Arturo Pérez Reverte.

Arturo Pérez Reverte. Moeh Atitar.

Cultura Entrevista al autor

Pérez-Reverte: "La izquierda tiene complejo con los símbolos; suele ser ignorante por voluntad"

“Abascal presume del Cid, pero no es su patrimonio" / "El franquismo contaminó nuestros símbolos y lo llenó todo de estupidez y retórica imperial" / "España machaca a los niños brillantes". 

19 septiembre, 2019 04:16

Arturo Pérez-Reverte dice que no quiere cambiar el mundo, ni engrandecer la imagen del Cid, ni siquiera mejorar España: su única intención es parir historias y seguir cobrando por ellas. Bastante bien, por cierto. Escribe con las tripas en el sentido profundo de la palabra, es decir, con la verdad vivida, con la experiencia en la noche al raso, en el elemento hostil, en la incertidumbre, en el olor de los cadáveres, en el cuerpo que se hincha al sol: “Yo he estado en muchas fronteras y sé de lo que estoy hablando. Que no venga ningún niñato a decirme ‘mire usted’. Bah, pues tírate en paracaídas en un campamento serbio y me cuentas”, guiña.

Es un hombre sin complejos. Ni históricos ni personales. Ama los símbolos expoliados por el “patriotismo rancio” y el espíritu épico de un tiempo que ya no existe. No se esconde: es esta su idiosincrasia, es este su bodegón. Algunas palabras -lealtad, honor, memoria-, algunos viejos héroes, algunas certezas -“la vida es un lugar lleno de hijos de puta”-. La cabeza alta y el gesto de águila del que viene de vuelta, como en permanente sospecha, pero cansado de las memeces de unos y de otros. Echa una aspirina al vaso de agua y se reclina en su sofá en una suite del Palace.

Cuenta que ha conocido “más Alatristes que Einsteins, más Falcós que Simones de Beauvoir”: “Esta es mi vida, estoy especializado en ella. Mi sector no siempre es el más simpático, pero sí es muy apasionante”. Su nueva novela, Sidi (Alfaguara), la última de treinta y seis -“luego dicen que tengo negros”, ríe-, ficciona el primer destierro del Cid y cuenta cómo tuvo que ganarse la vida con alianzas, sangre y una mesnada de hombres fieles. Aquí el paladín lleva su marca, su corte habitual: un muerto de hambre con principios, sin patria ni rey. Un mercenario que no es si no un superviviente.

Autoayuda y liderazgo (sin putas)

El libro funciona como un “manual sobre el liderazgo”. “Es hasta autoayuda. Podría servirle a un ejecutivo de Toshiba o de Iberdrola. Le puede ser útil”. A Reverte le interesa el arte de mandar. Las relaciones de poder, los lazos, las devociones. Todo eso se canjea en mecanismos de lealtad. “¿Cómo consigue que tantos hombres le sigan, que tantos estén dispuestos a morir por él? Eso no sale solo, eso se prepara. Duermes con ellos, haces lo que ellos, te tienta una mujer (porque eres un ser humano en la guerra) pero no cedes por decoro a ellos… así tu gente te respeta más. Ven que te puedes contener. Yo no he ido con una puta nunca, en África, en Angola… y no lo he hecho porque tenía que dar ejemplo a mi equipo. En la guerra del Golfo había once personas bajo mi mando. El decoro es fundamental para que los tuyos te tengan en cuenta. Para que te obedezcan. Esa es mi forma de entender la vida”.

Pérez-Reverte.

Pérez-Reverte. Moeh Atitar.

Sostiene que España no es un país para héroes. “Carecemos de patriotismo cultural”, señala, y cree que es “porque el franquismo contaminó la historia de una manera atroz”. “Don Pelayo, El Cid… ¡son para el franquismo, prolegómenos de Franco! Es decir, son anuncios de la cruzada nacional, son paladines de una España concreta. Eso es mentira, por supuesto, pero además es perverso porque al contaminar todos los símbolos y toda la época (los tercios, la conquista de América, etc), al llenarlo todo de patriotismo barato, de estupidez y de retórica imperial… le pusieron una etiqueta”.

Los símbolos de la derecha

Hace memoria. “En mi colegio me enseñaban unos versos que decían ‘el Cid con camisa azul por el cielo azul cabalga’. Esto era el año 58-59, y aparecía en mi libro de texto. Cuando llega la izquierda, cuando llega la democracia, no se limita a limpiar los símbolos y a decir ‘oiga, la épica sigue valiendo, pero fuera la basura; el Cid sí es un personaje interesante, un tío de frontera, mundo árabe, ambigüedad musulmana, etc’. No. Se avergüenza. Y la derecha se adueña de eso. Le han regalado a la derecha, por la cara, los símbolos. Abascal presume del Cid y se pone el morrión cuando no tiene por qué, porque no es su patrimonio. Era de todos. Pero esos símbolos, contaminados por el franquismo, han sido apartados”.

¿Es esa ya una guerra perdida? Él dice que no vivirá para verlo. “A mí me quedan dos días. España sabrá: aquí tenemos épica para dar y regalar. John Ford aquí se habría vuelto loco haciendo películas. Pero lo hemos ensuciado todo tanto… Ves Los últimos de Filipinas, ¡una de las historias más bonitas y heroicas, unos chavalillos ahí defendiendo…! Y ves la peli y dices...”. Chasquea y se arrepiente. No, no quiere ir por ahí. “Lo que digo es que el franquismo ha contaminado nuestra memoria y que existe un complejo de una izquierda a menudo ignorante por propia voluntad hacia los símbolos, y eso ha hecho imposibles ciertas cosas”.

Un país sin héroes (ni líderes)

Por ejemplo, la ausencia de líderes españoles. Su diagnóstico es que aquí se paraliza a los genios. “¡Desde el colegio! En España la inteligencia está penalizada. El sistema está diseñado para machacar a los niños, para igualarlos en la mediocridad. El niño que levanta la mano, que pregunta mucho, que no juega al fútbol con los otros, que va por libre y no hace trabajo de equipo… penalizado. La individualidad es machacada por el sistema. España machaca a los niños brillantes”. Ahí siente que “todo lo bueno es exterminado”: “Figuras como la del Cid ahora son imposibles. Pero, ¿tú has visto…? Mira para allá y verás la incompetencia”, apunta, empujando el aire con la cabeza hacia el Congreso de los Diputados.

Pérez-Reverte.

Pérez-Reverte. Moeh Atitar.

Pero algún líder habrá en España, hombre. “¿Tú me lees a mí de vez en cuando? Ya sabrás entonces lo que pienso. Mis líderes están en mi biblioteca. Una vez me preguntaron cuál era mi ideología y respondí que no tengo ideología, tengo biblioteca”. La elección de esos libros de alguna manera definirá la ideología, ¿no? “Son 30.000. Vete a mi biblioteca y busca ahí mi ideología”, guiña. Reconoce que su concepto del español ha empeorado últimamente. “Ya ves el espectáculo que está dando esta gentuza en el Parlamento… es un gran ejemplo de nuestros vicios y enfermedades”.

España, sus vasallos y señores

¿Qué le dice la frase de “qué buen vasallo si tuviera un buen señor”? “Durante mucho tiempo, y yo soy responsable de eso y asumo mi pecado, yo pensaba que el problema de España es que era un país de buenos vasallos y malos señores”, resopla. “Lo he creído muchos años y he escrito sobre eso. Pero ahora tengo ya una edad, leo, miro la vida, y tal, y lo dudo. Dudo que este sea un país de buenos vasallos. Los señores salen de los vasallos: los criamos nosotros. La clase política, los reyes de nuestra historia, los dictadores, los militares, los asesinos, los fanáticos, los inquisidores… han salido de nosotros, no son marcianos que han venido en un platillo volante. Nosotros somos culpables. Incluso con buenos señores, no seríamos buenos vasallos”.

A sus ojos, “España es un país enfermo histórica y culturalmente, y eso no se puede atribuir a los señores siempre”: “Te pongo un ejemplo. En los tiempos de nuestros abuelos, uno podía justificar que alguien fuese una mala bestia. Un radical, un analfabeto. Lo puedo entender, no han tenido educación, formación, han tenido una vida terriblemente injusta, el mundo les vuelve loco, les come el tarro… vale. Antes la ignorancia estaba justificada, ahora no. Ahora la educación es gratuita, hay televisión, hay internet. Ahora los niños prefieren matar marcianos antes que leer a tal o cual autor”.