La fuerza carismática de Fernando Alonso nos abrió las puertas de las emociones de la Fórmula 1; una competición de una complejidad inabarcable para las intuiciones con las que observamos deportes sin máquina. Su figura creció tan poderosa que hasta nos forzó a seguir su periplo en el automovilismo más allá de la modalidad con la que entró en nuestros salones. La vuelta de este emblema de la Edad de Oro del deporte español constituyó la noticia de un fin de semana, del que esperábamos, también, una reacción de la selección de fútbol. Casi nos quedamos con las ganas.

Alonso empezó con su garra intacta y la España futbolística con átona docilidad, con un primer tiempo que casi sería mejor ni citar. El piloto asturiano continúa indomable, y en la salida adelantó a Carlos Sainz para mantener después un emocionante duelo con el citado y con Vettel. Su suerte se fue evaporando junto a la solvencia de su Alpine, tanto que ni siquiera cumplió su deseo de terminar la carrera.

Por el contrario, la selección de Luis Enrique firmó un encuentro tan dispar como la noche y el día. La lucidez condujo a sus hombres tras el descanso, en especial en la segunda media hora, con algún cambio por el camino que allanó las soluciones. Georgia fue más rival de lo que se esperaba, o quizás, tendemos a sobrevalorar a nuestra selección envalentonados por un pasado glorioso y la ilusión de renovarlo.

Luis Enrique con el esférico

Luis Enrique con el esférico Reuters

No obstante, deberíamos ser más cautelosos. Cuando nuestro equipo fue campeón del mundo teníamos muchos jugadores entre los mejores del mundo, un núcleo barcelonista que dominaba en Europa (Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué, Busquets) y un eximio trío blanco (Casillas, Ramos y Xabi Alonso). A su lado, entre otros, Torres, Silva y Villa. No creo que sea necesario seguir con la comparación, sólo indicar que apenas hay en el grupo jugadores de nuestros mejores equipos.

No es la intención de este cronista desinflar nuestras expectativas, sino calibrarlas. Tenemos un equipo con jugadores jóvenes, de mucha calidad, junto con algún veterano que equilibra el cóctel. Podríamos ganar a los mejores, pero también ceder ante un número de selecciones mayor del deseado. En otras palabras, carecemos todavía de la solvencia de nuestros antecesores, aunque no seré yo quien descarte que la logremos.

Aún con un vehículo por desarrollar la vuelta de Alonso constituye una de las noticias deportivas de la temporada. Más ahora, que su imagen se ha suavizado, que han desparecido sus comportamientos altaneros y las frases a destiempo que generaron una división de opiniones sentimentales junto a su poderoso talento. Hoy concita una aprobación afectiva, y, en consecuencia, de admiración, mucho más amplia. Sus apariciones públicas más frecuentes, las muestras de humana fragilidad y la búsqueda incesante del lugar en el que sentirse a gusto consigo mismo nos han acercado a una persona juiciosa y luchadora. Quizás no gane como antes, pero ahora le queremos más.