Dos trabajadores en el laboratorio de bioseguridad nivel 3 del IRTA.

Dos trabajadores en el laboratorio de bioseguridad nivel 3 del IRTA.

Ciencia

Así es un laboratorio nivel 3 de bioseguridad como el del IRTA CReSA: el centro catalán del que pudo salir la peste porcina

Los expertos creen que la probabilidad de que el virus haya 'escapado' de un laboratorio es baja aunque "el riesgo cero no existe".

Más información: De la fuga del laboratorio al sabotaje: las siete hipótesis sobre el origen de la peste porcina africana en España

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Las claves

El laboratorio IRTA-CReSA, de nivel 3 de bioseguridad, está bajo investigación por un posible origen del brote de peste porcina africana en Cataluña.

Estos laboratorios cuentan con estrictos protocolos de seguridad, como presión negativa, esclusas, equipos de protección individual y desinfección exhaustiva para evitar fugas de microorganismos peligrosos.

El virus de la peste porcina africana es altamente contagioso entre cerdos y jabalíes, pero no afecta a los humanos; el brote ha causado la muerte de 13 jabalíes y ha llevado a declarar la emergencia en Cataluña.

Expertos consideran poco probable una fuga de laboratorio debido a los controles existentes, aunque reconocen que el riesgo cero no existe y se siguen investigando todas las hipótesis.

"Digamos que tienes que venir de casa con tus necesidades hechas". Así describe Antonio Osuna, profesor emérito del Departamento de Parasitología de la Universidad de Granada, su trabajo en el laboratorio de Contención Biológica Nivel 3 del centro.

Osuna es responsable del laboratorio, donde trabaja con microorganismos como Trypanosoma cruzi, responsable de la enfermedad de Chagas, el virus de la gripe de 1918 o protozoos del género Leishmania.

"Tenemos que entrar en parejas, de dos en dos, porque tiene que haber alguien para socorrerte si ocurre algo, como que te pinches accidentalmente", explica.

"Se tarda más en salir que en entrar porque antes de abandonarlo debes ducharte. Ese agua será tratada para eliminar cualquier resto biológico que pudiera quedar".

El suyo es uno del puñado de laboratorios de bioseguridad de nivel 3 que hay repartidos por la Península.

Uno de ellos, el del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA-CReSA), está siendo investigado como posible origen de la peste porcina africana que ha matado ya 13 jabalíes y se teme que afecte a las granjas de cerdos.

Las instalaciones de nivel 3 de bioseguridad ocupan 4.500 metros cuadrados se componen de seis laboratorios y 12 boxes experimentales independientes donde se alojan animales tanto domésticos como salvajes.

La Organización Mundial de Sanidad Animal lo designó en 2017 como centro colaborador para la búsqueda y control de enfermedades porcinas emergentes y es una de las dos infraestructuras singulares de la Red de Laboratorios de Alta Seguridad Biológica.

El virus de la peste porcina es altamente contagioso y mortal entre estas especies (no afecta a los humanos) y la Generalitat de Cataluña ha declarado la emergencia para poder contener el brote, el primero en España desde 1994.

En un primer momento se había planteado la hipótesis de que el virus regresó a nuestro país por los restos de comida de un transportista proveniente de zonas donde está circulando.

Es la llamada 'hipótesis del bocadillo' y, hasta el momento, es la más plausible ya que así entró el virus en Europa hasta en tres ocasiones.

Sin embargo, las investigaciones se han ampliado para descartar otras hipótesis, como la fuga de un laboratorio como el IRTA-CReSA, donde se estaba investigando el virus de la peste porcina africana en el momento del brote.

Los expertos consultados por EL ESPAÑOL sostienen que es muy difícil que el virus escape del laboratorio pero también resaltan que "el riesgo cero no existe".

"La probabilidad es muy baja porque los protocolos son muy estrictos", apunta Ignacio López-Goñi, microbiólogo y director del Museo de Ciencias y la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Navarra.

"Eso no quiere decir que el riesgo sea cero: históricamente se han dado casos de accidentes en los laboratorios. Cuando se tengan las secuencias [genéticas] del virus y se compare con las del laboratorio podremos resolver el misterio".

López-Goñi explica que los microorganismos se clasifican en cuatro niveles de peligrosidad, dependiendo de su virulencia, su modo de transmisión y si existen medidas preventivas o terapéuticas frente al mismo, entre otras cosas.

En el nivel 1 el riesgo es muy bajo tanto a nivel individual como comunitario y para el medio ambiente.

"Por ejemplo, los Lactobacillus en una empresa de yogures y la levadura Saccharomyces en una cervecera. Son microorganismos ambientales que no suponen peligrosidad".

En el nivel 2, el riesgo es moderado para el individuo pero bajo para la comunidad, como "los laboratorios de microbiología de los hospitales, donde se analizan muestras biológicas para el diagnóstico".

Aquí ya hay un acceso restringido y "se trabaja en cabinas de bioseguridad", comenta el microbiólogo.

Esclusas y presión negativa

En el nivel 3, las cosas se ponen interesantes. Se trata de un riesgo alto individual y moderado para la comunidad.

"Requieren ya un acceso absolutamente restringido para el personal, hay protocolos muy estrictos, un registro de quién entra y quién sale..."

El nivel 4 lo resume como "lo que aparece en la película 'Estallido'. Es para patógenos como el bola o el Marburgo, virus hemorrágicos... Para los que no hay vacuna ni tratamiento".

Volviendo al nivel 3, ahí se manejan microorganismos como Mycobacterium tuberculosis, las bacterias del género Brucella, el virus del Nilo Occidental o de la peste porcina africana.

Gabriel Reina, especialista en Microbiología y Parasitología de la Clínica Universidad de Navarra, trabaja en uno de ellos con muestras de tuberculosis y otros patógenos.

"La instalación tiene una presión negativa. Entras a través de una serie de esclusas, pequeñas habitaciones donde la presión va disminuyendo, de forma que el aire nunca salga hacia afuera".

Normalmente tarda entre cinco y diez minutos en atravesar las esclusas. "En la tercera ya nos ponemos el EPI [equipo de protección individual], mascarilla, gafas, doble guante, patucos y gorro. Tras la cuarta ya llegamos al puesto de trabajo".

A la salida hay que desechar el material, de lo que se encarga una persona, e ir atravesando de nuevo las esclusas, esperando en cada una de ellas un tiempo —"normalmente, unos segundos"— para que se iguale la presión a la de salida.

Para trabajar en el laboratorio se requiere una formación y una habilitación previa, "además de un certificado médico de que estamos bien de salud, y seguir unos protocolos de trabajo sobre cómo entrar, trabajar dentro y salir".

Antonio Osuna, investigador de la Universidad de Granada, explica que el sistema de ventilación tiene filtros HEPA para evitar la fuga de microorganismos, el agua residual tras las duchas es tratada con sosa a una determinada temperatura y se deja ocho horas antes de liberarla para que cualquier resto biológico se degrade.

La colocación del EPI siempre está supervisada por otra persona que vea si se está poniendo bien o mal el traje.

Todas las superficies se tratan con virucidas y bactericidas y periódicamente se desinfecta la instalación con vapores de agua oxigenada.

"Se colocan bolsitas con microorganismos en todos los rincones, cajones, etc. Y se trata la instalación durante 12 o 24 horas. Tras ello, las bolsitas se cultivan: si las bacterias crecen es que no se ha esterilizado del todo y se repite el proceso".

Osuna reflexiona sobre cómo puede un virus escaparse de una instalación que toma todas estas precauciones.

"Un error lo puede tener cualquiera, pero es difícil. La peste porcina africana no se transmite por el aire, tienes que haber estado en contacto con el virus".

Puede que al desinfectar los excrementos de los animales, el agua se haya contaminado y salido al exterior, "pero entonces los casos estarían más repartidos, allí donde hubiera desagües, y no ha sido así".

La posibilidad de haber pisado heces de un animal y que hayan salido a la calle también parece algo descabellada. "Que un jabalí luego coma de esa pisada es complicado".

O quizá se haya usado un desinfectante caducado, un producto químico más barato o una dilución mal hecha. "Me parece raro, pero hay que investigarlo, claro".

Similar opinión comparte Ignacio López-Goñi. "Me hubiera gustado que se publicaran los datos cuanto antes, secuenciar un virus no es tan complicado".

Aunque habrá que esperar todavía a los resultados de la investigación, se inclina hacia la 'hipótesis del bocadillo'. "No es ninguna excusa, puede permanecer en alimentos, carne, embutidos... durante meses".

"Por algo pone en las fronteras claramente que no se pueden introducir embutidos", se resigna.