'Norma' en el Teatro Real de Madrid.

'Norma' en el Teatro Real de Madrid. Efe

Crítica La tribuna

'Norma' en el Real: el teatro dentro del teatro dentro del teatro...

La propuesta de Justin Way se queda poco inspiradora y muy confusa, pero es una partitura tan magistral y está tan bien a nivel vocal y musical que merece ver alguna de las once funciones restantes.

4 marzo, 2021 07:54

El Teatro Real continúa con su labor titánica de dar normalidad en una época tan anormal como esta y decidió mantener en la temporada ni más ni menos que Norma, uno de los más bellos títulos de la historia de la ópera y autentico tour de force no solo para la soprano que se atreva con el rol protagonista, sino para la mezzo que interprete Adalgisa y el tenor que asuma el rol de Pollione.

Musicalmente, es una partitura de una altísima inspiración, llena de momentos gloriosos. La historia es bien conocida: suma sacerdotisa que se supone virgen en realidad ha tenido dos hijos del general del ejército que pretende conquistar la nación de la protagonista y una de sus novicias acaba enamoriscada de su amante. ¿Quién dijo que los culebrones son cosa del Caribe?

Para llevar a cabo esta nueva producción, el Teatro Real ha apostado por "alguien de la casa", su director de producción desde 2014, el australiano Justin Way. Si alguien se conoce las posibilidades escénicas del teatro es Way. Y a pesar de su trayectoria profesional como regista nunca habíamos tenido la oportunidad de ver un trabajo suyo en el escenario madrileño, aunque participó en la Madama Buttertfly de Mario Gas de 2017 y el Rigoletto de McVicar de 2015.

Way es conocido por su afición a no respetar los contextos históricos propuestos en los libretos de las óperas que dirige y Norma no iba a ser menos: el australiano ha optado por hacer un mix extraño, un galimatías a ratos ininteligible trasladando la escena de los entornos originales -la Galia invadida por el imperio romano- al Milán posnapoleónico donde se estrenó Norma y que en la época que nos propone Way era parte del Imperio Austro-Húngaro. Un Milán que está dejando atrás su pasado rural, agrícola y guerrero para dar paso, bajo el control de Viena, a una burguesía industrial en la capital de la Lombardía, una nueva sociedad posrevolucionaria que luchará por liberarse del mandato y la tutela austriaca y utilizará los escenarios de los coliseos italianos para impulsar una nación nueva, Italia, una revolución burguesa en la que tanto tuvo que ver la ópera, sus libretistas y compositores.

Norma es de las primeras óperas que pondrán la base para un estilo "patriótico" italiano en los libretos y los títulos que llegarán, en los años cuarenta del siglo XIX, a casi todos los coliseos y que culminarán en el Nabucco verdiano (1842) y su 'Va pensiero', himno del movimiento nacionalista italiano. Este veta de un inflamado espíritu patriótico italiano la explotará Verdi en años posteriores con I Lombardi Alla Prima Crociata (1843), Attila (1846) y con un Macbeth (1847) ya más sutil, con menos tufo patriótico pero donde el sufrimiento de una nación por la opresión es más atosigante.

Todo este material le sirve a Way para montar una Norma incomprensible. Propone un teatro dentro del teatro en el que Pollione es un militar austriaco que va a una representación de Norma. O eso entendió uno. Un recurso más que visto en los últimos años pero que podría funcionar si se mantuviera la coherencia pero Way riza el rizo y en vez de centrarse en una línea argumental, echa el resto mezclando un poco de todo: en la segunda escena ya no hay teatro sino el camerino de Norma en la que ya no sabes si estás en el escenario o en la vida real.

'Norma' en el Teatro Real de Madrid.

'Norma' en el Teatro Real de Madrid. Efe

El segundo acto a uno le parece que es un ensayo de la función de Norma con el coro a medio vestir pero de nuevo los límites de qué es la realidad y qué la historia teatral se confunden tanto que ya no hay quien se aclare. ¿Por qué el militar austriaco de repente forma parte de la compañía? ¿Por qué Norma parece una 'Mariana Pineda' a la italiana? ¿Por qué Adalgisa no sabe uno si es personaje o actriz? Y sobre todo, ¿por qué lleva Oroveso un sombrero de Carmen Miranda en la cabeza?

Personalmente, la propuesta de Way se me queda poco inspiradora y muy confusa. Way naufraga en su intención de aportar claridad en una producción que a priori tenía buenos mimbres pero no acaba por hacer un cesto decente. A mis ojos, tan vetusta es la Roma de los druidas como la Milán austriaca. Tanto da una túnica romana que un vestido imperio posnapoleónico. Si de pegarle un meneo a este título se trataba, hemos visto en los últimos años propuestas de Norma mucho más audaces como la de Álex Ollé para la Royal Ópera House de Londres o la de Moshe Leiser y Patrice Caurier para el Festival de Salzburgo.

Way se queda en una "tierra-de-nadie" en la que no sorprende pero tampoco molesta. Desconcierta porque aunque Way, en su texto en el programa de mano, justifica este cambio para poder optar por la visión más política de esta obra, la lucha entre una sociedad basada en la tierra y en lo natural y otra, la romana, conquistadora y educadora de una estructura de estado, de cultura y civilización, el resultado final en escena no cuaja. Resulta paradójico que Way considere a los conquistadores -el imperio romano- como conquistados por los austriacos.

Tras tres horas de función no sales ni impactado ni incómodo ni sorprendido

Pero dicho esto, tras 3 horas de función no sales ni impactado ni incómodo ni sorprendido. No ha visto uno nada nuevo, de hecho esta Norma recuerda mucho -quizá demasiado- al Nabucco de Thadeuss Strassberger para varios teatros americanos: Washington National Opera, Minnesota Opera, Philadelphia Opera. Del vestuario ya ni hablamos: todo apunta a que Sue Willmington entró en Menkes arrasando con todo lo que veía y se le pasó encajarlo para que hubiera coherencia.

Marco Armiliato, que desde la Madama Butterfly de hace cuatro años no había vuelto al Teatro Real, sustituye a última hora a Benini, uno de los grandes especialistas belcantistas que por motivos personales ha cancelado. Una pena porque Benini es un excelente concertista y un declarado defensor de Bellini y el periodo musical italiano de primeros del XIX.

No obstante, el Real ha tenido cintura y agilidad para traer a un estupendo sustituto ya que Armiliato además de su profundo conocimiento del periodo y su natural dirección apasionada, arrebatada e intensa (que se pudo apreciar en el arranque de una obertura quizá un poco descuidada grandilocuente), el italiano es un magnifico acompañante de voces, a las que mima y cuida con esmero, algo fundamental en un título como Norma.

Excelentes, como nos tienen acostumbrados, los cuerpos estables del teatro, la orquesta y un coro estupendo que tenía el añadido de cantar con mascarilla. Doblemente complicado pero muy bien resuelto.

Brutales Margaine (Adalgisa) y Tagliavini (Oroveso). Sin duda los dos cantantes son lo mejor de la noche

Michael Spyres (Pollione) debuta en el Teatro Real con un papel exigentísimo. Un rol para el que además de legato, gusto y sobre todo voz grande y fuerte, hay que cuidar la intención. Spyres arrancó flojo y no conseguía, en el primer acto, estar cómodo en la zona alta pero sí muy a tono en las medidas. Tiene una voz bonita, muy adecuada al personaje pero va apretado en los cierres de los dúos con Norma y Adalgisa. En la segunda parte estuvo mucho mejor y terminó de una manera muy digna aunque ir escaso de agudos en un papel como este pasa factura.

Yolanda Auyanet debutó el rol de Norma en su tierra natal, Canarias, hace 4 años. Lo ha ido incorporando en su repertorio poco a poco y llega al Real con el papel interiorizado en el cuerpo. Su personaje se debate entre la fortaleza de un líder político y religioso que es capaz de parar una guerra o iniciarla, al amor atormentado por un hombre que la engaña y del que es incapaz de desengancharse.

Norma, como bien señala Matabosch en su comentario de texto en el programa, es una mujer que vive dos vidas imposibles de conciliar. Por un lado es una 'Thacher' de armas tomar, dura, ejecutiva, que desde su posición política y religiosa guía a un pueblo contra su enemigo y lucha por defender un modo de vida en vías de extinción, y por otro es 'Lady Di', una mujer atormentada por la pérdida de su amante en manos de otra. Dos personalidades totalmente antagonistas que desde el arranque sabes que acabará mal.

Auyanet tiene un timbre bonito, conoce el papel pero no remata el personaje: a ratos está magnifica, muy poderosa, con unos brillantes y bien afinados agudos, una preciosa media voz, un filado controlado, con carácter, y a ratos de repente está desdibujada, sin vis escénica, sin garra teatral y con serios aprietos en los pasajes y algunas agilidades. No termina de ser redonda ni sentirse a sus anchas en este rol tan complejo. Musicalmente sabe dar cada nota pero Norma exige una caracterización dramática que no vimos en la soprano canaria.

Hay tres momentos en el papel protagonista y a Yolanda Auyanet se le fueron las tres escenas entre las manos

Hay en esta obra tres momentos en el papel protagonista que hay que echar el resto a nivel interpretativo: cuando Norma descubre que Pollione la engaña "Costui, costui dicesti? Ben io compresi"; cuando Norma intenta en vano asesinar a sus hijos para vengarse de Pollione "Ah no! Son miei figli" y finalmente cuando confiesa ante su pueblo que la sacerdotisa traidora y amante de Pollione, es ella "Son io".

En estos tres momentos, o la soprano echa toda la carne en el asador y se viene arriba interpretativa y vocalmente, o se te cae el personaje. Y a Auyanet se le fueron las tres escenas entre las manos, sin tensión teatral, sin escalofrío, siendo el tercero el más sangrante: Auyanet más que confesar que es la suma sacerdotisa que ha violado sus votos parece que responde a “quién da la vez?”. Su mejor momento escénico fue el dúo con Adalgisa “Mira oh Norma” y la canaleta posterior. Hubo una magnifica comunicación de ambas cantantes que lo bordaron.

Brutales Clémentine Margaine (Adalgisa) y Roberto Tagliavini (Oroveso). Sin duda los dos cantantes son lo mejor de la noche. La francesa tiene una voz magnífica, carnosa, oscura, impecablemente bien controlada, una emisión nítida y una seguridad pasmosa en atacar las zonas altas. Su color de voz hacía un contrapunto maravilloso al cristalino de Auyanet y fue muy aplaudida por el público, al igual que Tagliavini, un habitual en el Teatro Real que siempre borda sus personajes. Escénicamente imponente, con una poderosa voz de bajo bien modulada, corporea, sólida y muy bien manejada, un fraseo estupendo y unas notas redondas, impecables.

Pero con todo y esto, Norma es una partitura tan magistral, un entramado emocional y musical tan logrado, está tan bien a nivel vocal y musical que la ocasión merece ver alguna de las once funciones restantes que el Real ha programado.

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