la instalación avanza en esa búsqueda del artista de cómo lo repetitivo se modifica y construye rituales.

De Nueva York a las Montañas Rocosas en Canadá, The End (2009) es el escenario que toma el creador para cuestionar la idea romántica y su conexión con el paisaje. Esta performance estará instalada junto a la serie de acuarelas que, bajo el título From the Valley of World-Weariness in British Columbia (2011), procedentes de varias colecciones, fueron pintadas en 2011 en el mismo paraje justo después de un incendio, con el objetivo de transmitir cierta nostalgia desesperanzada.

En la tercera de las propuestas, Kjartansson, que a menudo forma parte de sus performances en sus vídeos, cede el protagonismo a un emblema del blues americano. The man (2010) es el retrato icónico de uno de los maestros de Mississippi, Pinetop Perkins que, a los 97 años, junto a su piano colocado en medio de una vasta pradera desolada, frente a algunos árboles y un viejo granero, interpreta su repertorio delante de la cámara. Perkins, que murió apenas un año después de este vídeo, después de recibir su segundo Grammy por el álbum Joined at the Hip, era entonces uno de los músicos más veteranos de blues del Delta en activo.  

Y si el blues es una de las expresiones artísticas americanas también lo es la cultura pop de mediados del siglo XX que utiliza en God (2007), la última de sus intervenciones, donde el propio artista se presenta al frente de una banda de jazz de once músicos, dirigida por su colaborador Davíd Thór Jónsson en un vídeo de treinta minutos. 

Tres lustros trabajando juntos

Kjartansson, que mantiene una relación de 15 años con TBA21, de quien ha recibido una serie de encargos o coencargos, incluida la performance The Palace of the Summerland en 2014, ha exhibido su obra alrededor del mundo. Actualmente puede visitarse además en una gran exposición individual en la V-A-C’s GES-2 House of Culture en Moscú que incluye su original propuesta Santa Bárbara, inspirada en la telenovela homónima de Estados Unidos, para la que volverá a filmar 98 episodios en ruso frente a una audiencia en directo.

Otras de sus exposiciones individuales y performances recientes han tenido lugar en el Kunstmuseum Stuttgart, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, Barbican Art Gallery en Londres, Hirshhorn Museum y Sculpture Garden en Washington D.C., Reykjavík Art Museum, Palais de Tokyo en París, y New Museum en Nueva York. 

A lo largo de estos años, el artista ha recibido prestigiosos galardones como el premio Ars Fennica 2019, el premio Artes Mundi’s Derek Williams Trust Purchase Award en 2015 y el Performa’s 2011 Malcolm McLaren Award. En 2009, Kjartansson representó a Islandia en la Bienal de Venecia y, en 2013, su trabajo se presentó en la exposición principal de la Bienal, El Palacio Enciclopédico.