Unas piruletas maravillosas.

Unas piruletas maravillosas. Pixabay

Nutrición

Esta es la razón que explica por qué a los niños les gusta el dulce más que a los mayores

Un nuevo estudio apunta que los más jóvenes necesitan cantidades más altas de sacarosa para detectar el sabor del azúcar. 

13 agosto, 2020 02:20

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En comparación con los adultos, los niños y adolescentes son menos sensibles al sabor dulce y necesitan un 40% más de sacarosa en una solución para que puedan detectar el sabor del azúcar, según un nuevo estudio. Junto con los umbrales más altos de detección del sabor, tanto los niños como los adolescentes prefieren niveles significativamente más concentrados de dulzor que los adultos. Además, su percepción de este sabor va cambiando a medida que se desarrollan. 

"Ambas dimensiones de la percepción del sabor dulce (sensibilidad y preferencia) siguen trayectorias de desarrollo distintas desde la infancia hasta la edad adulta. Sin embargo, lo hicieron de forma independiente, y no encontramos ninguna asociación entre ambos", explica Yanina Pepino, profesora de ciencias de la alimentación y nutrición humana de la Universidad de Illinois, Urbana-Champaign, que fue coautora del estudio.

En el estudio participaron 108 niños, 172 adolescentes y 205 adultos, con edades comprendidas entre los 7 y los 67 años. Los Institutos Nacionales de Salud y la Asociación Americana de Diabetes apoyaron la investigación, realizada en el Centro Monell de Filadelfia y la Universidad de Washington en San Luis.

En su trabajo, publicado en la revista Nutrients, los investigadores dieron a los participantes diferentes pares de concentraciones de azúcar-agua a gusto y midieron tanto la concentración que los participantes preferían como la concentración más baja a la que podían detectar el sabor del azúcar. 

"Aunque la menor sensibilidad de los niños requería mayores concentraciones de sacarosa para que detectaran el sabor, la sensibilidad del sabor dulce de los participantes no predijo el nivel de dulzura que preferían", detalla la coautora del trabajo, Julie A. Mennella, del Centro de Sentidos Químicos Monell.