Image: Arte contemporáneo al estilo clásico

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Arte

Arte contemporáneo al estilo clásico

24 junio, 2016 02:00

Vista de la sala dedicada a las obras de Movida Madrileña expuestas al estilo del Museo del Prado de 1819

El Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles acoge Colección XIII. Hacia un nuevo museo de arte contemporáneo, una exposición que rastrea los montajes clásicos y plantea cómo funcionarían hoy. Recorremos con su comisario, Sergio Rubira, los momentos clave que han marcado la museografía moderna.

El cubo blanco al que las galerías y museos de arte contemporáneo nos tienen acostumbrados es un fenómeno relativamente joven. Por supuesto, no siempre ha sido así y ha habido diferentes modos de hacerlo dependiendo de la época y sus necesidades. De hecho, colocar las obras de una manera en concreto o a una altura determinada puede condicionar e interferir en nuestra percepción de las mismas. Pero, ¿cómo funcionarían hoy los montajes de antes? Este es el hilo argumental de la exposición Colección XIII. Hacia un nuevo museo de arte contemporáneo que acoge el Centro de Arte Dos de Mayo que exhibe obras en formatos y estilos de épocas diferentes valiéndose de sus fondos y de la colección de la Fundación ARCO.

Partiendo de ese cubo blanco que "suponemos neutro y objetivo", el fin de la muestra es indagar en las diferentes percepciones que recrean las variadas formas de montar. En ellas "se están traduciendo una serie de ideas respecto al arte que se muestra y que afectan a nuestra posición como espectadores. Estas ideas son que las obras de arte son autónomas, eternas y universales", adelanta Sergio Rubira, comisario de la muestra. Algo que hoy en día damos por incorrecto aunque "sucede lo mismo cuando nos introducimos en esa máquina preparada para tener una experiencia estética en la que no sólo se borra la historia de las obras, sino que también se pretende eliminar la nuestra como espectadores", añade.

Son tres los espacios a través de los que se recrean los montajes de otros tres momentos históricos de la museografía española. El primer ejemplo es el Museo del Prado que, cuando abrió sus puertas en 1819, "reivindicaba la Escuela Española exponiendo las piezas por autor y género, mostrándolas a diferentes alturas sin importar que no hubiera ni un solo hueco que permitiera ver la pared", explica el comisario. Así, escogiendo con mimo obras de la Movida Madrileña se cubre casi por completo una de las paredes del centro y se transmite aquello se buscaba con este tipo de montaje: "la abundancia que se identificaba con la identidad nacional".

Vista de la sala negra del CA2M

Casi 80 años más tarde abrió sus puertas el Museo de Arte Moderno de Madrid. "En este momento fueron los propios artistas los que pidieron un lugar propio en el que exponer", comenta Rubira. A través de una serie de fotografías el espectador se hace una idea de cómo este museo vivió tres etapas bien marcadas y diferenciadas. El crítico de arte Ricardo Gutiérrez Abascal, a cargo de la pinacoteca a partir de 1931, simplifica el método y "marca la linealidad exponiendo las obras en orden cronológico". En la segunda época, en cambio, colgando las obras en las cortinas, "convierte el museo en palacio" y, con la llegada del franquismo, la diferencia pasa por el tipo de obras, ampulosas, que se muestran. En el espacio central del CA2M estas tres etapas se muestran en sus tres paredes. A la derecha "cuelgan las obras que hacen referencia a los paisajes, desde el más antiguo hasta el más reciente colocadas incluso sobre el eje", apunta. En el centro, y sobre la cortina que se vinculaba al poder, se muestran piezas de carácter político, como la de Esther Ferrer, que trabajan la idea de la represión. Y, por último, para las obras expuestas a mano izquierda se utilizan soportes que hacen destacar unas sobre otras, como ocurría en la época franquista.

Cuando, en 1951, el Museo del Arte Moderno se divide en dos, nace el Museo de Arte Contemporáneo que nombró director a José Luis Fernández del Amo. El arquitecto replanteó las salas, incluyó el sistema a base de mamparas que servían para exhibir el arte abstracto e incidió en la iluminación cenital que favorecía el visionado de las obras. En esa época se popularizó ver la trasera de los cuadros que "nos recuerdan a Lina Bo Bardi y sus soportes de cristal pero en el MoMA", dice Rubira. "Esas decisiones hablaban de la huella, algo que interesaba especialmente en ese momento en el que la abstracción gestual triunfaba", remata.

En esta sección se contraponen artistas que, aun compartiendo todos un interés por lo geométrico, difieren en sus técnicas y estilos. El juego entre el brochazo largo y lo minucioso, el geometrismo perfecto de Palazuelo y Soto frente a una escultura de Anish Kapoor; Gargallo y Oteiza contrapuestos a un tapiz que rompe con la estaticidad de la geometría de Teresa Lanceta. El arquitecto, cercano al régimen, quiso incorporar obras de Picasso y Miró pero estos no accedieron, pidió más presupuesto y finalmente molestó a un régimen que decidió cesarle. "Es una figura interesante porque fue quien intentó modernizar los museos". Su objetivo fue acercar la abstracción geométrica y gestual a un público acostumbrado a las obras relamidas del Museo de Arte Moderno.

En vista de los problemas que estaba propiciando la inauguración del Museo, la familia Huarte cedió una sala para hacer exposiciones temporales. El arquitecto decidió pintar las paredes de negro explotando así un montaje dramático en el que los cuadros parecían flotar. Para su recreación han escogido fotografías de gran tamaño que juegan con la perspectiva, de modo que entrar en la sala crea una sensación de enanismo. Finalmente, con Fernando Chueca Goitia al frente se inaugura el Museo en 1959, dos años antes de la exposición experimental del MoMA (Toward the New Museum of Moder Art) de la que toma el nombre esta del CA2M. "No existe una forma ideal de montar, sino que debemos ser conscientes de que el espacio del museo o del centro de arte no es en absoluto aséptico", concluye Sergio Rubira.

@scamarzana