William Li en una de las imágenes promocionales de su libro 'Comer para curar'.

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Salud

Dr. Li, cardiólogo de Harvard: "Existe algo en los centenarios, tienen cuatro bacterias intestinales específicas"

Según un estudio, hasta el 20% de las bacterias que tenemos en el intestino también pueden estar presentes en el cerebro.

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¿Por qué algunas personas superan los 100 años con una salud envidiable mientras otras comienzan a deteriorarse décadas antes? Durante años, la ciencia ha buscado respuestas en los genes, el estilo de vida o la alimentación. Sin embargo, en los últimos tiempos, la atención se ha centrado en un nuevo protagonista: las bacterias. Las bacterias que habitan en nuestro cuerpo -desde la boca hasta el cerebro- podrían estar jugando un papel clave en la longevidad.

Sobre esta cuestión ha hablado el Dr. William Li, médico, investigador de prestigio internacional y fundador de The Angiogenesis Foundation, en una entrevista para el podcast The School of Greatness. "La salud intestinal es importante", afirma con contundencia. Pero lo interesante, asegura, es que ciertos elementos del microbioma podrían estar relacionados directamente con vivir más y mejor.

“¿Existe algo en el microbioma de los superenvejecedores que destaque como importante?”, se pregunta el doctor. La respuesta, según él mismo señala sin titubear, es afirmativa. Y la ciencia lo respalda. El experto cita un estudio realizado en Italia que identificó cuatro bacterias que aparecen con frecuencia en personas que alcanzan o superan los 100 años.

El hallazgo más sorprendente, no obstante, va más allá del intestino. “Descubrimos -y esto es impactante- que hay bacterias que crecen de forma natural y saludable en nuestro cerebro”, señala. Y añade un dato aún más llamativo: “El 20% de esas bacterias son las mismas que se encuentran en el intestino”.

Estas conexiones han llevado a los científicos a ampliar el foco. Según el Dr. Li, se están dando pasos importantísimos que están permitiendo entender que la salud bucal también influye en el deterioro cognitivo. “La enfermedad de las encías y las bacterias que crecen -o que no crecen- en la boca podrían ser uno de los factores desencadenantes de la demencia”, advierte.

La relación boca-cerebro

La boca no es solo la puerta de entrada al sistema digestivo; también alberga una comunidad microbiana compleja que podría desempeñar un papel crucial en la salud cerebral. Recientes investigaciones han comenzado a desentrañar cómo ciertas bacterias orales pueden influir en la aparición y progresión de enfermedades neurodegenerativas, incluyendo el Alzheimer.​

Un estudio publicado en la revista PNAS Nexus destaca que la composición del microbioma oral podría servir como un marcador temprano del riesgo de demencia. La investigación encontró que una mayor presencia de bacterias del género Prevotella en la boca se asocia con un mayor riesgo de deterioro cognitivo, mientras que una abundancia de Neisseria se relaciona con mejoras en la memoria y la función ejecutiva.

Por otro lado, la bacteria Porphyromonas gingivalis, comúnmente asociada con la periodontitis crónica, ha sido detectada en los cerebros de pacientes con Alzheimer. Esta bacteria y sus toxinas, como las gingipaínas, pueden inducir la producción de péptidos beta-amiloides y provocar neurodegeneración en modelos animales.

Estos descubrimientos subrayan la importancia de la salud bucal no solo para prevenir enfermedades dentales, sino también como una estrategia potencial para reducir el riesgo de trastornos neurodegenerativos. Mantener una microcinta oral equilibrada mediante una buena higiene bucal y una dieta adecuada podría ser clave para preservar la salud cerebral a largo plazo.​

La alimentación influye

La relación entre microbiota oral y cerebro ha abierto una nueva vía en la prevención de enfermedades neurodegenerativas. Y, al igual que ocurre con la microbiota intestinal, la dieta desempeña un papel fundamental en el equilibrio del ecosistema microbiano de la boca. Lo que comemos no solo influye en nuestras encías y dientes, sino que también puede afectar -de forma indirecta pero significativa- a nuestra salud cerebral.

Diversos estudios sugieren que ciertos hábitos dietéticos favorecen el crecimiento de bacterias orales beneficiosas o perjudiciales. Por ejemplo, una dieta rica en azúcares refinados y ultraprocesados crea un entorno favorable para bacterias como Porphyromonas gingivalis, relacionada con la periodontitis y detectada en cerebros de pacientes con Alzheimer.

En cambio, patrones alimentarios como la dieta mediterránea parecen tener un efecto protector. Esta dieta, rica en frutas, verduras, aceite de oliva virgen extra, pescado azul y legumbres, favorece una microbiota oral diversa y equilibrada, y promueve la presencia de bacterias como Neisseria, asociadas a una mejor función cognitiva, según un estudio reciente publicado en PNAS Nexus.

Además, el consumo de nitratos naturales presentes en alimentos como la remolacha, las espinacas o la lechuga puede potenciar la producción de óxido nítrico en la boca, una molécula clave para la salud vascular y neurológica. En este sentido, mantener una alimentación antiinflamatoria y rica en compuestos coactivos ayuda a conservar dientes y encías sanos, pero también actúa como uuna primera línea de defensa frente al deterioro neurológico.

De todo esto, podemos extraer una conclusión bien clara: comer bien es cuidar la boca, y cuidar la boca es proteger el cerebro.