Monotonía, simetría, sorpresa. Estas son las tres palabras con las que a Vera Molnar (Budapest, 1924) le gusta presentar su trabajo. Pionera del arte por ordenador y del algoritmo, a sus casi 100 años sigue activa y receptiva, explicando, por ejemplo, las múltiples posibilidades del cuadrado o de la línea, o cómo el ordenador le liberó de la esclavitud física de la repetición múltiple.

Aunque su formación fue tradicional, en la escuela de Bellas Artes de Budapest, desde el principio su obra estuvo marcada por la serialidad. Hacía paisajes organizando metódicamente los colores y, cuando comenzó a utilizar el ordenador, lo hizo con una sola línea, de izquierda a derecha, siempre en el sentido de la lectura. Ya en París, trabajó junto a Julio Le Parc o François Morellet, y convenció a la Universidad de La Sorbona para que le dejara utilizar su ordenador.

Es quizá toda esta poesía de la geometría la que haga tan natural su primera colaboración con la galería Casado Santapau, que ha reunido, con la complicidad del artista Andreas Fogarasi, dibujos y acrílicos de distintos periodos de Molnar, de los años 50 a los 2000. Entre todos ellos, los papeles son de una sensibilidad exquisita. En ellos combina los finos trazos de tinta negra con otras series en las que introduce el color, figuras superpuestas hasta la extenuación, partituras escritas con rectángulos y precisos acrílicos sobre lienzo en los que las figuras se disparan en fuga y los rombos se positivan. Participa también en Mujeres de la abstracción, en el Guggenheim de Bilbao, y en un par de meses en la Bienal de Venecia.