Nadal, celebrando un punto ante Medvedev.

Nadal, celebrando un punto ante Medvedev. Will Oliver Efe

Tenis Copa de Maestros

Nadal es indestructible: salva un 1-5 y bola de partido ante Medvedev

El número uno remonta un encuentro perdido al ruso (6-7, 6-3 y 7-6) y sigue vivo en la Copa de Maestros.

13 noviembre, 2019 18:00
Londres (enviado especial)

Después de la épica, la normalidad.

"He tenido suerte, obviamente. Cuando vas perdiendo 5-1, y tienes pelota de partido en contra, necesitas suerte, y más en esta superficie. Esta es la realidad. Lo demás son películas que quedan muy bonitas. Se puede valorar que he estado ahí, sí. He creído cuando he visto la más mínima oportunidad y he tenido la capacidad de meterme en el encuentro para darme una oportunidad de seguir vivo. De verdad que lo siento por él. Cuando uno pierde así es duro e inexplicable”.

El miércoles por la tarde, Rafael Nadal ganó 6-7, 6-3 y 7-6 a Daniil Medvedev levantando un 1-5 y bola de partido en el set decisivo. Lo hizo con una dejada tras subir a la red, y a partir de ahí construyó una remontada imposible, al límite, con la firma de un tenista al que hay que pegarle 10 veces con un mazo en la cabeza, y ni eso es garantía de nada. El triunfo permite al número uno cumplir el objetivo que se había marcado tras caer ante Alexander Zverev en su estreno en la Copa de Maestros: Nadal se jugará el pase a semifinales el próximo viernes contra Stefanos Tsitsipas tras elevar su nivel. [Narración y estadísticas]

“He mejorado, que era el principio vital del partido de hoy”, reconoció el campeón de 19 grandes tras la victoria. "He jugado un juego más reconocible. Mis movimientos eran mejores al golpear la bola y no tenía la sensación de fallo constante como el otro día. Me he encontrado mejor a nivel físico. Y en general mi nivel de juego ha ido hacia delante”, prosiguió el mallorquín. “Es una esperanza, más allá de lo que pueda suceder en el torneo. Después de un año fantástico no quería terminar con una sensación mala como la del otro día”, añadió. “Era el momento de luchar para jugar mejor”.

Como en Nueva York, Nadal y Medvedev jugaron al gato y al ratón. Durante todo el primer parcial, ambos estuvieron tanteándose al resto, sin que ninguno terminase de soltarse del todo. El ruso, con su cansino ritmo de bola, siempre regular, se decidió a atacar a ratos para desarbolar al español, lo que consiguió con una sorprendente facilidad al apuntar a las líneas, precisión impresionante en su raqueta. Eso sucedió en el tie-break del primer parcial, que el español jugó mal y el ruso muy bien para terminar tomándole la delantera al cruce.

Nadal encajó bien el golpe de perder el primer set. De arranque en el segundo, el balear le arrebató el servicio por primera vez al número cuatro (2-0) y jugó manteniendo esa renta para llevar el duelo a la manga decisiva, a batirse en el alambre con su oponente confiando en aprovechar el impulso ganador.

Si el español esperaba encontrarse con un rival tocado, se equivocó de pleno. Medvedev salió como un tiro (4-0 de arranque, doble break) y en un parpadeo se colocó 5-1. Llegó entonces esa pelota de partido al resto. Llegó la dejada de Nadal para salvarla. Y llegó un cambio en el partido imposible de explicar con palabras porque este tenista no tiene cronista que sea capaz de hacerle justicia: el número uno aprovechó un mínimo resquicio para hacer un agujero del tamaño de una catedral en la cabeza de Medvedev. Se descompuso el ruso (un error, y otro, y otro para ensuciar sus 21 aces y un planteamiento fantástico), creció Nadal (pelotas con más intención, mejores ángulos, más directas) y levantó los brazos porque no hay nadie que compita como él. 

Hay tenistas que juegan más bonito y otros que le pegan más fuerte a la pelota, pero no existe uno que sea capaz de poner el corazón en la pista como precio de la victoria. Nadal, y nadie más.