De izquierda a derecha, las cantantes Bad Gyal y Aitana, el 'streamer' Ibai y la activista Greta Thunberg, iconos de la generación Z.

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Salud

Menos drogas, alcohol y delincuencia: por qué la generación Z es mejor que sus predecesoras

Un estudio atribuye la reducción en las conductas de riesgo de adolescentes desde los 90 a que pasan menos tiempo entre amigos, pero persisten dudas.

7 enero, 2023 01:57

Uno de los pasatiempos favoritos de los adultos de cualquier edad y condición es criticar todo lo que hacen los adolescentes y afirmar que, en su tiempo, los post-púberes eran mejores por una u otra razón. Pues bien, a lo largo de los últimos 30 años, la verdad es que los chavales y chavalas son cada vez más civilizados, culminando en la vilipendiada –hasta que venga la siguiente– generación Z.

Recién inaugurado 2023 se ha publicado un macro-estudio que analiza las conductas de riesgo de los adolescentes en los países de altos ingresos, con especial detenimiento en el mundo anglosajón (Australia, Inglaterra, Nueva Zelanda, Estados Unidos) pero que tiene en cuenta también a Países Bajos y varios estudios europeos.

Los datos son claros: desde los años 90 se ha reducido el consumo de tabaco, alcohol y cannabis, ha aumentado la edad de inicio en las relaciones sexuales y se ha reducido drásticamente la delincuencia juvenil. Los autores, liderados por la investigadora de la Universidad de Utrecht Margaretha de Looze, apuntan varias teorías para explicarlo pero solo ven una relación clara con el tiempo que pasan cara a cara fuera del instituto. Es decir, los adolescentes cada vez pasan menos tiempo con sus amigos y eso repercute en sus conductas de riesgo.

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El tabaquismo creció en los años 90 entre los jóvenes pero a partir de la segunda mitad de la década comenzó a caer en todos los países. Para 2019, se había reducido más de un 80% en el mundo anglosajón, en Países Bajos solo el 5% de los adolescentes fumaba y en toda Europa, de media, solo lo hacía uno de cada diez, cuando 20 años antes era uno de cada cuatro.

Algo similar ha pasado con el consumo de alcohol, con ciertos matices. Entre 2000 y 2015 se redujo notablemente el número de adolescentes que afirmaban haber bebido en los 30 días anteriores. A partir de ahí, la evolución ha sido desigual, con muchos países que han alcanzado una meseta e incluso en algunos ha comenzado a aumentar.

Los autores apuntan, sin embargo, que la reducción es más notable cuando se pregunta a los adolescentes si han bebido en la última semana. Es decir, que siguen bebiendo pero con menor frecuencia. En el caso del cannabis, desde 2008 el consumo no ha descrito una tendencia clara pero se ha mantenido por debajo de los niveles reportados a finales de los 90.

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Más notables son las disminuciones observadas en el número de adolescentes que mantienen relaciones sexuales y, sobre todo, en la criminalidad juvenil, que se ha reducido entre un 40% y un 80%. A partir de 2008 es cuando se han registrado las caídas más notables.

El caso español tiene ciertos matices. La Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España, ESTUDES, se realiza cada dos años desde 1994. El porcentaje de adolescentes que han consumido alcohol en los últimos 30 días era entonces el 75,1%, mientras que en 2021 fue el 53,6%, la cifra más baja. En el caso del tabaco, se ha pasado del 31,1% al 23,9%. El cannabis vivió una 'edad de oro' en la década de los 2000: el 25,1% lo había consumido en el último mes en 2004. Posteriormente, se ha mantenido por debajo del 20%.

Estas cifras también reflejan el impacto de la pandemia. "La variable Covid tiene la suficiente entidad para que haya influido en este descenso, al estar tanto tiempo confinados y limitando las reuniones con amigos", afirma Mercedes Rodríguez, directora general de Proyecto Hombre Madrid.

"Habrá que esperar a la encuesta de 2023 para saber si esto obedece a una decisión propia o está causado por la situación Covid", apunta, pero realiza dos matices: a pesar de la reducción de las bebidas, en su ONG están viendo más atracones de alcohol, así como mayor consumo de cannabis. "En la demanda de tratamiento [frente a estas adicciones] no hemos visto un descenso".

Sobre la primera de estas sustancias, explica que ha habido un cambio cultural: pasar de un consumo moderado, no asociado a atracones, a otro con "grandes ingestas que son peligrosas en una misma tarde o noche, para luego estar sin consumir un mes entero". Sobre la segunda, señala que hay una mayor permisividad con el cannabis ya que se asocia a algo natural y poco dañino.

Los jóvenes van a menos fiestas

El estudio actual, publicado en la revista Social Science & Medicine, se plantea si esta reducción generalizada se puede deber a una causa general o si, por el contrario, existen factores específicos para cada conducta o una reacción en cascada en que unas conductas afecten a otras.

Se basan en trabajos anteriores para apoyar la principal hipótesis, que el tiempo pasado con los amigos de forma no estructurada (es decir, fuera de la escuela, trabajos, etc.) se ha reducido a lo largo de estos 30 años y ha impactado directamente en las conductas de riesgo.

Un ejemplo: durante los 90, casi el 80% de los adolescentes estadounidenses de entre 15 y 16 años afirmaba ir a fiestas al menos una vez al mes. En 2017, ese porcentaje había caído hasta el 57%.

La pregunta es por qué pasan menos tiempo con sus amigos, y ahí los investigadores no ven una respuesta clara. No se ha encontrado una asociación con el uso de internet (los más conectados también son los que más fuman y beben) o el juego online, y apuntan que posiblemente sea algo más profundo, un cambio en la cultura juvenil propiciado por la revolución digital.

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"Todo lo que son las conductas de riesgo en la adolescencia se producen en grupo", afirma Eulalia Alemany, directora técnica de la Fundación FAD Juventud. "Es la manera de separarse de sus padres, del núcleo familiar, para distinguirse y hacerse mayores, y ahí es donde se producen las conductas de riesgo: en esa edad no se da consumir alcohol solo en casa o que se vayan a consumir solos al parque".

También apunta a la falta de correlación entre el uso de internet y las conductas de riesgo. "Ha habido un cambio de paradigma clarísimo y no somos conscientes de las consecuencias que tendrá para la población general".

La experta apunta a la mayor percepción del riesgo de este tipo de conductas entre los padres. Antes se era más permisivo y se permitía que un menor, de 13 o 14 años, fumara o bebiera. Señala además la presión de la escuela, "que hace que tengas menos tiempo para poder realizar otro tipo de conductas". Y concluye indicando que "hay menos oportunidades de interacción, las ciudades se han convertido en lugares donde se interactúa menos y eso ha sido un factor para la reducción del consumo de sustancias".

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Además de estos factores, los investigadores apuntan otras hipótesis como que lo saludable sea mejor visto en la actualidad, que se haya dificultado el acceso a estas sustancias (el tabaco es más caro actualmente), que se ha reducido el maltrato infantil o que existen mejores tratamientos para trastornos de la conducta como el TDAH.

También teorizan que, en lugar de un menor consumo, lo que ha ocurrido es un desplazamiento de las conductas a edades más tardías. "Los adolescentes están creciendo más despacio", señalan, y recuerdan que hay evidencias de un retraso en el inicio de las relaciones sexuales y del consumo de alcohol, tabaco y cannabis. Pero todavía no hay una respuesta clara a por qué está ocurriendo esto.

Frente a los que critican a los adolescentes y post-adolescentes actuales, Eulalia Alemany recuerda que la generación Z, la nacida a finales de los 90 y principios de los 2000, "está muy comprometida y es muy consciente del cambio climático, cosa que las anteriores no han estado. Han tomado una bandera, la del cambio climático, la tolerancia en la diversidad y el género: son mucho más feministas y eso sale en nuestras encuestas claramente".

Mercedes Rodríguez comparte la visión. "La tecnología y las redes sociales bien utilizadas les abre un montón de posibilidades, tienen menos prejuicio y más acceso a conocer personas diversas. Se han abandonado algunos intereses culturales pero también se han diversificado otras fuentes de interés".

Valora que "tienen menos reparo en cuestionar lo que no les gusta y un mayor compromiso social, son menos pasivos con las actitudes racistas, el abuso, el maltrato… y eso hay que valorarlo, antes éramos absolutamente pasivos". Y remata: "Se les tilda de inmaduros, pero es que aún tienen que desarrollar muchas competencias. No les condenemos, son muy jóvenes y tienen mucho camino por delante".