Jennifer Aniston, toda una súpermujer.

Jennifer Aniston, toda una súpermujer.

Cultura Psicología y sexualidad

El 'castigo' de las supermujeres: por qué los hombres prefieren salir con chicas mediocres

El psicólogo experto en sexualidad Antoni Bolinches desarrolla la teoría de que las mujeres brillantes de mediana edad tienen más dificultades amorosas: no encuentran hombres dignos de su admiración y ellos necesitan ser admirados. 

24 febrero, 2020 02:35

Antoni Bolinches es un auténtico veterano en esto del amor y de la sexualidad: nuestros temas predilectos, aunque nunca voceados. Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, psicólogo especialista en Psicología Clínica y máster en Sexualidad Humana. Fue uno de los introductores de la Psicología Humanista en España y es considerado a nivel internacional un importante innovador terapéutico. Viene dando guerra con un sinfín de obras convertidas en éxitos editoriales, como El cambio psicológico, Sexo sabio, Amor al segundo intento o El secreto de la autoestima.

En su nuevo trabajo, El síndrome de las Supermujeres (Amat), desarrolla la tesis de por qué las mujeres brillantes tienen más dificultades amorosas. Se refiere, muy especialmente, a ese grupo de mujeres de entre 40 y 60 años que poseen autonomía económica, un alto grado de seguridad en sí mismas, atractivo, inteligencia y notoria madurez personal. Bolinches señala que este tipo de féminas están condenadas a la soledad por su excelencia, ¿por qué; si los hombres con esas mismas características están tan cotizados? Hablemos. 

¿Qué diagnóstico hace usted de la sentimentalidad de la sociedad moderna?

Sinceramente, somos una sociedad sociopática, lo cual quiere decir que el propio modelo de sociedad genera problemas sexuales y problemas psicológicos y problemas convivenciales y problemas de pareja. Es un modelo social que fomenta las patologías personales. Viene, por supuesto, de la crisis de modelo de civilización. Todo hace aguas: los valores sobre los que se sustenta la sociedad no favorecen la felicidad. Nos han vendido una felicidad consumista y la gente se va dando cuenta de que mayor consumo no genera mayor felicidad. El capitalismo se ha hipertrofiado. Como modelo que facilite la felicidad no es válido, porque genera injusticia excesiva.

¿Y el comunismo?

Tampoco, porque no está en sintonía con la naturaleza humana. Son modelos fallidos, ambos. Yo siempre digo que hay que darle una oportunidad a la psicología e intentar crear una sociedad de personas maduras. Los clásicos decían “necesitamos el gobierno de los sabios”, pero sólo podrá haber sabios de forma justa en el gobierno cuando todos seamos sabios, o sino llegarían al gobierno sólo los espabilados. Por tanto, en esta crisis social que afecta de manera global al modelo de sociedad, ¿qué propongo yo en todos mis libros? Que creemos mejores personas a través del autoconocimiento. Vamos a elegir mejores parejas, vamos a gestionar mejor las relaciones, vamos a crear parejas y familias más armónicas… esto, por extensión, supondría la maduración del grueso de la población, que es lo que podría permitir un mundo más justo, más solidario y más igualitario. Cuando uno se neurotiza o es inmaduro, sólo busca su propio interés. Pero las personas maduras buscan su interés preservando el del prójimo. 

Hablemos del síndrome de las supermujeres que usted expone en su libro.

Mira, en tres generaciones las mujeres habéis cambiado tanto y os habéis mejorado tanto que habéis subvertido el modelo preexistente de hombre dominante-mujer subordinada, pero curiosamente seguís manteniendo el modelo tradicional de amor admirativo.

Entiendo que eso consiste en que las mujeres no entendemos el amor sin admiración y los hombres sí.

Exacto. Es curioso pero no es curioso, ¿no? Porque sigue una lógica antropológica y filogenética. La mujer lleva medio millón de años siendo el reposo del guerrero, pero eso ha cambiado muchísimo en los últimos 50 años. El modelo actuar de mujer es autónoma y el hombre está experimentando una crisis de aceptación de la nueva realidad. Globalmente, el hombre está desorientado.

¿Por qué al hombre no le interesa sentir admiración, sino recibirla?

Quiere ser el admirado, no el admirador. Pero las mujeres no se enamoran si no admiran al hombre, como decías. Eso es lo que denuncio en este libro: el síndrome de la supermujer es la soledad amorosa en la que se encuentran las mujeres brillantes, como consecuencia de haber alcanzado la excelencia. Es un perfil de mujeres entre 40 y 60 años: guapas, maduras, inteligentes, con autonomía económica y éxito profesional y social… y la consecuencia de esa excelencia es que se reduce su margen de encontrar hombres adecuados para ella. Porque cuanto más madura y autorrealizada estás tú, más difícil es que encuentres hombres admirables para ti, y, a la vez, que ellos quieran estar contigo.

¿Por qué no querrían estar con una supermujer? ¿Se sienten amenazados?

Una cosa es gustar y otra querer tener una relación. Obviamente esas supermujeres pueden ser sujetos eróticos atractivos y gustar, otra cosa es si los hombres se van a sentir cómodos con su excelencia. Es un doble circuito: las mujeres están buscando hombres admirables y los hombres de su edad, como quieren ser admirados, eligen a mujeres más jóvenes (existe una brecha de edad de 10 o 15 años menos).

Para sentirse ellos los maduros y los experimentados.

Claro. Para sentirse superiores. Claramente también a nivel sexual les resultan más estimulantes, pero en el fondo lo que les comporta es el beneficio de ser admirados. Un hombre, con una mujer de su edad y autorrealizada, tendría el estrés de no estar a la altura, de sentirse cuestionado, de no sentirse admirado. ¿Qué quiere el hombre? Una relación cómoda. ¿Qué quiere la mujer? Una relación viva. Enriquecedora.

Pero, ¿cuál es la razón última por la que los hombres se sienten amenazados por las mujeres brillantes? ¿Pura competencia, o hay algo más?

Bueno, es un esquema que tiene medio millón de años. Desde que se creó la estructura familiar primitiva, el hombre es el proveedor de la seguridad, del alimento, y la mujer cuida y protege a las crías. Es un condicionamiento ancestral. Las mujeres os habéis emancipado hace justo medio siglo.

¿Esa tendencia del hombre es biológica o cultural?

Interesante. Hay un condicionamiento biológico.

La testosterona.

Sí. Pero también hay mucho de cultural. El hombre, lo único que tiene superior a la mujer es la fuerza muscular. Esto, en un modelo primitivo, hace medio millón de años, le era de utilidad, ahora ya no. Ahora la gente habla por teléfono o queda para tomar algo, pero en otra época, hombres y mujeres estarían alrededor de una hoguera y si a él le gusta ella, la arrastra de los pelos y la lleva a la cueva.

¿Cómo revertir la situación? Dice en el libro que el foco hay que ponerlo en ellos, no en ellas. Quiero decir: las mujeres brillantes no van a dejar de serlo, o a matizarse, para no acomplejar a los hombres, ¿no?

Sí, pero es un trabajo de los dos, ¿eh? Tenemos que ser conscientes de la desorientación del hombre y favorecer esa situación desde al inteligencia constructiva, que es buena para todos.

¿Estamos cayendo entonces en la idea de que la mujer poderosa tiene que “dulcificarse” para gustar?

Veamos: la mujer, igual que el hombre, tiene que actuar con madurez y desde la inteligencia constructiva. Si tú sabes que el hombre está desorientado, podemos favorecer la situación con nuestra actitud constructiva y generar buen rollo. Es algo bidireccional: también deben hacerlo los hombres con las mujeres. No es nada de “tenemos que hacernos las tontas”, ni nada de eso que señala el feminismo radical. Si eres inteligente, eres inteligente, pero la inteligencia de las personas maduras les lleva a usar esas herramientas de forma asertiva. Cierto que el hombre viene de un modelo prepotente donde usa lo que él sabe y la mujer no. Es normal que las mujeres se hayan cansado de esto y digan “oye, no voy a disimular mi inteligencia”. Faltaría más. Eso no lo recomiendo. Recomiendo lo mismo a los dos.

¿Cómo ha cambiado el feminismo al sexo?

Ha creado un problema que he tipificado y ahora estoy recopilando material para un próximo libro. Ha creado el síndrome de “solo ante el peligro”. Es el miedo del hombre a la mujer sexual. Desde que las mujeres habéis reivindicado el derecho a vuestro propio placer, el hombre empieza a tener miedo al desempeño, al no estar a la altura, a que el deseo de la mujer no quede satisfecho.

O sea, que el feminismo les está generando impotencias.

Sí, yo la llamo “impotencia psicógena”: es la impotencia que se produce no por causas orgánicas, sino por causas psicológicas. Están asociadas a ese miedo. Imagínate: una mujer atractiva y con apetito sexual conoce a un tío y se enrolla con él. Esa mujer se manifiesta de forma libre y desprejuiciada y eso a él le supera.

Usted es experto en sexualidad. ¿Qué es lo fundamental que debemos saber del sexo y de lo que aún no nos hemos enterado?

En el sexo no te puedes forzar ni esforzar. Yo acuñé algunas reglas de oro para mi libro Sexo sabio: uno, haz todo lo que quieras; dos, no hagas nada que no quieras; tres, hazlo siempre desde el deseo previo; cuatro, hazlo siempre de acuerdo con tu escala de valores sexuales (qué cosas te permites y qué cosas no te permites). No se trata de hacer todo a lo loco, sino aquello que case con nuestros pactos y nuestros valores y nuestros principios morales; si no, no lo disfrutaremos. La conclusión es que te ha de gustar todo lo que haces pero no es necesario hacer todo lo que te guste. Te puedes prohibir cosas. Por ejemplo, si en tu código moral está la fidelidad, claro que te puede gustar otro hombre que no sea tu pareja, pero eso no quiere decir que te acuestes con él. Tu propia escala de valores te dice que “no”. “Tengo el compromiso de ser fiel a mi pareja y aunque me guste este hombre, hago que prevalezca el principio de la fidelidad”.

Por último: ¿cómo valora la crisis de la fidelidad? ¿Cree que nos encaminamos hacia un modelo de relaciones abiertas?

Creo que a nivel sociológico, ahora vivimos en un modelo de pareja monogámica sucesiva. Parejas que duran un tiempo. Luego nos volvemos a comprometer con otra pareja, y entre pareja y pareja, tendremos relaciones sexuales más libres y sin compromiso. Finalmente es complicado: si te lías con un chico el viernes y con otro el sábado, lo normal es que digas: ¿para qué volver a quedar con el del viernes si me gusta más el del sábado? Pero también puedes tener a esos dos amigos sexualizados sin comprometerte con ninguno de los dos. La pareja es para quien la trabaja. El problema es que ahora es tan fácil tener sexo que enseguida tiramos la toalla. Se lleva el usar y tirar, la sexualidad atlética. Entendemos la sexualidad como un producto de consumo, igual que voy a un restaurante de tres estrellas, si puedo tener relaciones con tíos y con tías, bueno, pues me siento tan satisfecho como comiendo en un restaurante pijo. En cualquier caso, te diré que el mejor modelo por ahora es el de la pareja, con todas sus imperfecciones; seguimos recurriendo a él.