Clásica Omloop Het Nieuwsblad, edición de 2016.

Clásica Omloop Het Nieuwsblad, edición de 2016. Tim de Waele Getty

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Las clásicas belgas se acorazan contra el terrorismo

La amenaza de atentados lleva a los organizadores de las populares carreras sobre adoquines a tomar medidas excepcionales de seguridad. 

25 febrero, 2017 01:55

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Si aquí en España alguien dice que comienzan las clásicas de adoquines, sólo logrará entusiasmar a un puñado de acérrimos seguidores del ciclismo que han descubierto un tipo de carrera totalmente ignota para la mayoría del aficionado medio. Pero en Bélgica, el país donde se celebran, no se trata de un simple acontecimiento deportivo. Es una religión. Familias enteras se suben a la autocaravana y se van al rincón de Flandes donde ese fin de semana haya carrera para vivirlas in situ. Las clásicas de piedras son parte de un estilo de vida. Y este fin de semana se abre la veda con las dos primeras: Omloop Het Nieuwsblad y Kuurne-Bruselas-Kuurne.

Baste decir que el Tour de Flandes tiene cada año más audiencia que cualquier partido de fútbol de la Liga belga, e incluso la selección. El primer domingo de abril siempre es lo más seguido en TV, más de dos millones de personas –hablamos de un país que ronda los 11 millones de habitantes- se sientan frente al televisor a verlas. Las cuotas de pantalla suelen ser superiores al 50%. Y aunque evidentemente no se puede contar uno por uno a cada asistente, se calcula en un millón de almas las que se concentran en las cunetas para ver a los ciclistas retorcerse en esos empedrados muros.

Evento deportivo de gran magnitud, además enraizado en el carácter colectivo de un país europeo. Millones de personas pendientes de él. Un blanco más que apetecible para quienes quieren sembrar el terror y tienen medios para hacerlo. De ahí que Flanders Classics, el conglomerado organizador de la gran mayoría de clásicas de importancia –entre ellas el Tour de Flandes– haya decidido extremar las medidas de seguridad y adaptarlas al estado de alerta terrorista nivel tres que se vive en el país.

La peor pesadilla

Bélgica lleva en estado de alarma desde los atentados de Bruselas acaecidos el pasado mes de marzo. En los últimos meses se han sucedido las redadas y detenciones de terroristas por riesgo inminente de nuevos ataques. De hecho, precisamente la capital belga, sede de gran parte de las instituciones de la Unión Europea, es considerada una madriguera del yihadismo. Más de 600 ciudadanos belgas han estado en Siria o Irak, enrolados en las filas del Daesh. No es como para tomárselo a broma.

Para los organizadores de las clásicas y las autoridades del país, la peor pesadilla es que se repita un atentado como el de Niza. Un ‘lobo solitario’ –radicales que se deciden a hacer la guerra por su cuenta en Occidente- irrumpiendo en la ruta de carrera a los mandos de un camión y llevándose por delante lo que encuentre a su paso. Por eso mismo, se blindarán los cruces para impedir que un vehículo ajeno a la carrera pueda entrar en ella.

“Estas medidas se han estudiado junto a la policía y el Gobierno belga”, explicó Wim Van Herreweghe, una de las cabezas visibles de Flanders Classics. Pero claro, hablamos de un trazado de 200 kilómetros. ¿Se puede convertir todo eso en una cápsula de seguridad? El propio organizador tiene la respuesta, y es negativa: “No podemos controlar toda la ruta, pero sí incidiremos en las zonas de salida y llegada, así como en los puntos de mayor concentración de personas”.

Son los denominados ‘muros’, ascensiones cortas pero empinadas de terreno empedrado, y donde normalmente se deciden estas pruebas. Cuando hay carrera, las aglomeraciones allí están aseguradas. Por eso no se van a andar con rodeos y se van a apostar trailers y bloques de hormigón en los cruces para cerrarlos a cal y canto. Además del plan contra las invasiones de carrera, también se van a destinar recursos a la revisión de maletas y equipajes: “Junto a los policías que van a patrullar, habrá una plantilla de 100 personas revisando maletas y equipaje en áreas públicas”, comenta el organizador. Cualquier precaución es poca.

La retirada de Boonen

Como toda religión, ésta también tiene su dios. Lo que pasa es que va cambiando cada cierto tiempo, y cuando se marchan entran directamente en un Olimpo selecto donde sólo pueden estar los mejores. Ahora, ese ser divino es Tom Boonen. A sus casi 37 años, el mito ha decidido colgar la bici en abril después de la París-Roubaix donde espera convertirse en el primer ciclista que la gane cinco veces. Actualmente comparte el trono con Roger De Vlaeminck, que en los años 70 consiguió otras cuatro.

Tanto ‘Tommeke’ como el resto del pelotón participante ya está en la zona desde hace algunos días, reconociendo todos los entresijos del recorrido. La situación ahora mismo es tranquila, de absoluta normalidad. Boonen va a estar bien ‘acompañado’ por el campeón olímpico Greg Van Avermaet y el doble campeón del mundo Peter Sagan entre otros. Es decir, que a todo lo anterior hay que añadir la presencia de figuras contrastadas del ciclismo mundial. Para dar una idea de hasta qué punto se trata de pruebas de seguimiento masivo, en estos días se ha abierto un debate sobre la conveniencia, o no, de cobrar entrada –ya lo hacen en ciclocross– en algunos puntos de la misma. Como si fuese un campo de fútbol o una cancha de baloncesto. Imagine el lector algo así en cualquier carrera de España, y el desierto en que ésta se convertiría de aplicarse tal medida.

Ya el año pasado, tras el atentado de Bruselas, planeó sobre el aire la amenaza de suspensión de dos pruebas: la Dwars door Vlaanderen y la E3 de Harelbecke, programadas apenas unos días después de la matanza del aeropuerto. Finalmente, ambas carreras se acabaron celebrando sin alteraciones. Pero la sombra del terrorismo sigue presente, de ahí el aumento de medidas de seguridad. El ciclismo es un deporte con sus propias estaciones, pues el invierno empieza a finales de octubre al acabar la temporada, y la primavera lo hace este fin de semana, con el comienzo de las clásicas de adoquines. Pero esta vez las piedras estarán acorazadas para prevenir males.