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    Puta, Nelly Arcan

    Pepitas de Calabaza reedita 'Puta', el libro colosal de autoficción de una autora oscura y rota que se convirtió en un objeto de culto en sí misma antes de suicidarse. Fue un pelotazo editorial en su día, veremos si ahora también. Nelly Arcan fue nena de clase media, buena estudiante, tímida, nacida en Lac-Mégantic -cerca de la frontera con EEUU-, asediada por una madre deprimida y un padre reaccionario y religioso que creía en el diablo más que en sí mismo y que le inculcó una tremenda educación sacra. 

    Tocó el piano doce años, y, como todos los jóvenes atolondrados que piensan que la vida les debe algo, quiso irse a vivir del campo a la ciudad, jamás volvió a tocar una nota y trabajó de camarera en un bar mientras escribía su tesis, y, sin tener claro por qué, respondió a un anuncio en el que buscaban escorts y se metió de lleno en un oficio que nunca quiso dejar. Pero no fue una puta, Nelly, no fue sólo una puta, nadie es sólo una puta, aunque ella titulase así, con esa palabra cruda y sórdida su gran obra cumbre.

    Este libro es una revelación encantadora de cómo acabó jugando con los hombres, haciéndose actriz no para ellos, sino contra ellos, de cómo terminó por hundirles lanzándose a la comedia y convirtiéndola en su propia existencia. No esperen encontrar aquí pasajes masturbatorios ni escenas delimitadas de coitos sucios: es un libro ansioso, lleno de frases largas y aturrulladas, de enumeraciones delirantes, es como un vómito hacia arriba que se devuelve en forma de confeti, es un ejercicio amargo y soberbio de autoficción que no se parece a ninguna otra cosa que no sea a él mismo.

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    El fin del amor, Tamara Tenembaum

    'El fin del amor. Amar y follar en el siglo XXI' (Seix Barral), de la periodista y escritora Tamara Tenembaum -que se ha convertido en una de las voces más potentes de la nueva literatura latinoamericana- no es, en el fondo, un libro sobre el fin del amor. Más bien va sobre su recomienzo, ahora que podemos empezar a querernos más libremente no sólo en lo legal, sino en lo social. El amor tal y como lo hemos conocido históricamente -impregnado de conveniencias familiares, de monogamia severa, de la idea inculcada a las mujeres de que nuestro objetivo vital es casarnos- está agonizando, adiós muy buenas, ahí te quedas.

    Ahora los modelos son diversos: la generación de nuestras madres fue la primera que se divorció, tenemos amigas sólidas que no abandonamos cuando comenzamos una relación estable, hemos ampliado vínculos afectivos aquí y allá -tanto en esa familia elegida que son los colegas como en el desarrollo de la vida laboral-, y hasta existen opciones menos convencionales que cada vez se practican más, como las relaciones abiertas o el poliamor. La maternidad es sólo una posibilidad, no la única manera de realizarse como mujer en el mundo. Hoy hemos reflexionado por fin sobre el consentimiento. ¡Tenemos amigos hombres: qué invento!

    A 'El fin del amor' hay que aplaudirle que no sea un libro cínico: no uno de esos ensayos con la ceja levantada que señalan las grietas reconociéndose nihilistas, sino una obra vigorosa, optimista, diríamos, sobre nuestros afectos y sobre cómo se va paliando la desigualdad histórica entre varones y mujeres heterosexuales.

    Tamara Tenenbaum, además, nos regala una mirada muy lúcida, curiosa e interesante de todos estos temas, porque se crió en una comunidad judía ortodoxa en el corazón de Buenos Aires y ni siquiera sabía si era correcto dar dos besos en las mejillas al saludar a los chicos. Estaba desubicada ante los códigos de los otros acerca del amor y el erotismo. Aquí los desmenuza todos -con sus opresiones invisibles-. 

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    España, Santiago Alba Rico

    Al filósofo Santiago Alba Rico, de niño, Cervantes le daba miedo: luego entendió que no era Cervantes como tal, sino un óleo de época en el que aparecía un falso manco de Lepanto con un aspecto que se le antojaba siniestro, vestido de negro y con gorguera, escribiendo con pluma de ave. Qué miedo le dio España a Alba Rico. El "alma nacional", digamos. España y sus mitos, España y su historia, España y sus fantasmas. España y sus pequeñas magias inútiles. Dice Alba Rico en su nuevo libro, editado por Lengua de Trapo, que su generación creció “enferma de literatura”, pero con un “regüeldo antiespañol, muy decimonónico, que nos impedía leer sin náusea la literatura castellana”.

    Se confiesa: “A los 18 años, disfrutábamos con Rabelais pero no con La Celestina; con Molière o Racine, pero no con Lope o Tirso de Molina; con Villon, pero no con Quevedo; con Shakespeare, pero no con Cervantes”. Digamos que la rebeldía les alejó de algunas cosas hermosas y les disfrazó otras. “Por odio a la escuela, al franquismo y a España, no leímos a Cervantes; es decir, entregamos a Cervantes a los que nos habían robado tantas otras cosas, incluida la propia España; no disputamos Cervantes a los que lo leían y lo enseñaban mal; ni a los que lo utilizaban, de alguna manera, contra nosotros”, sostiene.

    Con Galdós le pasó igual: y vaya arrepentimiento. Ahora piensa el autor qué habría sido de su vida y de su obra de haberlos leído antes. En este libro maravilloso se reconcilia con los paisajes y la historia y los nombres que una vez enterró porque se le inculcaron como sentimentalmente reaccionarios y él era un chico de izquierdas; en este libro señala las grietas necesarias de un país a ratos en descomposición pero también guiña a sus virtudes, a sus gestos nobles, a los símbolos que sí merecían la pena y que ya, que sopla más de cincuenta, no consentirá regalar a la derecha.

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    Lejos de aquí, Eduardo Fuenbuena

    En 'Lejos de aquí', un ensayo autopublicado por el cinéfilo, cineasta, historiador e investigador Eduardo Fuembuena, se cuenta por fin la historia verdadera -hiperrealista hasta el dolor- de Eloy de la Iglesia y José Luis Manzano. Once años de trabajo para destripar y abrazar un amor de esos locos y viejos, entre la amistad, la complicidad, la prostitución, la simbiosis, el compañerismo, la pasión, la devoción ante el cine, la supervivencia y el tremendo dolor de dos adictos a la heroína y también dos adictos a sí mismos. El uno al otro.

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    Azaña. Los que le llamábamos Don Manuel, Josefina Carabias

    Seix Barral reedita 'Los que le llamábamos don Manuel', una suerte de semblanza del político que es también una crónica de su tiempo dibujada por la periodista pionera. Se publicó por primera vez en el año ochenta y ha estado mucho tiempo descatalogado, fuera de circulación. La pena es que la autora no llegó a verlo andar, porque falleció cuando la obra estaba en imprenta.

    No es una biografía, y tampoco una carta cariñosa -ella se esfuerza por subrayar que lo que seguro no es, es una apología-: es verdaderamente un testimonio excepcional, un perfil agudísimo sobre el hombre y el político de entre los treinta y los cuarenta, es un acompañamiento fiel pero crítico de ese tipo extraño y algo errante, es el retumbar de las voces de Negrín, Valle-Inclán, Largo Caballero, Chaves Nogales, Lola Rivas Cherif (esposa de Azaña), Alcalá Zamora, Indalecio Prieto, Unamuno o Margarita Xirgu.

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    El fin del amor, Eva Illouz

    La socióloga franco-israelí, en su ensayo 'El fin del amor' (Katz), se vuelve a subrayar como la gran teórica del amor contemporáneo. ¿Por qué en nuestra cultura se habla tanto del amor y tan poco del desamor?, se pregunta. Así que en esta obra plantea las formas de romper un afecto -falta de compromiso, divorcio, separación, desgaste, expectativas nunca cumplidas, ficciones románticas frustradas- e indaga en qué supone el hecho de irse. Señala cómo somos influidos en nuestras relaciones afectivas por las instituciones, por la cultura, por el capitalismo tardío, que nos ha domesticado para ser cada vez más seres de 'usar y tirar', para entregarnos a la obsolescencia, a la acumulación, al capricho, al amor líquido. 

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    El penúltimo negroni, David Gistau

    Hay que homenajear a Gistau leyéndole en la pequeña biografía y la recopilación de artículos -políticos, culturales, personales- hilvanada por David Lema -El penúltimo negroni (Debate), con prólogo de Manuel Jabois-, porque uno entiende. Uno entiende quién fue el hombre. Se cierran algunas cosas, se intuyen otras, y una verdad secreta, trascendente y exacta se filtra por las grietas de lo que escribió David. Él no sabía que iba a morir aunque se pasó la vida esquivando la muerte. Él, sobre todo, fue un hombre bueno. 

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    El Tercer País, Karina Sainz Borgo

    La autora sigue adelante tras el fulminante éxito de su primera novela, 'La hija de la española'. En su nuevo libro, 'El Tercer País' (Lumen), la escritora y periodista se asienta en un lugar de nuevo incómodo, fronterizo, depravado, lleno de iras y de guerras -la de los narcotraficantes, los guerrilleros, los jeques podridos de dinero- donde dos mujeres se enfrentan al mundo e imponen sus planes a todas las adversidades.

    Una es Angustias Romero, una madre que quiere enterrar a sus hijos sietemesinos muertos en medio de tanta devastación política y social. Otra es la carismática Visitación Salazar, la enterradora del asunto, una tipa extravagante que ha montado un cementerio ilegal donde poder darle paz a los avasallados -en un terreno que los fuertes le quieren quitar-.

    El Tercer País, por tanto, es ese cementerio sublevado, ese cementerio que es casi un motín en sí mismo, ese lugar en medio de ninguna parte donde llevar a cabo el rito, la despedida, el duelo, donde depositar el dolor, la hermandad, la complicidad de dos hembras rabiosas, cada cual a su manera, que combaten a dentelladas secas y calientes, como diría aquel. Hay aquí algo de 'Antígona' y hay algo de Rulfo con 'Pedro Páramo'. Esta es una novela llena de mujeres que dicen “basta”. Empezando por la autora.

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    Miss Marte, Manuel Jabois

    'Miss Marte' (Alfaguara), la nueva novela de Manuel Jabois, es material sensible: una de esas piezas frágiles, cuidadas y perfectas que uno teme tocar por si se desvanece el hechizo. Uno de esos libros sobre los que uno quiere hablar -quiere hablar rabiosamente, quiere comentarlo entero-, pero se muerde la lengua porque tiene el detalle de dejarle a los demás que descubran su oleaje literario y narrativo solos. Quisiera uno verles la cara de sorpresa, la reacción ante los pequeños giros, como cuando observamos un rostro querido en el cine. Este libro tiene eso en común con la vida: lo mejor nunca se puede contar.

    El libro se ambienta en un rincón inventado de la Costa da Morte, en Galicia, y arranca veinticinco años después de un suceso trágico que removió a todo el pueblo y lo atravesó para siempre. La desaparición de una niña llamada Yulia el día de la boda de su jovencísima madre, Mai -Miss Marte-, una tipa encantadora en el sentido profundo de la palabra, extraña a las convenciones del tiempo y la gente, rotundamente perturbadora, herida y mágica. Eran unas recién llegadas al pueblo, Mai y Yulia, pero enseguida generaron devoción dentro de su manera errante, tierna y estrafalaria de estar en el mundo.

    Nadie hizo preguntas sobre su pasado, nadie necesitó respuestas: daba igual quiénes eran y por qué estaban allí. Se quedaron a vivir y lo llenaron todo de su aroma rebelde y amoroso, de sus juegos perversos, de su poesía rara. Hicieron amigos que las quisieron bien. Que se sentían mejores cuando ellas estaban. Crearon una fortaleza invisible alrededor de ese pueblo con su sola existencia, con su sola intervención en las cotidianidades: por eso este libro -aunque todo lo que relata es perfectamente terrenal y verosímil- tiene un aura fantasmagórica.

    La cosa es que veinticinco años después de la desaparición de Yulia, una periodista llamada Berta reabre el caso -por el que nadie fue condenado- para un documental, y aquí empieza a salir mandanga de la buena. Va reconstruyendo la historia a partir de sus protagonistas, de las gentes del pueblo, de los antiguos amigos de Mai que ahora se han hecho mayores.

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    El Evangelio según María Magdalena, Cristina Fallarás

    En 'El Evangelio según María Magdalena', la escritora encarna la palabra de la gran mujer marginada del cristianismo y la rescata tanto del silenciamiento como del blanqueamiento. Ni puta, ni esposa de Jesús: aquí la María Magdalena rica, culta y bisexual que queríamos conocer desde hace tanto. Se define a sí misma en la obra, la Magdalena, como “una mujer que conserva la furia frente a la idiotez, la violencia y el hierro que imponen los hombres sobre los hombres y contra las mujeres”. Casi nada. Viene un miura corriendo hacia acá desde los tiempos de Cristo. 

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    La gente no existe, Laura Ferrero

    Laura Ferrero te ata una soga al cuello cuando arrancas a leer sus cuentos y a cada párrafo la va apretando: hay crudeza, y belleza, y placer -por asfixia, también, por petite mort- en sus relatos tiernos y oscuros -todo a la vez- sobre la memoria y la muerte, sobre el padre que una no conoce del todo, sobre el borrado de los viejos amores, sobre las relaciones de abuso y de maltrato que se dan dentro de la propia pareja, sobre el arte de la huida o sobre las fiestas de los enfermos terminales.

    Sabíamos ya de su brillantez por 'Piscinas vacías' y 'Qué vas a hacer con el resto de tu vida', pero ahora, en 'La gente no existe' (Alfaguara), resulta aún más seductora narrativamente, más madura y amarga, quizá porque derriba al lector gota a gota, cuento a cuento.

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    Regreso al Edén, Paco Roca

    Paco Roca dibuja desde que tiene memoria. Y lo más importante: porque tiene memoria. Sabe que nada de lo que nos sucede hoy puede explicarse sin activar el ojo de la nuca: sabe que mucho de lo que late en nosotros pende de un hilo finísimo que viene de la historia de nuestros padres, de la vida de nuestros abuelos, de sus pasiones, sus fobias, sus fortalezas, sus frustraciones y su manera -tan distinta, tan compleja a su modo- de entender la política, el amor, la felicidad y las relaciones entre hombres y mujeres.

    Ahonda en sus huellas sentimentales en su maravillosa obra 'Regreso al Edén' (Astiberri), un cuento familiar a partir de una foto de 1946 en la antigua playa de Nazaret de la capital valenciana. Esta es -en realidad- la vida de su madre. Pura memoria histórica y sentimental.

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    Las cosas del querer unos años después, Flavita Banana

    Flavita Banana es la mejor viñetista de nuestro país: al menos, la más influyente desde su trazo negro y relajado desde el que habla de amor, de soledad elegida, de huidas, de incomprensión mundial, de cánones de belleza impuestos, de libros y vinos y pensamientos ácidos rebozados siempre de feminismo. Dice que bebe igual de Forges o de El Roto -“los viñetistas de opinión de siempre son señores, ya sabes”- que de la gran Maitena: “De ella aprendí el valor de decir ‘epa, esto es mi día a día y lo voy a usar como opinión, porque el cotidiano de las mujeres no tiene menos importancia que las diatribas políticas de los señores”, cuenta. “Pero mi biblia de referencia es el libro 'Mujeres y poder' de la historiadora clásica Mary Beard”.

    Ahora Flavita lanza 'Las cosas del querer unos años después' (Lumen), una versión actualizada de la obra con la que empezó a colarse, como una amiga sabia, en nuestras pantallas y nuestros periódicos y en las paredes de nuestra casa en forma de lámina. Esos dibujos los hizo a lo largo de 2016, y ahora es más diáfana, más clara y más fuerte.

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    La mala leche, Henar Álvarez

    No es una novela gráfica, es un carro en llamas: en La Mala Leche (Planeta), ilustrada por Ana Müshell, Henar pisa todos los callos desde el carisma y el feminismo. La historia está protagonizada por su alter ego Nani, una madre primeriza -como ella- que está hasta el papo de unos y de otros. Del trabajo, de las exigencias de la sociedad, de los machismos que flotan en el aire, del pánico a la muerte -es una hipocondríaca divina, estilo Woody Allen-, de no saber cómo gestionar su erotismo desbordante.

    Mucha angustia aquí por un deseo sexual no resuelto: que su pareja le chupase la leche materna, aunque él no lo ve claro del todo. ¿Lo conseguirá? Aquí encontrarás reflexiones vitriólicas, desquicies artísticos, infidelidades, exabruptos sobre los hombres, dios, las mujeres y el sexo. Por favor: píllatelo. Necesitas divertirte. 

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