El aguador de Sevilla, obra datada en 1620.

El aguador de Sevilla, obra datada en 1620. Diego de Velázquez

Salud Historia

Cuando beber agua fría era un peligro mortal: lo que no mató a Felipe el Hermoso

15 noviembre, 2018 02:55

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El lujo de tomar bebidas frías es muy antiguo. Los romanos transportaban nieve desde los Alpes para enfriar el agua y el vino de las clases altas y desde entonces en mayor o menor medida se ha hecho lo mismo en casi todas las épocas y lugares de Europa, aunque era un privilegio casi siempre reservado a los ricos.

Un trabajo de Ana Isabel Martín Ferreira y Cristina de la Rosa Cubo, investigadoras de la Universidad de Valladolid, revela que en la España del siglo XVI se volvió a poner de moda beber agua fría. En verano el hielo se traía de los neveros naturales de las montañas, las ciudades tenían contratistas y pozos de nieve para conservar el preciado tesoro y no faltaban otros métodos, como envolverla en paja.

Fuera por gusto propio o por el afán de imitar a reyes y señores, beber agua fría se había convertido en un signo de distinción. Sin embargo, no era una costumbre bien vista por todos y, de hecho, desató una gran polémica con vertientes éticas, filosóficas, médicas y hasta religiosas.

Según las autoras del estudio, numerosos textos de la época abordaban el aspecto social de la cuestión. Los que estaban a favor resaltaban el placer de refrigerarse, el gusto por vivir y el ingenio humano que lo hacía posible. Los que estaban en contra pensaban que era una moda absurda, una depravación de las costumbres y un lujo sin sentido a tenor de todo el trabajo que implicaba conseguir y transportar el hielo. Muchos pensaban que era una tendencia extranjera, a pesar de que en la Edad Media se había practicado en España igual que en otros países europeos.

Sin embargo, el centro de la polémica fue la cuestión sanitaria. Muchos médicos se enzarzaron a discutir las bondades y los perjuicios de beber agua fría, pero ni los argumentos de unos ni los de otros eran muy científicos.

Desde catarros a muertes súbitas de famosos

Para el conocido galeno segoviano Andrés Laguna las propiedades del agua fría eran distintas a las del agua natural, un argumento que otros resumían diciendo que eran aguas "muy grasas", ya que el deshielo hace que se escape la parte más ligera. Los detractores decían que producía dolores de pecho, toses, catarros y hemorragias.

Pero eso no era nada. También circulaba la idea de que era la causa directa de muertes súbitas poco aclaradas, entre ellas las de Felipe el Hermoso y el hijo del rey francés Francisco I. En ambos casos se contaba que, tras el esfuerzo de jugar a la pelota en un día caluroso, los jóvenes bebieron agua fría y cayeron fulminados, desechando teorías más apasionantes, como el veneno.

Francisco Franco, a favor

Parece ser que en el sur de España eran más favorables al agua fría por razones obvias. Un médico sevillano llamado Francisco Franco y otros autores posteriores defendían que el agua fría aportaba salud, gusto y contento frente a males, enfermedades y tristeza, mientras que el agua caliente tenía el efecto contrario.

El punto álgido de la polémica se alcanzó entre 1555 y 1576, según las autoras de esta investigación. Poco a poco las opiniones encontradas fueron dando paso un cierto consenso según el cual la bebida fría no conviene a todo el mundo, pero no hay razón para que una persona sana se prive de tal satisfacción.

No para las mujeres

En ese punto se sitúa el catalán Francisco Micó, aunque con matices muy peculiares. En su opinión, "viejos, niños, mujeres y achacosos" debían abstenerse de probar el agua fría, porque no se debía enfriar más los "temperamentos ya fríos y húmedos" y, por lo tanto, débiles. Algunos hacían extensible esta recomendación a los jóvenes bachilleres, porque mucha agua y fría en exceso humedece el cerebro y resta facultades, según Alonso Díez Daza.

El aspecto religioso tampoco se quedaba fuera de ningún debate en esta época. A lo largo del siglo XVI se relacionó beber agua fría con la gula y la vanidad, pero ya en textos del siglo XVII había adquirido aún más gravedad: como la cuestión estaba totalmente relacionada con el culto al cuerpo algunos opinaban que debía ser pecado mortal.

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