La presencia del concepto 'trauma' se ha multiplicado por 22 en la literatura científica en menos de 22 años.

La presencia del concepto 'trauma' se ha multiplicado por 22 en la literatura científica en menos de 22 años. Pablo García Santos

Salud

La gran industria del trauma o cómo el malestar social es ya un gigantesco negocio: "Si todo es trauma, nada lo es"

En las últimas décadas se ha creado una burbuja que ha llevado a etiquetar todos los problemas con el mismo concepto y a banalizar la salud mental.

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Las claves

El uso del término 'trauma' se ha multiplicado en la literatura científica y la cultura popular, favoreciendo la aparición de una industria alrededor del malestar emocional.

Expertos advierten que la banalización del trauma y otros trastornos puede llevar a autodiagnósticos erróneos y a la psiquiatrización de experiencias normales de la vida.

Las redes sociales amplifican el fenómeno, generando etiquetas y diagnósticos sin evaluación profesional y promoviendo la no aceptación de emociones negativas.

Los especialistas subrayan que la mayoría de las personas poseen resiliencia para superar situaciones traumáticas sin desarrollar trastornos duraderos.

En las últimas décadas, la visibilización de la importancia de la salud mental ha ayudado enormemente a romper el estigma en torno a ella. La situación se ha dado la vuelta de tal manera que ahora lo habitual es que conceptos como trauma, depresión o ansiedad sean parte de las charlas cotidianas.

Una prueba de ello se encuentra en la base de datos de literatura académica de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), que refleja un aumento del uso del término trauma. Si entre 1980 y 1990 apareció 3000 veces, entre 2015 y 2025 lo ha hecho 66.000.

En menos de 50 años se ha multiplicado por 22 la aparición de este concepto en la literatura científica, solo en esa base de datos.

Algo que hace unas décadas era motivo de silencio, ahora rige toda una industria. Parece que se ha convertido en algo que todo el mundo, o gran parte de la población, quiere, o debe, poseer y procesar. Algo que, incluso, puede autodiagnosticarse con un cuestionario de redes sociales.

Ramón Nogueras, psicólogo y divulgador, expone que esta popularización del trauma acaba por hacerle perder su validez, porque "cuando todo es trauma, pues nada lo es".

Todo el mundo es susceptible de vivir un evento traumático, algo que ha sido muy frecuente en momentos anteriores de nuestra historia. Ante eso se ha generado una industria basada en afirmar con toda evidencia que somos "criaturas delicadas que el más mínimo contratiempo nos puede romper", lamenta Nogueras.

El DSM-5 (la guía estándar para definir trastornos) define el trauma como cualquier situación en la que una persona se vea expuesta a escenas de muerte real o inminente, lesiones físicas graves o agresión sexual, ya sea en calidad de víctima directa, cercano a la víctima o testigo, desgrana Marina Díaz, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).

Junto a este concepto existe el concepto de 'trauma complejo' que designa una experiencia de exposición a múltiples estresores traumáticos a lo largo del tiempo, en la que los traumas son de naturaleza interpersonal y tienen efectos perjudiciales para la identidad, la personalidad, las relaciones interpersonales y la regulación emocional, agrega la psiquiatra.

Este tipo de trauma se puede identificar más fácilmente y es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos mentales. Este último término es más discutido, solo aparece en la CIE-11 (la clasificación internacional de enfermedades de la OMS). Díaz cree que, quizá en los últimos años ha habido un exceso con este último concepto.

Considera que puede haberse aplicado para calificar diferentes situaciones adversas, vitales e interpersonales, lo que puede contribuir a que las personas "lo magnifiquen y no desarrollen herramientas personales para enfrentarse al sufrimiento normal que implica la vida cotidiana".

Guillermo Fouce, presidente de la fundación Psicología Sin Fronteras y profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), cree que estamos ante una ola en la que se han empezado a patologizar respuestas perfectamente normales al malestar, como el duelo ante la pérdida de un ser querido.

Parte de este problema, continúa, procede de la presión en la sociedad actual por la "malentendida felicidad completa". El psicólogo la define como una necesidad de estar siempre feliz, sonriendo, "pero la vida es otra cosa, también tiene momentos malos y son necesarios".

Etiquetas autoimpuestas

Esta ola no afecta solamente al concepto del trauma. Se ha extendido y ha acabado por abarcar también otros trastornos como la depresión o la ansiedad, entre otros. Fouce cuenta que los profesionales ya lo ven en las consultas.

"Hay pacientes que llegan con un autodiagnóstico, porque han mirado en internet qué les pasa y están convencidas de que saben lo que les ocurre", afirma.

Para Fouce, parte del problema es la necesidad de buscarle sentido a lo que pueden estar viviendo y conseguir esa etiqueta es una forma de dárselo, aunque no sea real.

Nogueras, por su parte, cree que asumir el rol de paciente puede parecer una buena opción para algunas personas porque puede ir acompañado de "recibir más atención, el evitar el tener que hacer ciertas cosas que no apetecen o que no gustan".

Después, está la sensación de sentirse parte de un grupo, añade el divulgador. "Encontrar a otros que afirman tener la misma condición en la que estás tú es reforzante, te ayuda a sentirte reconocido, parte de algo".

Díaz, de la SEPSM, considera que tras esta banalización del trauma hay "un exceso de información, en ocasiones inadecuada, la falta de evaluación y diagnóstico profesional y la heteroculpabilización de la sociedad".

Todo esto contribuye a una "psiquiatrización de la vida cotidiana" que acaba por tildar de trastornos lo que corresponde al malestar intrínseco de la vida, señala.

Fouce habla, además, de la industria del trauma "que también genera medicación y respuestas rápidas a muchas situaciones" y puede verse beneficiada ante el aumento de diagnósticos.

Nogueras expone que esta industria, que ha conseguido convertir el trauma en un producto, también se beneficia de vender ciertas terapias "de dudosa eficacia", o directamente pseudoterapias y que se aprovechan del concepto para tener a los pacientes bajo largos tratamientos.

Procesos, que en el mejor de los casos "son una pérdida de tiempo y dinero", pero en el peor puede llegar a desarrollarles una patología real, sostiene el divulgador.

Tanto él como Fouce hablan de una "burbuja" del trauma y la salud mental que puede reventar en cualquier momento. "Tras ello hay una industria que está generando y etiquetando nuevos problemas, para lanzar nuevas medicaciones", sostiene el presidente de Psicología Sin Fronteras

Otro de los sustentos que puede tener esta ola y esta industria es lo que Fouce llama "la profecía autocumplida". Es decir, si una persona se convence de que le ocurre algo, en este caso una depresión o un trastorno de estrés postraumático, puede acabar por ocurrirle realmente porque adopta el comportamiento de un paciente real.

Esta industria del trauma ha conseguido que se vean todos los problemas como algo meramente individual, cuando muchos son fruto del contexto, cuenta el presidente de Psicología Sin Fronteras.

"Esto es un problema en sí mismo, porque muchas veces no se trata de querer y poder, sino que a veces es el contexto el que está enfermo y el que nos hace enfermar".

El trampolín de las redes sociales

Las redes sociales tampoco ayudan en este sentido. Si se hace una búsqueda rápida en TikTok, la etiqueta 'traumatok' cuenta con más de 650.000 publicaciones. Una vez más, esta herramienta se convierte en un escaparate que potencia este efecto de ver el trauma en todas partes.

La psiquiatra advierte de que los mensajes de las redes sociales que hablan de cómo evitar el sufrimiento, como si todos fueran iguales, "están generando la no asunción de las emociones negativas, transitorias, asumibles y adecuadas a la situación que las desencadena, como parte de la vida".

Lo importante de las "etiquetas" y de los diagnósticos es que sean la base para realizar el tratamiento necesario que consiga paliar el sufrimiento y llegar a tener una vida normalizada con la superación del hecho traumático, defiende Díaz.

Para ella, lo negativo sería "quedarse en las etiquetas y que eso no sea el inicio de una ayuda, sino el estancamiento en la rabia y en la victimización".

Los tres expertos coinciden en que esta popularización del concepto del trauma no refleja la realidad del ser humano. Somos una especie resiliente y adaptable, con la capacidad de superar los momentos traumáticos sin que tengan que suponer una carga durante el resto de la vida, señala Nogueras.

De hecho, en la mayoría de los casos quienes sufren algo así acaban creciendo y aprendiendo, añade Fouce. "Solo una pequeña proporción de la gente va a desarrollar un problema, pero se nos vende justo lo contrario".

Convencerse de lo contrario y adoptar esta creencia puede perpetuar el malestar de algunas personas porque les impide tomar las acciones de normalización que serían deseables para poder sobreponerse a esa adversidad, defiende Nogueras.