
El riesgo de deterioro cognitivo aumenta con la edad. EP.
La enfermedad que se confunde con el alzhéimer, causa una de cada 10 demencias y tiene cura: "Ahora es una persona nueva"
El riesgo de deterioro cognitivo aumenta con el envejecimiento, pero no todos los casos de demencia se deben a la misma causa.
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A medida que envejecemos el riesgo de sufrir deterioro cognitivo aumenta de forma natural. La prevalencia de la demencia vinculada a la edad aumenta de forma exponencial, con hasta 10 millones de nuevos casos cada año en todo el mundo. Sin embargo, según un trabajo publicado en The American Journal of Medicine, hasta el 13% de los casos estarían mal diagnosticados, y tienen posible tratamiento.
Como explicaron los autores, dirigidos por Jasmohan Bajaj, hepatólogo de la Virginia Commonwealth University, hay que diferenciar siempre entre una demencia primaria de origen puramente neurológico, y una demencia secundaria a otras patologías. En este último caso, existiría una posible superposición entre la demencia y la encefalopatía hepática, una entidad grave pero tratable.
Esta enfermedad implicaría un deterioro cognitivo causado por una insuficiencia hepática, y se produciría en más del 40% de los pacientes con enfermedad avanzada del hígado o cirrosis. De hecho, los síntomas neurológicos provocados por la encefalopatía hepática son muy difíciles de distinguir de una demencia.
Recordemos que nuestro hígado regula los niveles de la mayoría de las sustancias químicas del organismo, filtrando la sangre y ayudando en la digestión. Como ejemplo más común, el consumo de alcohol tiene efectos nocivos incluso en dosis relativamente bajas, provocando daños en el hígado que se pueden revertir siempre y cuando no se prolongue el consumo en el tiempo.
Sin embargo, existen otros posibles causantes de daños a nivel hepático, como los virus de la hepatitis, el colesterol y triglicéridos elevados de forma mantenida, la obesidad, la diabetes, el estrés y el mismo envejecimiento. Gran parte de estos problemas se pueden mitigar con cambios en la dieta y el estilo de vida, e incluso hay tratamientos farmacológicos ya en investigación para tratar causas específicas.
De hecho, el tratamiento de la encefalopatía hepática ha resuelto el deterioro cognitivo en al menos dos pacientes a los que se les diagnosticó inicialmente de demencia. "¡Es una persona completamente nueva!", celebraba la esposa de uno de las personas tratadas en el ensayo, al comprobar que había mejorado de sus problemas de memoria, caídas, temblores y alucinaciones.
En un estudio publicado en ratones ya se sugirió que incluso los impactos del envejecimiento sobre el hígado podrían ser reversibles si se detectan a tiempo, como explica Anna Mae, hepatóloga de la Universidad de Duke. "Hemos demostrado que el envejecimiento agrava la enfermedad hepática no alcohólica, y al reducir este impacto, podemos revertir el daño. Nunca se es demasiado viejo para mejorar".
Ya en un estudio previo, publicado en enero por parte de Bajaj y sus colegas, se revisaron los registros médicos de 177.422 veteranos estadounidenses diagnosticados con demencia entre los años 2009 y 2019. Ninguno había sido diagnosticado con enfermedad hepática, pero se descubrió que más del 10% tenían puntuaciones altas de fibrosis 4 (FIB-4), un índice para medir la cicatrización del hígado, lo que implicaría que sufriesen cirrosis con una elevada probabilidad.

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Para el nuevo estudio, se revisaron 68.807 registros médicos para ver si los resultados se reflejaban en la población general. Para su sorpresa, casi el 13% de los pacientes estudiadas presentaban puntuaciones altas de FIB-4, un porcentaje incluso superior al estudio previo.
"Si bien no estudiamos los factores específicos detrás de estas disparidades, la falta de acceso a terapia o atención médica tanto en el tratamiento de la demencia como en el de la comorbilidad podrían contribuir. Este vínculo entre la demencia y la salud del hígado resalta la importancia de examinar a los pacientes para detectar factores potencialmente tratables que contribuyan a su deterioro cognitivo".
Cuando el hígado funciona mal, también se ven afectados otros tejidos, incluyendo riñones, páncreas, corazón y por supuesto el cerebro. Por ello, los investigadores recuerdan la importancia de priorizar la salud del hígado, dado que un perjuicio de la misma tiene efectos mucho más allá.