Hola, amigos. 

Podéis empezar a escribir sobre la Nochebuena.

El ganador de la semana pasada, dedicada al dolor, ha sido...: 

Pimpinela Escarlata
Aún vivió lo suficiente para sentir que no era el tajo lo que dolía, sino el cabezazo contra el cadalso.

Impactante situación sensorial la que nos describe este relato. El temor físico del ajusticiado al corte del hacha, de la cimitarra o de la guillotina queda en nada cuando toma conciencia, en el instante previo a su muerte, de que el verdadero dolor sobreviene cuando la cabeza golpea el cadalso merced a su desprendimiento del cuerpo. Cadalso, he aquí la palabra mágica, que logra llenar de gracia e intención a este relato tan negro. Su inteligente organización semántica hace que funcione con precisión matemática, acorde con la intensidad que requiere tanta brevedad, pues el cadalso nos sitúa en el insólito contexto del ajusticiado que acaba de perder la cabeza, en su sentido literal. Más allá, están los elementos implícitos: el verdugo, la sentencia, el hacha o la guillotina... Y, luego, estamos nosotros, los lectores, asombrados con la potencia de un relato capaz de hacernos fantasear con el momento previo a la muerte de un hombre al que se le corta la testa, pero su conciencia aún es capaz de reflexionar sobre un dolor nada metafísico: el de un mero golpe contra el suelo. 

Enhorabuena, Carlos Camazón, por el relato, sobresaliente, y por el premio. 

Otros micros pudieron haber ganado: 

Adunbi
”¿Me dolerá?”, preguntó angustiado al verdugo al pie de la horca.

Cromwell
No le importaba sufrir cuando se hacía daño -eso le hacía parecerse a los humanos-, pero habría dado su vida por decir: “Me duele el alma”.

Voluntad
No lloró al nacer.
En toda su vida nunca se quejó por ninguna enfermedad.
Pero su familia no olvidará jamás el sonido de su último estertor.

Aprovecho también para felicitar a Joaquín Valls, que logró meter diez relatos en la final, según me informan desde la Redacción de El Cultural. 

Saludos cordiales