El epidemiólogo y catedrático de Salud Pública Miguel Ángel Martínez-González

El epidemiólogo y catedrático de Salud Pública Miguel Ángel Martínez-González David Morales EL ESPAÑOL

Nutrición

Martínez-González, epidemiólogo, advierte sobre los yogures en España: "Algunos protegen contra la obesidad"

"Los mismos científicos encontraron inesperadamente pruebas con gran rigor científico de que el yogur se salva de estas etiquetas tan negativas", explica en su libro.

Más información: El yogur de la longevidad: por qué los médicos lo recomiendan para llegar a los 100 años en España

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En España, el consumo de yogur ha estado tradicionalmente vinculado a una imagen de salud y bienestar, especialmente entre quienes buscan perder peso o cuidar su flora intestinal.

Sin embargo, no todos los productos lácteos gozan de la misma reputación entre los expertos en salud pública. Así lo descubrió Miguel Ángel Martínez-González, epidemiólogo y catedrático, durante su paso por Harvard.

"La primera vez que estuve en Harvard me sorprendió lo mal que hablaban de los lácteos", relata en su libro Salud a ciencia cierta (Editorial Planeta). El impacto fue tal que cambió su visión sobre estos alimentos para siempre.

Entre quienes criticaban el consumo de leche con argumentos contundentes estaba el doctor Edward Giovannucci, profesor de Nutrición y Epidemiología en Harvard.

"Enumeraba una larga lista de efectos negativos de la leche en la salud, y asociaba este alimento con un mayor riesgo de cáncer de próstata y, sobre todo, de ovario", escribe Martínez-González.

Lo más alarmante, según el testimonio, no eran solo los posibles riesgos, sino el papel de la industria láctea: "Añadía que se estaba engañando a la población" y criticaba cómo se extraía la nata de la leche para incorporarla a otros productos que "son verdaderas bombas de nata".

El giro vino después. Pese a las reticencias iniciales, investigaciones posteriores —avaladas por el mismo grupo de científicos— dieron un vuelco a su percepción.

"Pocos años después, los mismos científicos encontraron inesperadamente pruebas con gran rigor científico de que el yogur se salva de estas etiquetas tan negativas", escribe el autor.

La sorpresa fue tan notable como reveladora: el yogur emergía como una excepción saludable dentro de los productos lácteos.

Las nuevas evidencias situaban al yogur en una posición inesperadamente favorable. "Sus investigaciones indicaban que el yogur era beneficioso y especialmente podría contribuir a prevenir la ganancia de peso".

Esta afirmación no surgía de estudios pequeños o aislados, sino de análisis "muy serios, con millones de datos bien analizados" y de autores poco sospechosos de estar a favor de la industria láctea. Para Martínez-González, esa procedencia “me parece más que convincente”.

En su propia trayectoria investigadora, el autor ha contribuido con los estudios SUN y Predimed, dos de los proyectos más influyentes en nutrición preventiva en España.

"En el estudio SUN y en el Predimed hemos analizado en profundidad las propiedades del yogur, pues consideramos también que es el más saludable de entre todos los productos lácteos", señala.

Y los resultados, lejos de contradecir lo hallado en Harvard, lo refuerzan: el consumo de yogur se asocia de forma consistente "a un menor riesgo de obesidad central (abdominal)".

Eso sí, Martínez-González advierte de un error habitual en su consumo. El yogur no debe sustituir a la fruta. "Puede usarse para reemplazar a la nata. Por ejemplo, siempre serán mejores las fresas con yogur que las fresas con nata".

Pero si alguien cree que puede omitir la fruta a cambio de un yogur, se equivoca: "El presupuesto imprescindible es que el yogur nunca sustituya a la fruta como postre habitual". El consejo tiene un destinatario claro: los hábitos dietéticos en casa, especialmente en el caso de los niños.

Además, hace una advertencia importante sobre el contenido de azúcar. "Hay que vigilar en las etiquetas de los yogures cuánto azúcar tienen, porque en algunos casos vienen cargados de esta sustancia".

En ese sentido, prioriza más la vigilancia sobre el azúcar que sobre la grasa: "Importa más la cantidad de azúcar que la cantidad de grasa que tengan". Y añade un dato curioso sobre el perfil lipídico: "No sabemos bien por qué la grasa del yogur, a pesar de ser saturada, no presenta efectos adversos".

El misterio sobre los beneficios del yogur abre un campo fértil de investigación, que empieza a apuntar a las bacterias que lo habitan.

"Quizá se relacione con la flora bacteriana o con el tipo de ácidos grasos que contiene". A día de hoy no hay certezas absolutas, pero sí pistas. "No lo sabemos a ciencia cierta todavía, pero está claro que algo beneficioso ocurre con las bacterias del tubo digestivo cuando nos comemos un yogur".

Los probióticos, apunta, parecen tener efectos positivos, aunque matiza: "Se ha visto que los probióticos que contiene pueden ser bastante beneficiosos para la flora intestinal, aunque no la cambian totalmente. Se requeriría un consumo muy continuado".

Por tanto, no se trata de un remedio puntual, sino de un hábito dietético sostenido en el tiempo. Además, reitera que este beneficio desaparece si el yogur sustituye a la fruta en la dieta infantil.

Los datos más sólidos provienen de estudios a largo plazo. "Se ha visto en estudios a largo plazo, bien hechos, que su consumo está vinculado a una reducción de la diabetes tipo 2". Y no solo eso: "La ganancia de peso disminuye en las dietas que incluyen yogur".

Un doble efecto que, según Martínez-González, "parece que este alimento tiene un efecto protector frente al sobrepeso y la obesidad".

El autor remata con una afirmación categórica y reveladora sobre su experiencia: "Hemos replicado estos estudios y el resultado ha sido el mismo".

Con esa frase, resume la confianza científica que ha ganado el yogur en las últimas décadas. Lejos de los postres azucarados y las bombas de nata disfrazadas de salud, el yogur —en su forma más pura y natural— resiste el escrutinio de los datos y emerge como un aliado nutricional de peso.