Hace más de una década que decidió colgar la cámara. Desde entonces no ha cogido una, dijo que se acabó y se acabó, era una decisión firme. Regaló sus dos Leica, sus dos Nikon y sus dos Hasselblad a sus amigos e hijos. Tampoco las echa de menos y asegura que no tiene ganas de hacer fotos. Tras varias décadas de trabajo, infinidad de viajes y miles de fotografías que reflejan diferentes paisajes y épocas de nuestro país, tenía suficiente. Lo había dado todo por la fotografía y esta se lo ha agradecido con varios premios importantes. Ramón Masats (Caldas de Montbui, 1931) es para muchos el maestro de maestros, un fotógrafo que consigue que el espectador sienta que está junto a esos personajes y (casi) dentro los paisajes que captura de manera poética. 

Algunas de sus imágenes se reúnen en la Galería Blanca Berlín bajo el título El instante Masats, exposición que formó parte (aunque de manera virtual) de la última edición de PHotoEspaña, certamen en el que su presencia fue por partida doble: Tabacalera dedicó su espacio a Visit Spain, una temporal centrada en imágenes realizadas entre 1955 y 1965. Esta nueva exposición combina instantáneas inéditas recién positivadas con otras que son parte del imaginario, como la del cura que estira todo su cuerpo en una portería con el propósito de parar un balón que va directo a convertirse en gol. Sus obras tienen una apariencia tan natural que involucran al visitante en ellas haciendo que este pueda imaginar, sin dificultad alguna, lo que estaba ocurriendo en el momento en que Masats apretaba el botón. “Eso es lo que trataba de hacer, reflejar una época, mi época”, sostiene. 

Para Masats, la fotografía siempre ha sido pura intuición. “Las imágenes aparecían”, afirma. Algo llamaba su atención, disparaba su cámara y “sentía una cosita en el corazón”. Era algo natural y esa intuición apenas fallaba. “Cuando hacía una buena foto sabía que era buena porque lo sentía dentro. Alguna vez cuando llegaba al laboratorio me daba cuenta de que no lo era. Pero siempre me equivocaba para peor porque alguna imagen que he creído que era una maravilla al verla me he dado cuenta de que no”, arguye. Sin embargo, pocas han sido las ocasiones en las que ha sucedido lo contrario. Llegar al laboratorio y encontrarse con una foto que no pensaba en ella “ha podido pasar una o dos veces, pero no era lo normal”. 

ST. 1959-65

Pregunta. La intuición le ha llevado a hacer grandes fotografías que forman parte del imaginario de muchos. ¿Cree que un fotógrafo tiene que ser intuitivo?

Respuesta. No necesariamente. Es una forma de ser, hay fotógrafos que piensan mucho lo que van a hacer y les sale una foto magnífica. 

P. Son muchas las ocasiones en las que se dice que su trabajo recoge ese instante decisivo tan característico también de Henri Cartier-Bresson. ¿Ha tenido alguna influencia el trabajo del francés en su manera de trabajar?

R. Cartier-Bresson ha sido mi maestro, para mí es el jefe de la manada. Es lógico que la gente lo vea, es un halago que me lo digan. No me parece un demérito, al revés.

1957 fue el año que cambió el rumbo de la vida de Masats. Ya entonces quería ser profesional así que decidió plantarse en los Sanfermines para probarse como reportero. Esta celebración encierra una gran complejidad porque “cada año, sólo tienes siete oportunidades de un segundo para hacer las fotos. Es muy difícil sacar algo bueno”, aseguraba el fotógrafo en una entrevista concedida a El Cultural. Sin embargo, decidió centrarse en lo que ocurría en la calle y pudo unirse a una peña con la que fue a todas partes. Así fue como regresó a Barcelona con un reportaje brillante que mostrar a sus amigos y por medio de Oriol Maspons, fotógrafo que trabajaba en la Gaceta Ilustrada, consiguió enseñar su trabajo al director de la revista. 

La suerte estaba de su parte: en Madrid podría colaborar con la publicación. No se lo pensó, quería dejar la protección del núcleo familiar y, de paso, la idea de su padre (al que sisó dinero para comprarse un cámara): que se hiciera cargo del colmado en el que vendían bacalao. Así es como con 26 años empaquetó sus cosas y se trasladó a la capital. “Masats traía de Barcelona ecos de la vida lugareña y la sabiduría antigua de las gentes sencillas, hechas al hábito del sacrificio y la incertidumbre”, escribe Publio López Mondéjar. En la capital ingresó en la Real Sociedad Fotográfica y desde allí fundó, en 1959, el grupo La Palangana junto a otros fotógrafos como Gabriel Cualladó y Francisco Ontañón. Alejándose de lo academicista y cada uno desde su propia sensibilidad, centraron su atención en la periferia, llegaron a los pueblos españoles y se acercaron al neorrealismo español hasta su disolución en 1975.

Masats siempre fue un artista solitario, le gustaba el apartamiento y su mirada siempre ha mantenido un fuerte componente de ironía, humor y socarronería. Para López Mondéjar, “no convocaba a la nostalgia, sino al gozo y al deslumbramiento visual”. Además de su incursión en los Sanfermines, el fotógrafo se adentró en el mundo del boxeo mostrando su particular visión de este deporte en Neutral Corner, libro que se publicó con textos de Ignacio Aldecoa, y volvió a las librerías con Viejas historias de Castilla la Vieja junto a los texto del escritor Miguel Delibes. Sin embargo, aparcó durante casi dos décadas la fotografía para dedicarse al mundo del cine hasta que en 1981 recuperó la cámara de fotos, las ganas de retomar el reportaje y aportó al medio trabajos como Toro. Tras todas estas décadas de dedicación Masats decidió colgar la cámara.

 Gijón, 1961

P. Su trayectoria abarca varia décadas, ¿cómo cree que ha cambiado la disciplina desde que empezó hasta ahora?

R. Ahora no veo muchas fotos, con leer y ver la televisión tengo bastante. Supongo que habrá gente muy buena porque España es un país de fotógrafos, de gente visual. Ha cambiado, sobre todo, por parte de la gente. Antes ibas por la calle, hacías retratos, te preguntaban para qué era y no se lo tomaban a mal. Ahora es diferente y tienen razón, la gente tiene derecho a su propia imagen. En mi época les hacía gracia. Tampoco ibas agresivo, hacías bromas con ellos, nunca he tenido problemas. Solo en los últimos años hay quien me puso mala cara pero teniendo razón. Lo primero, y lo hacía también antiguamente, pedía permiso. Pero últimamente ni siquiera pidiéndolo.

P. ¿Cómo cree que ha cambiado el valor que le damos a la fotografía como sociedad?

R. Antes la fotografía tenía más importancia porque no había otro medio. Ahora con internet todo es mucho más fácil. Me sorprende que la gente se siente, ponga un vídeo y te enseñe a su niño. Antes tenías que coger la cartera, sacarla... era más complicado. Creo que ha perdido protagonismo pero la fotografía también hizo que el dibujo perdiera presencia. Ahora se actualiza la imagen y arrastra un poco a la fotografía.  

P. Además, desde hace unos años todos llevamos un móvil con cámara y estamos constantemente fotografiando hasta las cosas más absurdas. ¿El hecho de estar sobreexpuestos a las imágenes hace que no le demos la importancia que se merece? 

R. Digamos que la imagen se ha vulgarizado. Antes había fotógrafos que teníamos el honor de hacer fotografía. Ahora todos podemos hacerlo. No me parece mal pero se vulgariza, se ha democratizado. Menos mal que me ha pillado en otro momento de la vida. 

P. Tantos años de trayectoria se traducen también en galardones: Premio Nacional de Fotografía, Premio Bartolomé Ros, Premio de las Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid y, recientemente, el Premio Internacional de Fotografía de Alcobendas. Si echa la vista atrás, ¿cuál es el balance que hace?

R. La gente ha sido muy amable con tantos premios pero yo no hacía fotos para tener premios, las hacía para vivir. No he hecho ningún esfuerzo para que me los dieran pero bienvenidos sean.

P. Entre todas las fotos, ¿cuál de ellas le sigue acelerando el pulso?

R. Es una que casi odio: la del cura.

P. ¿Le ocurre lo mismo con la de la mujer que aparece pintando una línea en la fachada de su casa?

R. Sí, pero por ella me preguntan menos. 

P. Desde hace tiempo existe un pulso, o un debate, entre el blanco y negro y el color. ¿Qué formato cree que tiene más fuerza?

R. Las dos, no noto diferencias entre ambas. Hay fotos que quedan bien en blanco y negro y no tienen ninguna representación en color. Es una mentalidad distinta pero no considero que una sea mejor o peor. Esa nostalgia no tiene sentido para mí. Si tuviera que hacer fotos ahora las haría en color.

@scamarzana