
Frank Cuesta ha confesado en un vídeo que no sufrió cáncer, nunca ha rescatado animales y no es veterinario.
Los psicólogos desmontan a Frank Cuesta: "No controla sus mentiras, las diseña para crear una imagen idealizada"
En el vídeo, en el que se ha limitado a leer un guion para evitar sufrir más acoso, asegura que sus engaños son "por un problema de mitomanía y ego".
Más información: Qué es la mielodisplasia, la rara enfermedad que sufre Frank Cuesta y que tiene una esperanza de vida incierta
Tras la publicación de unos audios en los que reconocía que compraba animales porque era "una inversión", en su primera aparición pública Frank Cuesta no sólo no lo ha negado sino que ha confirmado lo peor: todo lo que le rodeaba era mentira. Ni rescataba animales (los compraba), ni tenía cáncer (sí que dice llevar años tratándose de una mielodisplasia), ni era veterinario.
En el vídeo en el que ha realizado la confesión, que apenas dura unos minutos, también ha asegurado que ha sido un personaje al que poco a poco se le ha ido yendo de las manos por "un problema grave de mitomanía y ego". Horas después, ha asegurado que se ha limitado a leer un guion que recibió para que se detuviera "el acoso" que tanto él como su familia estaban sufriendo.
El problema, como señala la psicóloga Lara Ferreiro, es que después de haber confesado mentiras de gran calado es probable que se desconfíe de todo lo que diga a partir de ahora, pues puede que incluso no haya dejado de mentir: "¿Por qué nos tenemos que creer que es mitómano?", se pregunta Ferreiro, quien pone en duda la mitomanía de Cuesta por el momento en el que lo ha revelado: "La confesión de un mitómano no se produce cuando le han pillado".
🗣️Frank Cuesta se abre en canal y confiesa que es mitómano: "No tengo cáncer y tampoco soy veterinario, ni herpetólogo"
— EL ESPAÑOL (@elespanolcom) May 13, 2025
👉 El conocido presentador ha revolucionado las redes sociales con un vídeo en el que confiesa que toda su vida pública es una mentira pic.twitter.com/WYyZZh2YTv
Le preocupa que realmente no lo sea y que haya utilizado el 'comodín' de la salud mental como una escapatoria. Aunque no aparece como trastorno dentro del DSM-5 (el último manual de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría), sí que se suele relacionar con el trastorno de personalidad antisocial, entre cuyos criterios diagnósticos aparece precisamente el "engaño, que se manifiesta por mentiras repetidas para provecho personal".
Una mentira lleva a otra
Entre los principales objetivos de quienes sufren la también conocida como pseudología fantástica está el de "llamar la atención para manipular a los demás" a través de una realidad distorsionada que no son capaces de controlar y con la que pretenden "construir una imagen personal idealizada". Y es que tras este trastorno de la conducta "también puede haber un problema de baja autoestima" que tratan de 'solucionar' con una mentira constante, con la que "sentirse importantes y aceptados".
Con las mentiras también tratan de buscar la manera de ser únicos y heroicos. Como apunta Ferreiro, "Frank Cuesta era el héroe de los animales por la labor que hacía". Otros ejemplos de personajes que también distorsionaron su realidad, aunque no se confirmó que sufrieran de mitomanía, son Enric Marco y Alicia Esteve, quienes representaron a víctimas del nazismo y del 11-S, respectivamente, aunque nunca estuvieron relacionados con estos dos acontecimientos.
En el caso del youtuber y naturalista español, Ferreiro considera que el efecto fan ha podido reforzar sus mentiras. Hay algunos estudios que han demostrado que una mentira lleva a otra porque cada vez que decimos una invención, el cerebro se vuelve cada vez menos sensible a las emociones negativas que genera la falta de sinceridad.
Según explicaron los autores del citado trabajo, cuando mentimos de manera interesada, la amígdala (una parte del cerebro que se asocia con la emoción) produce una sensación negativa que limita el grado en que estamos dispuestos a mentir. Esta respuesta, sin embargo, se desvanece a medida que se sigue mintiendo. Y cuanto más se reduce esta actividad, más grande será la mentira que se considere aceptable. De esta forma, una pequeña mentira se convierte en un engaño cada vez más significativo.
Es por ello que Ferreiro no descarta que el decir que todos sus engaños han sido fruto de "un problema de mitomanía y ego" sea una mentira más de Frank Cuesta, ya que "en el mitómano no suele haber tanta planificación". Lo normal es que lo reconozca cuando acude a terapia y se da cuenta de que tiene una adicción conductual, pues desde el ámbito clínico la mitomanía se trata como un tipo de adicción.
Y, como explica el psicólogo Juan Moisés de la Serna en su libro Mitomanía. Descubriendo al mentiroso compulsivo, en esta adicción sí que se busca un enriquecimiento personal, a diferencia de lo que sucede en la cleptomanía. Pese a que "el mitómano hace todo lo posible por no ser 'desenmascarado', cuando ocurre y se comprueba la naturaleza falsa de sus historias, sus conocidos y amistades tienden a rechazarlo y a aislarle".
Los mitómanos, añade Ferreiro, suelen dejar muchas víctimas como consecuencia de sus mentiras: "Hay veces que estafan a nivel emocional; y otras, a nivel económico". Por ello, como explica la autora de ¡Ni un capullo más!, en el proceso de recuperación, deberá reparar el daño que haya podido hacer a estas personas. Aunque, sin duda, el principal objetivo de la terapia será "destruir al personaje que se ha creado para intentar construir una nueva (y verdadera) identidad". El problema es que en ocasiones se abandona el tratamiento antes de tiempo, por lo que el riesgo de recaída puede llegar a ser mayor.