El nombre de Hopper está siendo uno de los más mencionados desde que empezó el estado de alarma. En sus obras podemos ver gasolineras vacías, una mujer con la mirada perdida que atisba el horizonte a través de la ventana o una habitación en la que una maleta nos recuerda ese viaje que no se pudo realizar. Sus pinturas adquieren ahora una nueva actualidad pues en muchos casos representan la soledad y la melancolía con las que muchos se sienten identificados. Sin embargo, en lugar de hablar de cómo Hopper nos puede ayudar a hacer más llevadero el confinamiento el Museo Thyssen-Bornemisza ha querido poner el foco en otro tema: su relación con el cine. Para ello, la pinacoteca ha buceado entre su material visual y ha reunido una serie de conferencias para dar forma a un curso titulado Edward Hopper. El cine y la vida moderna.

Se trata de 13 conferencias impartidas por Guillermo Solana, Tomás Llorens, Isabel Coixet, Didier Otinger o Margaret Iversen en las que abordan asuntos relacionados con el mundo cinematográfico. “Hemos montado el material para que haya de todo: contexto, obra y cine de la época. Hay distintos materiales de diversos niveles pero no es necesario conocer su pintura ni su estilo porque se habla de temas universales”, comenta Rufino Ferreras, jefe del Área de Educación del Thyssen-Bornemisza. 

Hopper y sus visitas al cine

Fue Josephine Nivison, su mujer, quien aseguró que en ocasiones el artista acudía al cine, de noche y en solitario, en busca de inspiración. “Algunas de sus pinturas tienen que ver con la obra de cineastas de su época, Hopper vivía mucho lo que se estaba produciendo”, recuerda Ferreras.

Edward Hopper: 'Night Windows' (1928)

Son varias las referencias a La ventana indiscreta o Psicosis de Alfred Hitchcock, aunque la relación no es directa sino que el artista “se inspira en las situaciones psicológicas que se viven en las películas, como la represión o la castración”, asegura Ferreras. Una de las pinturas en las que podemos ver estas similitudes es Night Windows (1928), un lienzo en el que retrata una ventana donde podemos ver a una vecina inclinada. Hopper, al igual que el cineasta, nos convierte en voyeaur de una escena en la que no sabemos realmente qué está ocurriendo. Más adelante, Brian de Palma comparte la idea y visión del mirón en su cinta Doble cuerpo (1984).

Son muchas las ocasiones en las que el pintor americano parece que nos esté contando una historia como la que podríamos ver en el cine. “Cuando representa a gente sola en las cafeterías, esperando en la puerta del cine, fumando apoyada sobre una farola o una pared, es una representación parecida a las películas”. En este sentido, su pintura también entronca con la tradición fotográfica de su sociedad. Asegura Ferreras que el cine de su época “era muy fotorepresentativo y el realismo fotográfico americano reflexiona sobre cuestiones sociales”. Además, “Hopper no pone en evidencia la relación de su pintura con la psicología a pesar de que estaba interesado en algunos aspectos, en Freud y sus teorías”, añade Ferreras. De modo que Hopper reflexiona sobre la sociedad en la que vive, una sociedad convulsa de grandes depresiones y movimientos migratorios.

El cine mira a Hopper

'New York Movie' (1939)

Claro que este interés ha sido algo de ida y vuelta. Cineastas como David Lynch, como asegura Jean Foubert (especialista en cine americano) en su conferencia, podrían quedarse horas mirando sus obras. De hecho, su cine está salpicado de momentos que recuerdan al pintor. Algunas de las escenas de Blue Velvet recuerdan a las escenas de Orleans de Hopper, la gasolinera de Twin Peaks también podemos encontrarla en los cuadros del pintor y “el espectáculo del silencio de Mullholland Drive nos devuelve a algunos decorados de teatros de creador”, sostiene Foubert.

Aunque no solo Lynch se ha visto influenciado, también en películas de Terrence Malick como Días de gloria (1978) o Gigante de George Stevens podemos ver resonancias de House by the Railroad (1925). De hecho, el tratamiento que el pintor hace de la luz es muy cinematográfico como evidencia New York Movie (1939), una pintura en la que vemos a un acomodador de cine en “una clara referencia al cine en sí mismo”, asegura Ferreras. Similitudes con esta pintura las podemos encontrar en filmes como Dinero caído del cielo (1981), de Herbert Cross, o Lejos del cielo (2003), de Todd Haynes.

En definitiva, podemos ver a Hopper en muchos más lugares de los que podríamos imaginar en un primer momento. Y es que su obra sirve para reflexionar sobre la misión del ser humano, sobre nuestra dependencia hacia los demás y representa la soledad a la que muchos nos estamos enfrentando en estos momento tan extraños. Claro que, al igual que algunos de sus protagonistas, podemos asomarnos a la ventana, como lo hacemos cada día a las 20:00 para aplaudir a los sanitarios, en busca de un poco de esperanza.

@scamarzana